Revista Cultura y Ocio

Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender

Publicado el 20 mayo 2011 por Goizeder Lamariano Martín
Réquiem por un campesino español, de Ramón J. SenderTítulo: Réquiem por un campesino español Autor: Ramón J. Sender Editorial: Voces críticas Público Año de publicación: 1960Páginas: 91ISBN: B-373862010
Después de La colmena decidí continuar con los libros del diario Público que me había regalado mi madre y repasar para los exámenes. Llevaba tiempo queriendo leer Réquiem por un campesino español porque siempre lo veía en casa de mi madre. Y ahora que también está en mi casa ya no tenía excusa.
Lo leí el domingo 8 de mayo, por la tarde. De una sentada, en un ratito, porque sólo son 91 páginas y porque la historia se lee sola, te envuelve y te atrapa desde la primera hasta la última página. Es una historia sencilla, pero también directa. Una historia que nos habla de resentimientos, de traición, de rencor, de venganza. Y, sobre todo, una historia de culpa por no haber evitado una muerte, un asesinato, una injusticia. Por haber callado. Por ser cómplice.
Así se siente Mosén Millán, el cura de un pequeño pueblo aragonés que podría ser cualquier pueblo de una España dividida por la Guerra Civil. Precisamente el primer título de esta obra fue Mosén Millán, cuando se publicó en México en 1953 tras haber sido rechazada en España por la dictadura franquista. Finalmente, pudo publicarse en nuestro país en 1960, ya con el título de Réquiem por un campesino español.
Es el propio Mosén Millán el protagonista, el que nos cuenta la historia porque, aunque no es el narrador, conocemos todos los hechos a través de sus ojos, de su forma de ver la vida, el presente y, sobre todo, el pasado.
Ese pasado que le persigue. No puede huir de él mientras solo en la sacristía espera a que alguien acuda a la iglesia para asistir a la misa de réquiem por Paco el del Molino. Y poco a poco irá recordando su vida: el día que lo bautizó, que lo confirmó o que le dio la comunión. Y, por supuesto, el día que lo casó. Mosén Millán sentía a Paco como un hijo suyo. Por eso se preocupaba por él, por su educación, por inculcarle valores, por cuidarle y protegerle. Se sentía dueño de él y lo veía como una obra suya de la que él era el único responsable.
Pero el miedo, la ira, el odio pudieron más y Mosén Millán cambió, se pasó al otro bando, tomó una decisión con la que ha tenido que cargar toda su vida. Esta novela es una obra especial. Como he dicho, es sencilla, transmite tranquilidad, calma, pero una calma tensa, llena de remordimientos, de hipocresías y, sobre todo, de arrepentimientos.
Arrepentimientos como el de Mosén Millán, pero también el de don Valeriano, don Gumersindo y don Cástulo. Los cuatro son los únicos que acuden a esa misa. Porque son los únicos que se sienten culpables y responsables por la muerte de Paco el del Molino y que soportan una terrible carga que cada vez les pesa más.
Todos, especialmente Mosén Millán, buscan excusas, razones, motivos para engañarse a ellos mismos y para convencerse y creerse que actuaron bien, que hicieron lo correcto, lo que tenían que hacer, que no hicieron nada malo. Pero eso no es lo que piensan los demás vecinos del pueblo.
Sin embargo, a pesar de la hipocresía, de la falsedad, de la traición, de lo ruin y mezquino que fue Mosén Millán, ahora, años después de la muerte de Paco el del Molino, lo único que podemos sentir por él no es asco, odio o repugnancia. Todo lo contrario. El cura del pueblo es un personaje cercano, humano, sincero e incluso, en muchos fragmentos, entrañable.
Aun así, no podemos olvidar que en esta obra Mosén Millán no es únicamente el cura de un pueblecito de Aragón. Es el representante de la Iglesia, una Iglesia que Ramón J. Sender critica duramente en este libro, al igual que critica a los poderosos, a los vencedores de la Guerra Civil. A los que asesinan y luego van a la misa de réquiem por un campesino español.

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