Revista Cultura y Ocio

Reseña #70: hacia la luz

Publicado el 09 agosto 2016 por Alaluzdelasvelas
RESEÑA #70: HACIA LA LUZ¡Hola, hola, hola!  Es más que evidente que llevo desaparecida mucho tiempo. Y ahora diréis, “venga, va, Carme, dinos que no va a volver a pasar”. Lo haría, de verdad que sí, pero no me gusta mentir, así que de momento sólo quiero comentaros que espero que no vuelva a pasar. Julio ha sido un mes de bastantes viajes y cada vez que llegaba a casa lo último que quería era ponerme con el pc. Así bien, hoy por fin he decidido actualizar el blog con la reseña del cuarto y último libro de la saga Luz y sombras. Espero que podáis perdonarme por la tardanza. Sin más… ¡Dentro reseña!Ficha técnicaRESEÑA #70: HACIA LA LUZTítulo: (Luz y sombras 4) Hacia la luz   Autora: Alice RaineEditorial: GrijalboNúmero de páginas: 384ISBN: 9788425353925Precio: 15,90€SinopsisEn la cuarta y última entrega de la serie «Luz y sombras» conocerás los destinos de sus protagonistas y vivirás con ellos el ardiente desenlace de la saga más excitante de los últimos tiempos.Nicholas y Rebecca planean su boda con toda la ilusión y los nervios típicos de la situación. Nathan, en cambio, sabe que no desea casarse, pero aún desea menos perder a la única mujer que le ha importado en su vida, Stella, la sumisa con quien ha alcanzado una relación plena y que ha iluminado los rincones más oscuros de su corazón.Pero un descubrimiento inesperado y un terrible accidente pondrán en jaque la boda y la felicidad de ambas parejas. Porque en el mundo del amor no hay nada seguro. Ni siquiera los días más luminosos están libres de sombras...Hay hombres capaces de acelerarte el corazón con una mirada. Hay mujeres que pueden cambiarte la vida. Hay sombras que solo el amor puede disipar.Reseñas libros anteriores(Luz y sombras 1) Su lado oscuro(Luz y sombras 2) Lejos de las sombras(Luz y sombras 3) A contraluzMi opinión Finales. Qué bonitos, ¿verdad? Ya dicen que lo difícil no es el camino, sino llegar a destino y… Dios, qué ciertas son esas palabras. Después de tres libros de idas y venidas con la ya conocida familia Jackson– entendiendo, por familia, a nuestros hermanos favoritos: Nicholas y Nathaniel, Nathan para los amigos –, chocamos de frente contra un libro en el que, ¡sorpresa!, se nos alternan las voces y pensamientos de nuestros cuatro ejes: los hermanos, Rebecca y Stella.Cuestiones de gusto, supongo, aunque ya sabéis que yo me posicioné desde el principio. No es ningún secreto que esta vez se trata más bien de un libro que pretende llegar a buen puerto y es que la boda se convierte, de un modo u otro, en el hilo conductor a muchas revelaciones y sentimientos encontrados. Me gustaría poder deciros que sé hasta dónde contar antes de empezar a hablar de spoilers, pero sería una completa mentira y, como muy sabéis, yo odio a las personas mentirosas. Así pues, a riesgo de cometer algún error o desliz, os diré que la historia, pese a que me ha gustado, es terriblemente previsible. Me explico. Siempre temo, en los libros de temática romántica-erótica, toparme con los finales que podemos considerar “típicos”. Supongo que entenderéis, entonces, lo triste que me pareció saberlo todo desde la página cincuenta más o menos– tal vez un poco antes en lo que a otra situación se refiere. Los preparativos de la boda amenazan con volver loco a Nicholas así, que tras una charla con su prometida, decide encargarse él de los coches y el lugar en el que  se realizará el evento.Pensaréis que es una información completa y absolutamente intrascendental – yo misma lo pensaría –, pero no. El hecho de que Rebecca deba encargarse del resto de la planificación le obliga a buscar ayuda y, como no puede ser de otro modo, es en Stella en quien se apoya. Así damos pie a una segunda historia: ¿quién le garantiza a Nathan que su querida Stella, envuelta en los pormenores de la vida nupcial, no va a querer, a largo plazo, un compromiso mucho más serio que su relación actual? La historia transcurre por la ya conocida ciudad de Londres, con una ambientación, digamos, luminosa, algo utópica en ciertos aspectos– Nicholas es, sin duda, un personaje mucho más efusivo y cariñoso de lo que pensé en el primer libro –. Esto está muy bien, ¡claro que sí!, pero, una vez más, he echado de menos las sombras que se nos presentaban en las primeras novelas, viéndome, de golpe, inundada por una cantidad de información bonita sobrecogedora. Eso sí: el hecho de que los escenarios, algo tan secundario siempre, hayan evolucionado tanto me maravilla.  Alice Raine tiene una forma <<muy suya>> de hacernos llegar la información. Los retazos, siempre pocos, las conversaciones con ese doble sentido tan delicioso; los comentarios que quieren decir mucho más de lo que realmente dicen… y los actos. Me gusta, y mucho, la importancia que la autora da a las acciones.Qué fácil es decir “te quiero”, ¿verdad? Ahora bien, ¿qué me decís de demostrarlo, de hacer saber a esa otra persona que eso que dices es realmente cierto, que cada fibra de tu condenado ser se siente de un modo “x” al estar él o ella cerca? Chapó, una vez más, por esa forma de hacernos reflexionar y es que, llegados a este punto, es absurdo fingir. Las palabras, sin acciones, no son nada. Y, por supuesto, las acciones sin palabras quedan vacías. Bidireccionalidad, eso es lo que se espera de todo el mundo y es eso, ese pequeño pero gran detalle, lo que hace de esta saga algo que vale muchísimo la pena descubrir. Pese a la relativa estabilidad en ambas parejas, un descubrimiento completamente inesperado pondrá en jaque tanto la boda como la salud de uno de nuestros queridos hermanos. No diré ni qué descubrimiento, ni quién sufre el accidente, pero sí diré que, desgraciadamente, me olía tanto “ese notición” como lo que vino después. Y ahora… Bienvenid@s a la Zona Spoiler Se ha hablado mucho. Sí, sí, se ha hablado hasta aburrir de los finales valientes y los cobardes. Los que nos hacen decir “ha ido por la vía fácil” y los que, por el contrario, nos hacen suspirar, llorar y enfadarnos diciendo “que no es justo que esto acabe así”. También se ha hablado de finales que complacen a las personas que leen y finales que sólo complacen a la autora o al autor de la obra en cuestión. Yo aborrezco estos temas, pero, por una vez, voy a hacer una excepción y voy a entrar en materia – no sin aprovechar para volver a recordaros que estáis en la zona DE SPOILERS y que luego no me vale que vengáis a decirme que “os he chafado el libro”. Así bien, última llamada: quiénes queráis leer este libro, por favor, volved al haberlo acabado. Una vez aclarado esto, os diré que este final a mí no me complace nada de nada. ¿Y por qué? Para empezar, me faltan dos personajes que podían haber dado muchísima guerra: los padres de los hermanos Jackson. La aparición estelar del padre y la aparición casi ilusoria de la madre en esta novela me pareció un terrible derroche de recursos. El señor Jackson podría haber vuelto loco de verdad a Nathan, haberlo llevado al límite para salvar su empresa, haberle hecho cuestionarse todo lo que creyó de niño… replantearse todas esas cosas que un día vio normales. Y me diréis “ya lo hace”. Sí, pero no con toda la profundidad que a mí me hubiera gustado. Hablando con una amiga, comentó que se había vuelto muy exigente con los finales, y tal vez mi problema sea precisamente ese. ¿Es qué he leído tanta novela romántica que ya veo trabas en todos sitios? Dejando de lado mis divagaciones – que nunca son pocas ni cortas –, quisiera hacer especial alusión a la señora Jackson. Si bien la situación que propulsa a Nathan a un terrible accidente no me pareció, ni de lejos, “sorprendente” o “novedosa”, el hecho de su madre viaje desde EEUU y se quede en la puerta de la habitación de hospital sólo porque Nicholas saca pecho y la manda, literalmente, a tomar por los bajos fondos de nuestra anatomía… me supo a poco.A muy poco, mejor dicho. Decepción, mezclada con una desagradable sensación de “lo sabía”. Entiendo que hay que dar carpetazo a algunas situaciones pero, vamos a ver, ¿tan fácil lo pone esa mujer? ¿Cruza medio mundo para recibir un “lárgate”? ¿De golpe se ha tornado una persona complaciente? Permitidme ponerme un poco escéptica. Dejad de frotaros las manos, que ya voy a ese “notición” tan sumamente sorprendente… un embarazo. Por favor, aplausos.¿En cuántos condenados finales de saga una de las protagonistas se ha quedado embaraza, no se ha dado cuenta y se ha sentido aterrorizada por la reacción de su pareja? No tildaré de típico-tópico el hecho, porque ya lo he hecho y me parece innecesario cebarme con un recurso tan empleado. Lo que sí diré es que estoy hasta las santísimas narices de que las protagonistas no se den cuenta de que están embarazas hasta pasados muchos meses.Vamos a dejar ese decoro tan bonito que cubre nuestros bellos blogs y “de tú a tú” os diré que a mí, si un mes no me baja la regla, me preocupo. Y mucho. Chicas, desde aquí os llamo a todas: ¿vosotras no? Si tenéis pareja, rollos o lo que sea… ¿No os asustáis si un mes nuestra amiga de rojo no dice “hey, ¡es mi hora!”? ¡Venga ya! Si a esto, para más inri, le añadimos el hecho de que nuestra querida Stella tiene un miedo atroz a que Nathan se muera de miedo y la abandone… yo ya lloro, pero de rabia. ¿Qué la “abandone”? Mi uso abusivo de las comillas hoy me hace darme cuenta de que, realmente, estoy bastante más molesta de lo que creía. ¡¡Avancemos!! La chica se ha quedado embaraza. Problema 1. La chica tiene miedo. Problema 2. La chica, para colmo, tiene más miedo de la reacción de su novio que del hecho de no haberse dado cuenta de que no le bajaba la regla. Paremos, aquí hay un PROBLEMA MAYÚSCULO.  Nadie se come a nadie – a no ser que sea un caníbal y tenga serios problemas de autocontrol –, así que, por mucho que me empeñe, no entenderé nunca por qué la reacción de una segunda persona puede generar un miedo tan desmedido. Lo peor de todo, es que Nathan, al menos al principio, está a la altura de las sospechas de Stella. Supuse que era todo fachada desde el principio, porque cedió demasiado rápido a irse – y tuvo el accidente sólo un par de horas después –, pero me molestó de igual forma el hecho de que se le concediera tanta importancia al que, a mi juicio, era el menor de sus problemas en ese momento. Ahora bien, no todo son calamidades en la historia. Hay muchos edulcorantes: trajes nupciales, flores, coches bonitos, confesiones preciosas y compromisos a cascoporro. Los ingredientes clave para que lo que yo he considerado problemas serios se conviertan en pequeñas cositas que lo único que hacen es darle ese aire romántico de cuento de hadas que tanto nos gusta, al parecer, a todas y a todos. Así, nuestros edulcorantes personalizados se llaman Nicholas y Rebecca. Capítulos de pura utopía, cargada de confesiones hermosas y de largos discursos y pensamientos de “¿qué haría yo si no conociera a esta persona?”.Ya contesto yo, no os preocupéis… ¿Seguir viviendo? ¿Conocer a otra que, a la larga, sería igual de importante? Sólo son ideas… Tras este larguísimo discurso indignado, puedo deciros que para mí no ha sido el final ideal. De hecho, estoy disgustada – apuesto a que no lo habíais notado –. Mi lado romántico, cada vez más pequeñito, por lo visto, ha quedado satisfecho. Podría deciros que he visto la típica película barata de domingo por la tarde y me he echado unas risas. Sin embargo, mi lado realista, el imperante, ha hecho que me quede muy fría. El papel lo aguanta todo, diría mi madre, ¡y qué razón tiene! Tal vez sea yo que tengo muchos problemas con el tema de creerme de verdad las relaciones, pero esos “para siempre” tan sumamente azucarados me ponen, como poco, catatónica. Lo que vamos a hacer “para siempre”, entendiendo por “para siempre” nuestro paso por la vida, es VIVIR y, para vivir, nos guste más o menos – bofetón de realidad se acerca – no hay nadie que sea imprescindible hasta el límite de ser nuestro motivo para seguir respirando. Con todo, Hacia la luz, es una novela que cae en toda una serie de tópicos y clichés muy propios de finales de saga de esta temática. Con edulcorantes, tragedias que ni siquiera lo son y nuestros ya queridos y conocidos cuatro personajes protagonistas, Alice Raine nos llevará de la mano por una historia que, a mi juicio, podría haber sido mucho mejor.
Nota: 2/5Nota final de saga: 3.5/5 Una saga que empieza bien, con unos escenarios de “me quito el sombrero”, pero que no sabe acabar. Una saga complaciente, que ofrece lo que todo el mundo quiere. Una saga bonita, tal vez, con una prosa sencillamente deliciosa. Una saga que invita a seguir leyendo… Una saga que, en definitiva, yo recomiendo no terminar. ¾ ideales, ¼ insuficiente.

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