Revista Cultura y Ocio

Reseña - Los juegos del hambre

Publicado el 13 junio 2020 por Alaluzdelasvelas


RESEÑA

-
LOS JUEGOS DEL HAMBRE

 ¡Hola, hola, hola!

 ¡SÁBADO! Y qué ganitas tenía de fin de semana, por favor. ¿Cómo ha ido vuestra semana? ¿Currando, estudiando? Yo cuento los días, ¡sólo 14 más!, para ser totalmente libre. De momento estoy contenta. Ah, sí, sí, de momento. Veremos cómo sigue todo. Pero ya me dejo de puti-dramas y vamos con temas serios. Como os comenté en el wrap up de la semana pasada, me he vuelto a animar con esta trilogía. La archi-conocida. La que ha leído hasta… ¡ya paro! ¡Dentro reseña!
FICHA TÉCNICAReseña - Los juegos del hambreTítulo:Los juegos del hambre 1 – Los juegos del hambre Autora:Suzanne Collins Traductora:Pilar Ramírez Tello Editorial:RBA - Molino Número de páginas: 400 ISBN: 978 84 27202122 Precio libro físico: 17,59€ (Tapa blanda) / 7,59€ (Edición para Kindle)

SINOPSIS GANAR SIGNIFICA FAMA Y RIQUEZA. PERDER SIGNIFICA UNA MUERTE SEGURA.
 En una oscura versión del futuro próximo, doce chicos y doce chicas se ven obligados a participar en un realityshow llamado Los juegos del hambre. Solo hay una regla: matar o morir. Cuando Katniss Everdeen, una joven de dieciséis años se presenta voluntaria para ocupar el lugar de su hermana en los juegos, lo entiende como una condena a muerte. Sin embargo Katniss ya ha visto la muerte de cerca y la supervivencia forma parte de su naturaleza. ¡Que empiecen los septuagésimo cuartos juegos del hambre!OPINIÓN El Distrito 12, donde puedes morirte de hambre sin poner en peligro tu seguridad.
 Panem es una broma multimillonaria. Una dictadura perfecta en la que el cochino Capitolio está hasta las cejas de dinero mientras los distritos que los componen, un total de 12, son poco más que ese chiste rancio que financia a los ricos, poderosos y un largo etcétera de insultos que, me vais a perdonar, no vienen al caso.
 No todos los distritos están igual de jodidos. Los primeros viven relativamente bien. Pero el 12, ay, el 12; es ese pequeño pueblo minero que no llega a fin de mes, el mismo que huele a carbón y muerte. El mismo en el que se crió nuestra protagonista, Katniss. Pueblo de héroes, aunque nadie lo sepa todavía.
 Antes había 13 distritos. Fue en la época de la revolución, cuando el Capitolio lo quemó hasta que no quedó nada más que humo y ceniza. Fue la misma época en la que decidió que Panem no olvidaría su afrenta. Cada año, cada putísimo año, el Capitolio inaugura Los Juegos. Los mismos en los que compiten una niña y un niño por distrito. Todos menores. Panda de putos asesinos de mierda.  Este año Prim, la hermana de Katniss, entra en la ruleta de la cosecha. Effie está a punto de llegar para anunciar a las personas afortunadas, las mismas que van a pisar la arena– campo de batalla en el que se graba hasta cuando se tiran un pedo – y van a luchar hasta que sólo quede un tributoen pie. La misma arena que reclama sangre. Porque Effie llega. Anuncia los nombres. Y la vida de Katniss se viene abajo.
 Nuestra cazadora furtiva. Nuestra superviviente. La niña que ha cuidado a Prim como si fuera su madre en vez de su hermana. Y ahora escucha el nombre. Prim. La arena quiere a Prim. Pero Katniss no va a pasar por ahí. Ah, no. Ella es voluntaria. Ella va a ir a la puta arena. Qué se prepare el Capitolio.  Hace años que leí la trilogía y, aunque me encantó, no la recordaba como algo especialmente memorable. El caso es que releyéndola ahora… me he sentido un poco en casa. Quiero explicarme. Suzanne Collins tiene una prosa bonita, muy cuidada. Detallista, casi; en la que cada cosa pasa a su tiempo. Disfrutamos de la paz que precede a la cosecha, nos rompemos con Katniss al escuchar de labios de Effie el nombre de su hermana y rememoramos con nuestra protagonista lo que fue su vida antes de ese punto de inflexión que fue la muerte de su padre. Collins sabe que tiene una historia potente entre las manos y se toma su tiempo para desgranarla. Y eso, joder, es puta magia.
 Necesitamos tributo masculino. Effie saca el papel. Y nombra a Peeta Mellark. El chico del pan. El chico dulce. El sociable. El mismo que una vez ayudó a Katniss, cuando aún eran muy niños. El mismo con el que Katniss jamás ha intercambiado una sola palabra. También se acerca Haymitch, el único vencedor del distrito 12. Un borracho desfasado. Un cínico. Un cabrón. Un superviviente que está harto de ver morir tributos. Un hombre que tiene dos joyas a su cargo por fin.¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre, siempre de vuestra parte!  Hay que decir adiós a Panem. Hay poco tiempo. Gale, el mejor amigo de Katniss, va a hacerse cargo de su familia. Prim va a estar bien. Porque tiene que estarlo. Peeta y ella se van. Effie está pletórica. Se acerca el tren. Y nuestros protagonistas, los mismos que siguen sin siquiera mirarse, se embarcan en la que será la peor experiencia de su vida… de momento. Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la ZONA SPOILER

 La verdad es que he disfrutado como una enana leyendo el libro. Reencontrarme con esa Katniss fuerte, casi sádica en sus decisiones; la misma que no duda en desafiar las normas para acercarse al ansiado premio: la jodida supervivencia. No importa que nadie se la tome en serio. No importa que sólo sea una de los tributos del 12. Ella, aunque no lo sepa, se subió en ese tren pensando en ganar. Por Prim. Por su madre, aunque no lo merezca. Por la memoria de su padre. Pero sobre todo porque Katniss no es el juguete de nadie. Si el puto Capitolio quiere espectáculo, ella va a dárselo. Lo gracioso, y a la vez terrible, de esta trilogía es que hay una crítica bestial contra los sistemas totalitaristas, los mismos que, por desgracia, siguen en pie. Esos que dominan, someten y “gobiernan” a base de muerte y terror. Los mismos que infectan mentes. Los mismos que, me temo, estamos muy lejos de derrocar. También hay un aviso. Esa cesión absoluta del poder, esa cesión de pensamiento… esa despersonalización que da paso a la mente colectiva, la misma que, maldita la gracia, la rige una mente cochina. O unas cuantas. Suzanne Collins no se está por hostias: nos habla de corrupción, de esclavitudsí, lo que hacen con los tributos no tiene otro nombrey de la pregunta incómoda: ¿hasta dónde estamos dispuestas, dispuestos, a llegar por los nuestros?
 Peeta y Katniss no están preparados para el aplauso. El que reciben cuando ven que Cina, el estilista de Katniss, no es otro simio del capitolio. Él no es la puta de nadie. Él tiene un mensaje que lanzar al mundo. Y Katniss, con esa personalidad casi salvaje, arrolladora; es justo lo que necesita para dejar claras dos cosas: que la muerte no es la solución y que la chica en llamas va a ser un símbolo. Pase lo que pase. Me encantan los personajes bien perfilados, esos rotos de miedo y sueños. Katniss es justamente eso: un retazo de tiempo todavía sin pulir. Un maldito papel en blanco que, cuando empieza a dejar que la tinta resbale, cuenta mucho. Porque Katniss es fuerte como pocas, insubordinada, terriblemente impulsiva… y muy protectora. Creo que es eso. El hecho de que ella luche con uñas y dientes por cada persona que considera que merece la pena. El hecho, joder, de que dé un final digno a Rue cuando toda esa chusma que infecta las altas esferas del Capitolio se frota las manos ante el espectáculo. Katniss es revolución incluso cuando no es más que una niña aterrorizada de sí misma. Chapó, chica en llamas.  Peeta es, probablemente, uno de mis personajes masculinos literarios favoritos – lo siento, cielo, pero nadie desbanca al equipo Weasley (aquí no entra el sucio, cochino y traidor Percy Weasley)–. Un chico dulce, atento, terriblemente tierno. El mismo que se deja la piel por ayudar a Katniss. Porque a Peeta, en realidad, no le importa tanto su vida. Él vive en un hogar roto, pese a comer cada día. Uno en el que la madre hostiga y el padre se somete. Uno en el que no es más que ese niño que cae bien, pero que no se ha encontrado a sí mismo. El chico íntegro, el maduro… que se pierde entre silencios, porque pesa mucho todo lo que no se dice y muy poco lo que debe suponerse y no se hace. Es que… quiero morir siendo yo mismo. ¿Tiene sentido? No os voy a contar nada más, porque esta locura brillante vale la pena leerla. Tal vez no sean los mejores libros de vuestra vida, pero sí os puedo prometer, y os prometo, que son entretenidos. Y que son un grito. Uno contra la opresión. Porque la política está muy presente en Los juegos del hambre. Y me complace deciros que nuestros personajes odian con cada célula de sus cuerpos el sistema que los domina. Eh, Capitolio… vas a arder. Y lo sabes.Quiero hacer algo ahora mismo, aquí mismo, algo que los avergüence, que los haga responsables, que les demuestre que da igual lo que hagan o lo que nos obliguen a hacer, porque siempre habrá una parte de cada uno de nosotros que no será suya.
Atrevida, tierna, cruel; Los juegos del hambrees una novela que no deja indiferente. Acción a patadas, ese punto de romance y el inicio de una locura que vale, y mucho, la pena.Nota: 4/5

Volver a la Portada de Logo Paperblog