Revista Sociedad

Resucitar a Cervantes

Publicado el 12 abril 2016 por Abel Ros

Me contaba Carmelo – un viejo conocido del Maracaibo – que a su hija, de cinco años, le leía todas las noches fragmentos del Quijote en lugar de Blancanieves y cuentos por el estilo. La niña conocía a Sancho y Rocinante como si fueran de su familia. Tanto es así, que en su habitación colgaban dibujos de Dulcinea; espadas y herraduras. Carmelo es profesor de Lengua y Literatura en una universidad de las tripas parisinas. Siente tanta pasión por Cervantes, que su tesis doctoral versó sobre el habla popular de los tiempos del Quijote. El otro día, tras varios meses sin saber de él, me envió un correo. Me pedía que por favor escribiera algo acerca del cuarto centenario de la muerte de Saavedra. Algo parecido a "huesos sin nombre", un artículo que escribí, hace un año, para Levante EMV.

Estimado Carmelo como sabes, aquí – en España – el Gobierno está en funciones. Los medios de comunicación dedican gran parte de sus portadas a los dimes y diretes entre los líderes políticos. Parece, como si lo único importante que sucediera en nuestros intramuros fuera la política y, nada más que la política. No es justo que el aniversario de Shakespeare se celebre por todo lo alto en el Reino Unido y que, el centenario de don Miguel de Cervantes Saavedra – nuestro autor – sea ninguneado por culpa de las circunstancias sociopolíticas del momento. Ante esta injusticia, debemos revelarnos para que el manco de Lepanto no muera para siempre. Para ello, para que Cervantes resucite, sería conveniente que entre todos aportáramos nuestro granito de arena a tan grande monumento.

Para resucitar a Saavedra; sería conveniente que los alumnos escribieran, cada mañana, una frase de su obra. O, por ejemplo que en las oficinas, los empleados y empleadas cambiasen el salvapantallas de sus ordenadores por ilustraciones del Quijote. Desde la prensa escrita, no estaría mal que durante los meses venideros se dedicara algún que otro apartado al manco de Lepanto; análisis de fragmentos; cartas de lectores; viñetas y columnas de opinión, por ejemplo. Sería formidable que la televisión pública volviera a retransmitir los cinco capítulos de "El Quijote", obra dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón y protagonizada por Fernando Rey y su "escudero" Alfredo Landa. Otra forma de recordar al maestro sería que todos escribiéramos en "nuestro estado" de wasap una frase del ilustre caballero. Son, como ven, gestos irrisorios pero suficientes para que Miguel obtenga el reconocimiento merecido.

Aunque desde la muerte de Miguel hayan transcurrido cuatrocientos años; lo cierto y verdad es que su mensaje sigue vivo en las relaciones del presente. El Quijote fue algo más que un loco cabalgando contra gigantes imaginarios. El Quijote – y perdonen por la redundancia – representa la ceguera que provoca la pasión por la tarea. Cuántos artistas a lo largo de la historia han enloquecidos tras esculpir sus figuras. Cuántos han sido tratados de frikis en un mundo de borregos. El Quijote simboliza a ese conjunto de seres que percibimos como raros y anhelamos en silencio. Sancho, sin embargo, representa a quienes prefieren la comodidad del ahora a la incertidumbre del mañana. A quienes se dejan llevar por los otros; a los confiados e incultos – a los paletos de campo, en palabras actuales -. Si miramos a nuestro alrededor veremos que en el mundo abundan los Sanchos y escasean los Quijotes. Ojalá, que algún día, se produzca la quijotización de los Sanchos y la sanchificación de los Quijotes. El día que ello suceda, habremos ganado en empatía, respeto y tolerancia; los grandes mensajes que nos transmitió Cervantes.


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