En la lista, larga lista, de los juegos que salieron a la sombra de Doom hay casos de fracasos muy sonados por lo mucho que fueron publicitados y lo desastrosos que resultaron ser.
Algunos de ellos son juegos de culto, aún dentro de su casposidad, como William Shatner’s: Tekwar1 o Cyclones, pero otros, como el que nos ocupa, sólo es recordado por los que lo jugaron y sufrieron.
Imaginad un juego programado por un grupo de gente que pasa la resaca a base de crack, cogiendo trozos de otros juegos y, tras pasarlos por una metafórica (o no tanto) picadora, metiéndolos en su propio juego. Un juego que no se toma en serio a sí mismo, pero tampoco, desgraciadamente, al jugador. Un helado de mierda recubierto de vómito que ha caido en una letrina y… bueno, creo que lo pillais.
En efecto, hablamos de… ¡The Fortress of Dr. Radiaki!2
The Fortress of Dr. Radiaki / Merit Software / PC
The Fortress of Dr. Radiaki es un juego que llevaba tiempo queriendo revisitar, al igual que hago con todos los que comentamos en RetroGamingMonday, que son jugados de nuevo antes del artículo. Quería volver a pasar por él porque cuando lo jugué, procedente de uno de esos CDMix que todos tuvimos a mediados y finales de los 90, no supe ver más allá de los gráficos lamentables, el sonido putrefacto y un diseño de niveles que haría llorar a un fan de Final Fantasy XIII.
Pero hay veces que no es que no sepamos apreciar algo: es que se trata de una colosal mierda de la que no hay nada que sacar.
Perpetrado por un único programador, dos grafistas y dos diseñadores, bajo el nombre de Future Vision Inc, a finales 1994 aparece en un mercado saturado de clones de Doom, intentando hacerse un hueco supliendo los problemas jugables poniendo un poco de humor sobre la mesa.
El problema es que el humor había sido violado analmente en el diseño del juego y no estaba para bromas.
No es gracioso. No lo es.
El juego nos sitúa en la década de los 60, donde un científico loco llamado el Doctor Radiaki3 crea un ejército de mutantes con los que amenaza al mundo. Si no le pagan una cantidad de dinero medida en billones, destruirá el planeta y todo eso.
Y como no puede ser de otra manera, las naciones del mundo, así, en genérico, nos mandan a infiltrarnos en la fortaleza del maligno doctor… con un bate de baseball.
Sí.
Vamos a luchar contra ninjas, mutantes y cubanos… con un bate.
Estoy a favor de la progresión en el armamento en los FPS, pero liarse a ostias con un bate contra castristas armados con armas de fuego me parece subrealista, por mucho que no deje de ser una deliciosa metáfora. Vale, enseguida nos hacemos con una pistola, pero coño, nos lanzan de cabeza contra la fortaleza enemiga con un bate.
Sea como sea, el juego es más un Wolfenstein 3D que un Doom, pues su motor gráfico es limitadísimo, mostrando unas texturas de bajísima resolución y unos movimientos nada fluidos. Pero si el juego de ID presumía de niveles bien diseñados y laberínticos, en este caso estamos ante un juego aburrido, ya que si bien tenemos un mapa, las texturas de los escenarios, completamente iguales, hacen que sea muy complicado orientarse. Lo que sumado a la imposibilidad de ver a los enemigos hasta que estamos encima hace que el juego sea mucho más complicado de lo deseable. Eso sí, los enemigos nos ven y disparan a kilómetros, bastando con que estemos en la misma habitación.
Estamos a un segundo de oír una de las mejores frases de la historia de los FPS
Pero añadamos sal a la herida.
Los controles, pieza base y pilar de un FPS, son terribles, como no podía ser de otra manera. Por alguna razón, alguien decidió que SHIFT es el ataque y CONTROL el interactuar.
¿Strafe? Donde vamos no necesitamos strafe.4.
Y claro, el personaje parece que vaya rebotando por las paredes, abrimos y cerramos las puertas a la vez, y el apuntar recto se convierte en una tarea dificultosa al extremo.
Pero, ¡ay! llegamos a mi parte favorita del juego: el sonido.
Y es que si The Fortress of Dr. Radiaki tiene un aspecto que hace que muchos lo recordemos tantos años despues es la guasa sonora que tiene en ciertos momentos.
Como ya hemos dicho, el juego no deja de ser una gran broma, empezando por el argumento, continuando con los enemigos y finalizando por el sonido, porque si a lo chusco de los cubanos con puro que nos encontramos sus voces, la carcajada está asegurada. Éstos nos soltarán constantemente frases en “cubano” como “¡cuidado!” cuando somos detectados, “¡ay, mi cabesa!” o “¡ay, virgensita!” al morir o “flores para los muertos” cuando nos matan ellos.
Aparte, se identifican sonidos vilmente robados de otros juegos, lo cual le quita bastante gracia.
En fin, es algo que debeis ver vosotros mismos.
Y sí, hay más enemigos en el juego, pero es en el principio cuando el juego gasta todos sus cartuchos. Ni los ninjas geriátricos, ni las ratas gigantes de cera, ni los samurai-maniquí ni los hombres-cocodrilo hechos de moco tienen ese yo-qué-se5 de los cubanos.
En el fondo ese es el problema con The Fortress of Dr. Radiaki: lo poco bueno que tiene que ofrecer, que es su sentido del humor, lo vemos en los primeros dos minutos de juego. A partir de ahí empieza una espiral de tedio6 provocada por lo aburrido de los niveles y la ausencia total de carsima del título.
El problema del juego no es que no aporte nada a los FPS, cosa muy difícil a finales del 94, e innecesaria en el fondo, sino que es un juego que, por mucho que los medios fueran horriblemente limitados, no se esfuerza en absolutamente nada y se sube a un carro en el que ya no cabía más gente.
Hasta el menú es cutre, coño...
¿Merece la pena jugarlo a día de hoy? Mi respuesta es un sí rotundo, por la simple experimentación de las bostas que nos tragábamos por el ansia de jugar a “otro Doom” en esos años. Sólo aguantareis el primer nivel, dos como mucho, tres si os gusta poneros pinzas en los pezones y cuatro si gustais de conectar esas pinzas a una batería de coche.
El juego es uno de los peores FPS que he visto, por motor, diseño y jugabilidad7 pero el momento de ojiplatismo que provoca es delicioso y, lo que es mejor, os permitirá reiros en la cara de los que se empeñan en poner a Daikatana en la lista de los diez peores juegos de la historia.
Porque sí, The Fortress of Dr. Radiaki es, sin lugar a dudas, uno de los FPS más cutres, casposos y vergonzantes jamás programados.
Y por eso mismo debéis jugarlo.