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Roberto Bolaño — Cielo es el infierno

Por Eclaros

Me detengo frente a un cielo rojo,
sin interrupciones,
bajo una tormenta equidistante.

Las aves han huido, junto a lobos y alacranes.
Un sonido, espeso como el pensamiento,
me revela:
Ya no hay otro día, la muerte ha comenzado.

Me despierto en una habitación vacía;
las paredes son cubiertas por espejos y colores
que se quiebran en la acción de las palabras.

Los recuerdos se han desvanecido:
el alcohol, el tabaco, la vejez.

No me da la cara ni comenta su final,
aunque entiendo que muy pronto
nos veremos.
Entre las montañas, oigo los tambores
que me dan la bienvenida.

Camino sin tocar la arena; dos sujetos
me reciben
y me esparcen la pintura negra sobre el cuerpo.
Uno de ellos palmotea un giro rápido;
otro me aconseja discreción.

Me despido ahora, sin pensar
en lo que viene,
sin sentir ni recordar.

Me despido ahora, como siempre,
entre una voz que no se escucha,
el mayor de los silencios
y mi irrevocable entrada al horizonte.

de Antología visceral: ficciones
dentro de ficciones

Roberto Bolaño — Cielo es el infierno


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