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Roma, siempre eterna

Por Atableconcarmen @atableconcarmen

Roma, siempre eterna
  
Cuando pusimos pie en Roma ya había oscurecido. Es lo que tiene el invierno, los días son muy cortos y gran parte de las tardes son oscuras. Pero todo tiene su encanto y Roma, Siempre Eterna, también lo es con la iluminación nocturna.
Pasamos por el hotel para dejar las maletas y enseguida salimos a pasear bajo la luna. En menos de 10 minutos nos encontrábamos ante la Columna de Trajano dominando el Foro del mismo nombre. Preciosa columna erigida para conmemorar la victoria en la guerra contra los dacios y en la que sus bajorrelieves narran estas batallas.
Roma, siempre eterna
Al fondo, el monumento en homenaje a Vittorio Emmanuelle II, una enorme construcción en mármol blanco también conocida como Altar de la Patria. Prefiero la Roma antigua, así que atravesamos Piazza Venezia y nos dirigimos hacia la vía del Corso y de ahí nos desviamos hacia la izquierda en dirección al Panteón. Me apetece un helado y vamos a por él. Si estás en Roma es obligado pasarte por la Heladería Giolitti.      
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Después nos dedicamos a vagar sin rumbo por las calles romanas.  
 
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Con la luz del nuevo día volvemos al Foro de Trajano, me encanta observar lo que fueron sus bibliotecas, imaginar el ajetreo de su inmenso mercado, el templo de Venus y un pensamiento, el día que descubran cómo viajar en el tiempo, sin duda alguna, Roma será uno de mis principales destinos, quizás el primero.  
Atravesamos la calle y caminamos en dirección al Coliseo mientras el Foro Romano se nos queda a nuestra derecha, hay muchas colas de visitantes en todos los monumentos, pero no nos afecta por que esta vez sólo pasearemos alrededor de ellos. Seguimos hacia el Arco de Constantino y de aquí hacia el Circo Máximo.  
  
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El Circo Máximo es ahora un lugar de paseo, en su época era donde se celebraban las carreras de caballos y otros actos lúdicos. Aún hoy en día, sorprende su tamaño y es fácil imaginar el barullo del público y la polvareda que se levantaría con estas carreras. Nosotros lo bordeamos por la vía del mismo nombre hasta que llegamos a una calle estrecha y con pendiente que nos lleva al Jardín de los Naranjos.  
 
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Con este nombre podríamos pensar que estamos en Sevilla, pero el Jardín de los Naranjos, Giardino degli Aranci, está situado sobre el Monte Aventino y es un remanso de paz y tranquilidad desde se obtienen las mejores vistas de Roma.  
Quizás por su ubicación y también porque no figura entre las principales atracciones turísticas de la ciudad, este agradable rincón de Roma es poco concurrido, por lo que resulta de lo más recomendable si apetece darse una vuelta por un entorno romano sin demasiados turistas, cosa no demasiado fácil.  
 
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Tras un merecido descanso con bellas vistas y, porque no decirlo, algo de fresco, no se puede esperar algo diferente en invierno, deshicimos nuestros pasos hasta la vía Circo Massimo y nos dirigimos hacia la Boca de la Verdad. De ahí cruzamos el Tíber y nos adentramos en el Trastévere.    
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Cada vez que visito Roma de nuevo, me encuentro con un Trastévere más concurrido y esta vez no fue diferente. Pequeñas tiendas y restaurantes han proliferado en el barrio, con lo que hay mucha vida y mucho ir y venir de visitantes. Nosotros nos encaminamos hacia la Basílica de Santa María en Trastévere en la que destacan los mosaicos dorados de la fachada y el aspecto medieval que todavía conserva.
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Callejeamos un poco y a nuestro encuentro sale el Horno La Renella, un horno a leña que data de 1870 con un amplia lista de panes y porciones de pizza, ideal para el tentempié de media mañana y por qué no, también para cuando vuelves de fiesta, porque sólo cierra unas horas de la madrugada. Así que ya sabéis, si andáis por el Trastévere hacerle una visita.       
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Salimos del Trastévere, cruzamos el Tíber y sin darnos cuenta nos encontramos en los alrededores del Campo di Fiori. ¡Cómo ha cambiado! Poco a poco he ido viendo como ha ido evolucionando.  No tiene nada que ver con la primera vez que lo visité. Antes era un mercado de donde se nutrían los romanos, ahora casi todos los puestos están orientados a souvenirs de productos de alimentación. Menos mal que todavía queda alguna tienda tradicional en los alrededores.       
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En esta ocasión llevaba una lista de restaurantes más larga que la duración de mi estancia. Hostaria Constanza  se encuentra situado en una de las callejuelas que parten de Campo di Fiori y allí fue donde tomamos nuestro almuerzo.
Nosotros elegimos Bresaola con Parmesano y Rúcula, Espaguetis Cacio e Pepe y  Raviolis de Alcachofa, todo acompañado con un vino Montepulciano d'Abruzzo y un Tiramisú de postre. La pasta me gustó muchísimo y el restaurante es otro de los que se queda en mi agenda para repetir  en otra visita a Roma.
 
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Después nos fuimos paseando a la cercana Piazza Navona que estaba llena de gente y en la que habían plantado un carrusel que, desde mi punto de vista, le restaba belleza a la plaza. Así que seguimos hacia el Panteón, que el día anterior lo vimos por la noche.
 
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Entre la Piazza Navona y el Panteón, hay una calle donde se encuenta la Iglesia de San Eustachio, fácilmente de identificar por que está coronada por la cabeza de un ciervo con cornamenta y una cruz, justo enfrente se encuentra Il Caffé Sant Eustachio, probablemente uno de los mejores cafés del mundo y, sin lugar a dudas, donde he podido tomar los mejores capuccinos de mi vida. De hecho, se convirtió en parada obligatoria cada uno de los días que estuve en Roma.
 
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En invierno la luz del día desaparece muy pronto y por las calles estrechas de Roma todavía se nota más. Íbamos a volver al hotel a dejar algunas compras, descansar un rato y volver a salir para seguir disfrutando de Roma, pero antes estuvimos dando vueltas por las calles que rodean a la Fontana de Trevi, siempre abarrotada de gente. Los que la visitan por primera vez y quieren volver a Roma y los que no se cansan de observarla cada vez que vuelven a la ciudad eterna, como es nuestro caso.   
 
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Para cenar elegimos el restaurante Maccheroni. Confieso que no era éste nuestra primera opción. Da Felice a Testaccio era en realidad donde hubiésemos deseado cenar, pero cuando intentamos reservar un día antes, ya estaba todo completo para cualquier día de nuestra estancia en Roma, lo mismo nos pasó con el segundo de la lista, así que si tenéis previsto ir a Roma y visitar ciertos restaurantes, intentad hacer la reserva antes.
Nosotros volvimos a la zona del Panteón en la que hay bastantes restaurantes y algunos de ellos ya nos habían llamado la atención, como el restaurante Antonio o el Maccheroni, que fue por el que finalmente nos decidimos y en los que tomé unos Tagliatelle con Trufa que estaban para chuparse los dedos.
 
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Otro de los días que estuvimos en Roma, nos fuimos paseando hacia la Basílica de San Pedro. No es que esta zona me llame especialmente la atención, en cuestión arquitectónica hay otras zonas de la ciudad eterna que me atraen mucho más. Pero no sé como nos las arreglamos que al final nuestros pies siempre nos traen hasta esta plaza.
Quizás la proximidad al Castillo de Sant'Angelo, el puente y las vistas que desde ahí se obtienen tanto del Tíber como del castillo sean la causa, por que es ahí, en el puente, junto a los ángeles que  miran al castillo, donde perdemos la noción del tiempo y pasamos un buen rato.
 
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De ahí nos vamos bordeando el río y lo volvemos a cruzar para adentrarnos, una vez más, en el Trastévere. Será nuestra última comida en Roma y queremos hacerlo en este barrio.
Nos pasa lo mismo que la noche anterior, la primera opción nos falla. Da Enzo, una sencilla trattoria donde todo tiene una pinta de lo más apetecible está a tope, con lista de espera bastante larga. Optamos por el plan B y acertamos de lleno. Osteria della Gensola, pequeño y elegante restaurante, de lo más acogedor, con una cocina romana auténtica en los que los productos marineros tienen gran protagonismo.
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Elegimos como entrada unas Vieiras con tomate y albahaca al aceite de piñones, realmente exquisitas, y como plato principal unos Ravioli de Lubina y Salvia, delicados y sabrosísimos y unos Espaguetis de Berenjena y Gambas con mucho sabor a mar. Una tarta de manzana con helado de canela fue el postre. Riquísimo broche final a nuestra estancia en Roma, sin lugar a dudas.     
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Salimos tarde del restaurante y, como es habitual en nosotros, nos fuimos dando un largo paseo. Llegamos al Foro Romano cuando comenzaba a caer la tarde y el sol estaba ya escondiéndse en el horizonte. ¡Qué bonita puesta de sol! Iba a ser nuestra despedida.
 
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  Luego nos volvimos a perder por las calles, dando un rodeo antes de volver al hotel a por nuestro equipaje. 
Pasamos por la Pizzeria Baffettto, recomendada en todas las guías turísticas y en la que siempre hay gente esperando su turno fuera. No fuimos en esta ocasión, sí que cenamos aquí hace años y la impresión que me llevé era que las pizzas estaban bien pero que no era para tanto. Quizás la próxima vez que vuelva a Roma, ¡quién sabe!
 
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A tener en cuenta:
  • Transporte:
    • Bus, Metro y Tranvía: los billetes se compran en los kioscos, cuestan 1.5€ cada uno y tienen una validez de 100 minutos desde que se validan, por lo que permite realizar diferentes viajes, durante este tiempo, en bus o tranvía, pero un sólo viaje en metro. Se pueden comprar varios y no caducan. Resulta más interesante que cualquier otra tarjeta de transporte.
    • Trenitalia: Trenes regionales e internacionales. Se pueden comprar los billetes por internet con dos meses de antelación, encontrando precios interesantes.  
  • Alojamiento: Hotel Eurostars International Palace ****
     
  • Restaurantes y Cafés de interés: 

Bon Voyage


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