Revista Política

Rompamos con las trincheras morales en el debate político

Publicado el 25 septiembre 2014 por Trinitro @trinitro

trinchera
Los debates políticos cuando tienen a ser complejos e incómodos nos sacan de nuestra zona de confort. Por eso buscamos refugios y trincheras. Una es la de la negación de determinado problema, otra es rodearte sólo de gente que piensa igual que uno mismo y la tercera es buscar la trinchera moral.

En el caso del procés català hay trincheras morales muy cómodas. Voy a describir algunas sin ponerle paños calientes. Quien quiera comodidad que no lea este artículo.

El “Espanya ens roba” servía a los independentistas identitarios. España era un ente indefinido con el que no hay apego y que podía interpretarse como el enemigo externo. El robo es un acto antisocial y luchar contra ello es cómodo. El argumento deja de ser útil en el momento en que entre los independentistas también hay personas con apego a España “España” no es una amalgama indefinida de poderes, sino el primo del pueblo o la primera novia, son parte incluso de ellos mismos, y ese discurso ha de modificarse. Es más constructivo, rico y permite un mayor diálogo el “déficit fiscal catalán es demasiado alto para el diferencial de riqueza que se genera en Catalunya”. La primera es una argumentación moral, la segunda es política, económica y por tanto discutible.

Otra trinchera moral es “No pueden estar en contra de la democracia e impedir votar”. He de reconocer que a veces también me refugio en ella, ya que su construcción es bastante potente y atractiva, pero creo que es injusta. Se puede ser demócrata y estar en contra de la consulta catalana y se puede ser demócrata y estar a favor. Desde la perspectiva de muchos demócratas que no quieren la consulta el cuerpo social soberano es el conjunto del pueblo de España, para otros el cuerpo social soberano lo es el conjunto de ciudadanos de Catalunya. Es más difícil decir “nos diferencia la definición de pueblo soberano”. Creo que los que defendemos la consulta podemos argumentar que se nos niega la soberanía, que nosostros nos reconocemos (al menos en un porcentaje muy amplio y creciente de ciudadanos) sin necesidad de no llamar antidemócrata al que lo hace. En el otro lado tal vez tenga que reconocer que la postura soberanista también es demócrata, pero frente al “no dejar votar”, reconozco que su trinchera moral es ridícula.

Por el lado unionista hay algunas trincheras morales, algunas llenas de miseria humana. La que les hubiera agradado que existiera y de vez en cuando la sacan la de “los indepes son violentos” es la que han querido buscar. Algunos para quedarse en esa trinchera han intentado ver agresiones inexistentes a Rivera, han comparado con el país vasco como ha hecho recientemente la miserable de Rosa Díez, quieren dibujar como Arcadi Espada una Catalunya donde se persigue a quien no piensa como “los buenos catalanes”. Se quiere utilizar el argumento moral del perseguido, del que lucha contra la manipulación, del espíritu libre. Una trinchera muy miserable, todo hay que decirlo, porqué sin negar a Arcadi Espada que el pujolismo intentó crear un zeitgeist donde Catalunya, la patria y la nación eran él y CiU, ese zeitgeist hegemonista no cuajó en toda la sociedad y poco explica que lo que realmente más hegemónico fuera un catalanismo interclasista y abierto. Que en Catalunya hubo movimientos terroristas, pero que estos, por suerte, duraron cuatro días y se retiraron, que en Catalunya gente como Rivera o Camacho van por la calle sin necesidad de un escolta o que en un bar puedes decir tranquilamente que crees que la independencia es una patochada. Que las familias tienen miembros que opinan distinto y no ocurre nada, que nadie tiene miedo de decir su opinión, más allá de la crispación que se genera con cualquier otro tema político.

La vieja y abandonada trinchera de “la democracia cabe de todo y cuando seáis mayoría hablamos”. Era una trinchera muy cómoda mientras los independentistas en las regiones que existen esos movimientos fueran minoría. La famosa frase de

Otra trinchera es la del imperio de la ley. Sí, cierto, la legalidad responde a la mayoría parlamentaria que se supone que representa la mayoría social. Pretender cambiar la legalidad por vías que no pasen por el Congreso y el Senado es anatema. Partiendo de que cambiar profundamente la legalidad española que ha de superar el 1/3 de bloqueo del Congreso y del Senado es como risible, pero aceptemos esa postura política, no moral. El argumento moralista detrás de todo ello es que todo lo que hagas que vaya en contra de ese imperio de la ley es atentar contra el fundamento de la democracia que es el estado de derecho. Olvidando que la democracia tiene herramientas legales reconocidas para romper mayorías parlamentarias de bloqueo y forzarlas a negociar (por ejemplo, las huelgas generales) y que cualquier conjunto de ciudadanos es libre de utilizarlas y no por ello viola el estado de derecho, incluso si al final lograra su objetivo y el Congreso desbloqueara la consulta a pesar de los deseos y preferencias expresados. También olvidamos que las democracias tienen instrumentos que van más allá del estado de derecho y que lo cuestionan cuando este hay un conjunto de ciudadanos que lo consideran injusto y es la desobediencia civil. Parece que tengamos que retrotraernos a la lucha obrera de inicios del siglo XX para buscar ejemplos de desobediencia civil (entonces las huelgas generales no eran legales), pero no. Reciente es el caso de los movimientos de derechos civiles en democracias avanzadas como EEUU o Reino Unido, años 60 y 70. Pero más recientes y próximos, el movimiento de la insumisión a la mili obligatoria, el movimiento vecinal de los 80 y 90 que secuestraba autobuses (y algunos lo siguen haciendo), los cortes de tráfico ilegales pero tolerados que se siguen haciendo por numerosos colectivos, la acción de consciencia de médicos y los pactos tácitos que se realizaban en muchos centros sanitarios para facilitar el aborto antes de la ley del aborto de ZP o más recientemente los piquetes en la puerta de desahucios para forzar la negociación al acreedor de una hipoteca. Podemos discutir si la desobediencia civil está justificada o no en el caso de la consulta catalana, si es mejor no hacerla si es ilegal, etc.. pero el argumento de “estáis intentando romper el estado de derecho” como argumento moral es, además de falso (o tan aplicable como al movimiento vecinal), una trinchera para no afrontar un problema político.

Sóis nacionalistas/os creéis mejores/etc… Es el argumento de cosificación. Tú defiendes lo que defiendes porqué tienes un fundamento irracional. Partiendo de que todos tenemos elementos irracionales en nuestra visión del mundo, incluída la política, yo no me considero mejor que otro por considerar una estructura de organización territorial. Ni espero que nadie lo haga. Escucharé sus argumentos para defender la actual (o una hipotética nueva) estructura territorial, sin ponerme a juzgar que él defienda la unidad de España por su etnicismo hegemonista. No lo sé, y no me importa. Considero mi interlocutor como un adulto que tiene sus argumentos y que ambos tenemos posiciones encontradas en un tema y que este debate es político, no moral. “Eres nacionalista”, “eres etnicista”, “te crees mejor” tiene su réplica “eres nacionalista español”, “eres hegemonista”, “quieres someternos”, que nos mete en el debate moral que no sirve de nada. Se puede defender la riqueza cultural y lingüística de tu país sin ser nacionalista, igual que se puede defender la riqueza natural, ecológica y paisajística sin serlo, se puede defender una estructura determinada del estado sin ser nacionalista. Se puede defender la unidad de España desde un punto de vista republicano y no ser un nacionalista español. Pero esa trinchera es muy cómoda.

De ahí que ante el que se atrinchera en la trinchera moral tengamos que actuar como tropas de asalto, tirarle granadas argumentales que le hagan salir de ella y no se la hagan cómoda o simplemente no aceptar el debate desde términos morales y dejarles de lado hasta que actúen como adultos que pretendan tener un debate racional. Aunque esto te deje como un intransigente. Es preferible serlo a caer en el debate moral, porqué en este debate nadie puede asumir “perderlo” ya que implica haber defendido posturas amorales. Y yo no quiero derrotar a mi interlocutor y demostrar que era mejor persona que él, quiero acercarle (ya ni siquiera convencerle) a mi postura para que la entienda, y si me creo o él se cree moralmente superior eso es imposible.

Así que granadas, muchas granadas, que rompamos esa trinchera que no sirve para elaborar ni un sólo argumento.


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