Revista Cine
Ningún autor de novela negra ha llegado a mostrar la profundidad psicológica de Ross Macdonald en la creación de personajes ni ha alcanzado la la perfecta simetría de las historias de este maestro estadounidense. Macdonald es el mejor escritor de novela negra porque en sus obras la literatura es la primera exigencia, la literatura de calidad, que se presenta a través de una prosa impresionista y bellísima, llena de imágenes lúcidas, poéticas, sensibles e imperecederas. El conjunto de novelas dedicado al personaje de Lew Archer es superior al de Chandler y Marlowe, que cuenta con una obra maestra y varias menores y una incluso bastante menor, mientras que el ciclo Archer no presenta ninguna caída y dos o tres obras de altísima calidad. Chandler alzó una obra maestra y alrededor varias de entidad menor que constituyeron el camino para llegar a la cumbre y también una pendiente de bajada abrupta. Macdonald, a quien vituperó Chandler acosado por los celos profesionales, legó un conjunto que invita a la lectura continuada y a apreciar un cuadro amplio de la vida californiana del pasado siglo centrada ante todo en las familias y sus secretos, en el amor destructivo y en los hijos con mala suerte. El escalofrío es una novela con una gran carga psicológica, que hunde sus raíces en el psicoanálisis sin máscaras ni subterfugios. Archer va dejando de lado las armas de fuego y los puños para afilar sus preguntas, indagar con su mente y su presencia invitadora y su paciencia y su deseo de saber qué motiva a querer y a odiar. Sus inquietudes son universales, sus procedimientos no tanto: la búsqueda de la verdad le expone al dolor ajeno, al padecimiento fuerte y concluyente de algunos que atesoran secretos y miedos a partes iguales, que lo manchan con sus dudas y sus actos no siempre perdonables. Archer, a diferencia del terapeuta, entra en las aguas del sufrimiento de quien habla y se expone ante sus ojos, Archer se compadece y toma un camino u otro porque apuesta por devolverle a alguien su buen nombre, porque le duelen las mentiras que dañan a los inocentes. Y, como no es un héroe, no siente que al caer el último velo ha triunfado: cada caso que se cierra es un nuevo mazazo, más leña en la hoguera de los odios y las insidias, las asechanzas y la crueldad humana. Archer, personaje que tanto le debe a la tragedia griega, cuando acusa sabe que una parte de sí mismo también está siendo expuesta y sacrificada, porque todos somos lo mismo aunque no hagamos lo mismo, aunque no nos condenemos sino individualmente por culpa de nuestros errores individuales. Novela de amor, de loco amor, novela de apasionado amor, de destructivo amor, novela que sin el amor no se entendería, El escalofrío es una novela que no tiende trampas, que no encierra misterios que se develan al encontrar un plano misterioso o tras adentrarse en pasadizos ocultos, no tiene personajes antisistema ni fragmentos fantásticos, no puede aparecer como rabiosamente actual porque fue escrita para ser sincera, sin añagazas ni pinceladas interesadamente bañadas con la pátina de la actualidad, y constituye una apuesta por una verdad enteramente humana y a ella fía todo su valor como creación, algo que en otra época tanto hacía escribir a los críticos y a los estudiosos. Quizá por eso tiene tanta pinta de ser eterna.
Frases de la novela:
Me conmovió su belleza ligeramente huraña.
Su voz tenía un campanilleo administrativo y sus modales mostraban la pesada desenvoltura de un político, que oscila entre la amenaza y la lisonja.
Estaba en esa edad en que todas las cosas hieren.
Sus grandes ojos deshonestos que trataban de ser honestos.
(Traducción de Adriana T. Bó)