Revista África

Ruanda vuelve a hacer de las suyas en el Congo

Por En Clave De África

(JCR)
Las cosas van de mal en peor en el Este de la República Democrática del Congo. El viernes de la semana pasada los amotinados –o rebeldes del M23 como se hacen Ruanda vuelve a hacer de las suyas en el Congollamar- tomaron la localidad de Bunagana, en la frontera con Uganda, y dos días después ocuparon Rutshuru y Rubare, situándose sólo a 60 kilómetros de Goma. Conozco muy bien estos lugares, por donde he pasado infinidad de veces el año pasado. Esta enésima rebelión que azota la zona Este del Congo(la región del Kivu), muy rica en minerales, ha causado ya 200.000 desplazados internos y unos 30.000 refugiados en países vecinos. Detrás de este pandemonio está la mano de Ruanda, que sigue agitando las aguas del Congo para su propio provecho sabiendo que su poderoso aliado norteamericano le protegerá.

Desde mediados de los años 90, el gobierno del Frente Patriótico de Ruanda tiene la fea costumbre de invadir su vecino cuando y como quiere, y de paso arramblar con sus recursos naturales, sobre todo el coltán, la casiterita, el oro y la bauxita. El esplendor de Kigali, con sus nuevos barrios de edificios de diseño, y de otras ciudades ruandesas como Gisenyi, enfrente de Goma, se han construido gracias a lo que han robado a su vecino congoleño. Durante la primera invasión, en 1996, la excusa fue terminar con los antiguos soldados y las milicias hutus que habían cometido el genocidio dos años antes. Dos años después, Ruanda volvió a realizar otra ofensiva para intentar derrocar a su antiguo padrino Laurent Kabila cuando éste se cansó de ellos. En estas dos primeras invasiones, los soldados del Frente Patriótico cometieron horrendas masacres de civiles que han sido documentadas ampliamente, sobre todo en el informe de Naciones Unidas “Mapping Exercise”, publicado en octubre de 2010. Más tarde, en 2008, Ruanda volvió a enviar tropas para apoyar la rebelión del General Laurent Nkunda y sus rebeldes tutsis del CNPD. Presionada por la comunidad internacional, Kagame dio un giro repentino y detuvo a Nkunda. En enero de 2009 alcanzó un acuerdo con el presidente Joseph Kabila y las aguas se calmaron, al menos de momento. Como parte del tratado, los combatientes del CNDP se integraron en el ejército congoleño.

Pero durante los últimos tres años, el CNDP ha sido en realidad un ejército dentro del ejército nacional, con su propia cadena de mando, sus zonas de influencia en las que han cobrado impuestos a todo el que se encontraba en ellas: desde compañías mineras hasta campesinos que llegaban a sus puestos de control con su bicicleta transportando sacos de carbón y que eran obligados a pagar entre 10 y 15 dólares. Su líder, el general tutsi Bosco Ntaganda, sobre quien pesa una orden de arresto por parte de la Corte Penal Internacional, ha sacado durante el último año un beneficio personal de unos 15.000 dólares a la semana con estas redes de extorsión. En Goma impuso su ley del terror y durante los últimos años activistas de derechos humanos y opositores políticos han desaparecido y sufrido torturas y asesinatos por parte de sus hombres.

En marzo de este año al gobierno congoleño se le acabó la paciencia y empezó a trasladar a oficiales del CNDP a otros destinos, dejando claro que si estaban integrados en el ejército debía ser sin privilegios especiales. Entre el malestar que se creó entre los oficiales tutsis y los rumores de una detención inminente de Ntaganda, éste desertó con cientos de tutsis del CNDP, a los que se unieron algunos altos oficiales. Primero se hizo fuerte en las colinas de Masisi, su feudo tradicional, pero tras una ofensiva del ejército congoleño se instaló en las montañas del Kivu Norte vecinas a la frontera de Ruanda. Se calcula que tiene unos 1.500 hombres, menos de los más de 5.000 que tenía en 2009, pero los suficientes como para no dejar al Kivu en paz, sobre todo si se tiene en cuenta que tiene el poderoso apoyo de Ruanda. Este es el elemento que está prolongando la guerra.

El 13 de junio, durante una sesión informativa al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el “grupo de expertos” sobre el Congo, afirmó que tenía pruebas del apoyo de Ruanda al M23. Además de informar sobre reclutamiento de combatientes en Ruanda y el apoyo militar de su poderoso ejército, llegaron a afirmar que habían tenido lugar reuniones en las que participaron el ministro de defensa ruandés, James Kabarebe, su segundo de a bordo e incluso Laurent Nkunda, que oficialmente está en arresto domiciliario en Kigali.

Estados Unidos, aliado de Kagame desde hace dos décadas, bloqueó momentáneamente la publicación de esta parte del informe, pero sirvió de poco porque éste ya se había filtrado a diversos medios y el gobierno congoleño, que hizo todo lo posible para publicarlo. El 29 de junio se publicó finalmente el informe completo con toda la evidencia. Entre otras cosas se afirma que Ruanda no sólo ha proporcionado armas a los rebeldes, sino que incluso ha enviado sus propias tropas a suelo congoleño. Ruanda, como de costumbre, ha puesto el grito en el cielo y ha negado las acusaciones, echando el balón a su vecino y diciendo que los problemas del Congo se deben a la corrupción y la ineficiencia de su gobierno. Las pruebas que aporta el informe, a pesar de todo, son demasiadas y demasiado bien argumentadas como para tomárselas a la ligera.

En Estados Unidos empiezan a oírse ya voces airadas de autoridades de política exterior que cuestionan cómo se puede seguir apoyando a un régimen que, no sólo es cada vez más dictatorial hacia sus propios ciudadanos, sino que además desestabiliza a su país vecino con toda la impunidad del mundo. En el Congo aumentan los sentimientos anti-ruandeses, azuzados por políticos demagogos, y esto es algo que no puede hacer bien a nadie, porque guste o no en el Este del país hay una buena parte de su población que es de origen ruandés –tutsi y hutu- pero que son ciudadanos congoleños. La mayor parte de ellos sólo quieren vivir en paz con el resto de sus compatriotas y no tienen ninguna simpatía por Ntaganda y sus secuaces. Los soldados de la misión de la ONU(MONUSCO), por su parte, tienen un mandato demasiado limitado como para poner freno al avance rebelde. El pasado viernes murió uno de ellos, del contingente indio, durante la conquista de Bunagana. Mucho me temo que al final el gobierno congoleño, como ha hecho otras veces, no tendrá más remedio que tragarse la saliva, negociar con los rebeldes y seguir dejándolos hacer lo que les venga en gana. A no ser que la comunidad internacional se ponga seria con Ruanda y la obligue a dejar de una vez de mangonear a su vecino.


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