Revista Diario

Sábado en el Safari Park

Por Belen
Sábado en el Safari Park En casa hemos decidido que la mejor opción para pasar el fin de semana es elegir lugares al aire libre y huir de los viciados centros comerciales o lugares cerrados donde todos los virus infantiles se juntan y se mofan de todos los padres.
Como la llegada del frío no nos espanta, muy al contrario, vamos a hacer pequeñas excursiones con nuestra neverita a cuestas (no puede uno darse el lujo de andar comiendo fuera todos los días), conocer sitios cercanos, mucho campito y sobre todo respirar aire puro. Al peque este plan le gusta muchísimo, y a nosotros la verdad que también.
Ayer sábado empezamos con nuestras rutitas otoñales. El lugar elegido fue el Safari Park de Madrid. Y aunque cobran entrada, conseguimos un vale de descuento por la entrada del niño. Hacía tiempo que queríamos llevarle, y es una opción más barata que el Zoo o Faunia. Hicimos nuestra tortilla, nuestro pollito empanado, y neverita en ristre allá que nos dirigimos por la mañana. Hacía fresquito, pero el sol apuntaba que haría un espléndido día y así fue.
El nene disfrutó de lo lindo, primero con el recorrido en coche viendo a los animales sueltos. Como le gustó ver a los ciervos meter el hocico por la ventanilla en busca de zanahorias que comer. Por cierto, a los que queráis ir, os sugiero os llevéis una buena bolsa de zanahorias, bien baratas en el super, que allí por una bolsita de ná te cobran la friolera de 2 €uros. Los animalillos como saben que en los coches hay chuches, no veas como se arriman.
Después tocó la parte de la granja, aunque solo hay cabras, unos cerdos vietnamitas y un par de ciervos. Puedes entrar dentro y darles de comer, o estar jugando con ellos. Es la delicia de los críos. Al principio a mi hijo le daban un poco de repelús, sobre todo porque las cabras se avalanzan sobre ti en busca de una zanahoria que echarse a su repleta barriga (como pueden comer tanto). Pero después no quería irse de allí, hasta tres veces regresamos al recinto para que pudiera estar con ellas. Hasta se dio el lujo de regañar a dos que a sus ojos peleaban, aunque realmente era parte de un ritual de apareamiento. Mi hijo entre medias, intentando separarlas y regañando: -"Cabras, mal fatal, no se pelea, ¡¡a ver!! no os pegueis". Lo que se divirtió.
También tuvimos espectáculo de aves rapaces. La pasada primavera las cogió miedo, había una exposición en la playa y un buho se asustó cuando pasaba con el adiestrador muy cerca de él, batió las alas y claro, al nene le dio miedo. Pero ayer conseguimos que disfrutara de ellas viéndolas volar. Además hemos sacado de la biblioteca un vídeo de lechuzas que le encantó y todo ha influido en que su miedo haya desaparecido. De hecho en el recinto de las aves se pasó un buen rato admirando al Buho Real, quien me lo iba a decir.
Un paseo por el Mini Zoo, el recinto de las aves, el (mini) recinto de los insectos y el (mini) reptilario, completaron la visita. Un picnic en el coche, y una última visita a sus amigas las cabras dejaron a mi pequeño para el arrastre. Tardó 2 minutillos exactos en quedarse dormido según se sentó en el coche. ¡¡Pobre!!.
Pero no creáis que tuvo suficiente, la energía de los niños es inagotable. Su padre y yo íbamos con los pies doloridos y molidos por el largo e intenso día. Llegamos a casa y según estábamos aparcando el coche, su primera pregunta fue: -"¿y mañana dónde vamos?". ¡Madre del amor hermoso!, no habíamos llegado aún a casa, y después de nueve largas horas fuera de casa, esa es su inquietud. Ni que decir tiene que a las 21.30 estaba felizmente acostado en su cama. Pero el papi y yo no tardamos mucho tampoco.
Un estupendo día.

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