Revista Viajes

Saber practicar ciclismo de montaña en espacios naturales

Por Qnatur

En los años 80 la bicicleta salta del asfalto y conquista caminos, sendas y veredas dando lugar a toda una generación de bicicletas de montaña que nos permiten disfrutar de la naturaleza de otra manera.

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En las antiguas civilizaciones de Egipto, China e India aparecen los testimonios más antiguos sobre los antecedentes de la bicicleta. Pero se puede señalar como su antecesor al celerífero, un aparato de dos ruedas de madera unidas por una barra de madera que se desplazaba por impulso de los pies en el suelo.

La bicicleta, tal y como la conocemos ahora, apareció en Alemania en 1817. Se la llamaba máquina de correr ó caballo de diversión, precisamente por su utilidad tanto para desplazarse como para divertirse.

A comienzos de la década de los 80 se puso de moda en California bajar los cortafuegos de las montañas en bicicleta. Evidentemente se puso de manifiesto que las bicicletas tradicionales no eran aptas para este tipo de actividad. Fue así como en 1989 los estadounidenses C. Kelly y G. Fisher construyen la primera mountain bike, una bicicleta sin adornos, más resistente, con sistema de suspensión y con un nuevo sistema de cambio de marchas entre otras mejoras.

Hoy contamos con una gran variedad de bicicletas de montaña, rígidas, con suspensión delantera, con doble suspensión… que facilitan la práctica de las distintas modalidades de ciclismo de montaña, como campo a través, de avalancha (en grandes desniveles), marathon bike, etc.

Su uso está muy extendido en muchos espacios protegidos, lo que constituye un auténtico placer. En muchos parques hay empresas de actividades que alquilan bicis y que organizan excursiones por interesantes recorridos.

Ser conscientes del impacto

El impacto ambiental de la práctica del mountain bike puede ser importante si la ruta discurre por zonas sensibles a la erosión o ecosistemas frágiles. En otras zonas puede contribuir a la compactación del suelo o a la destrucción de la cubierta vegetal.

Por ello es importante estar bien informado de los valores ambientales de las zonas que vamos a recorrer, utilizar itinerarios ya establecidos y, sobre todo, utilizar el sentido común. Por ejemplo hay que evitar los derrapares innecesarios, pues agudizan la erosión.

En las laderas con cierta pendiente, muy  atractivas para algunos ciclistas, las rodadas acaban por eliminar la cubierta vegetal, dejando el suelo desnudo en donde cuando llueve se forman regueros de agua que siguen las rodadas. Con el tiempo estos regueros pueden acabar formando auténticas cárcavas y, con ello, desestabilizar frente la erosión la ladera del monte.

Frente a este aspecto negativo, el uso de antiguos senderos y veredas tradicionales poco utilizados o ya abandonados contribuye a mantenerlos abiertos. Con ello estamos rescatando viejas rutas que de otro modo serían devoradas por la vegetación cayendo en el olvido.

Los aficionados al mountain bike también deben ser conscientes de que muchas veces transitan por lugares muy tranquilos, en donde las voces y gritos molestan a la fauna o a otras personas que buscan de tranquilidad. También deben respetar a otros ciclistas y, sobre todo, a los senderistas o paseantes, que también tienen derecho al paso por esos mismos caminos sin riesgo de ser arrollados.

Casi todos los parques naturales ofrecen atractivos para el ciclismo de montaña y cuentan con buenas propuestas de empresas locales. Tal es el caso de las Fragas do Eume, la Sierra de Gredos, el Barranco del Río Dulce. Encuentra toda la oferta en Qnatur 

 


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