Revista Comunicación

Salvador Sostres, una lección de periodismo

Publicado el 10 mayo 2012 por Helenamadox
No soy periodista ni tengo formación alguna al respecto. Es por eso que siempre va bien tener referentes a mano por si hay que decidir y la intuición no me llega. Así que he comenzado mi búsqueda de referentes y he decidido comenzar por un tipo, Salvador Sostres, que cuanto menos podríamos decir que es muy polémico. He pensado, "pues si es polémico, será que tendrá algo que decir" y me he lanzado a analizar su estilo.
Salvador Sostres, una lección de periodismoNo he podido leer muchos artículos suyos -y cuando digo que no he podido, no quiero decir que se me haya acabado el tiempo o que se me haya terminado el material de lectura, no, quiero decir que mi entendimiento me ha dicho, "basta, debes sobrevivir"-, pero los pocos que he podido -con esfuerzo- leer me han enseñado algo que pienso poner en práctica en este mismo post. Sostres, el mismo que se vanaglorió de haber dado por el culo a una socialista, el que insultó a Labordeta el mismo día de su entierro, o que fue capaz de ponerse en el lugar del chico que mató a su novia porque ésta le había dejado y estaba embarazada de otro mozalbete, utiliza los adjetivos y las expresiones adjetivas con una soltura que va más allá del buen gusto y de la argumentación inteligente -que vaya más allá no quiere decir que las sobrepase en positivo, sino que se desmadra sin control racional o inteligente-. Digo yo que tendrá algún motivo, ¿no? Por ejemplo, se permite el lujo de criticar a la televisión pública catalana, TV3, diciendo que es una casa de putas. Eso sí, sin aportar ni un solo dato de los servicios que el tal prostíbulo tiene a bien ofrecer a los desaforados salidos que buscan un roce goloso. Perdone, pero, ya que usted conoce la casa, ¿no podría darnos datos? Porque no hay duda que usted no hablará sin conocimiento y acusará sin ton ni son, ¿verdad? Prosigo. He visto también que cuando Sostres hace un repaso de las personas con las que no comparte criterio -ya sea político, estético, lingüístico o de cualquier otro tipo- se permite la ligereza de utilizar adjetivos del tipo: demente, indigente mental, inepto, payaso indocumentado, primitivo, ignorante, estúpido,... Y sin aportar dato alguno, sin argumentos que justifiquen la calificación. Pues nada, si lo dice el maestro y como yo voy a ser buena alumna, haré lo mismo que él: Sostres, como no me gustas nada, tengo que decirte que eres un demente, un indigente mental, un inepto, un payaso indocumentado, un primitivo ignorante, un estúpido y -añado como intuición propia para ver si llego a la excelencia- un parásito sin oficio y un pito flojo. ¿Lo he hecho bien?Una visión crítica -personal- de la economía, la actualidad política y los medios de comunicación.

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