Revista Sociedad

Salvar nuestra lengua

Publicado el 15 febrero 2016 por Abel Ros

A pesar de que tengo perfil en las redes sociales; no soy un gran apasionado de las mismas. Las utilizo por cuestiones de visibilidad. Gracias a ellas; consigo que mi público objetivo descubra el blog y consuma una opinión libre, plural e independiente; alejada de los sesgos editoriales e intereses económicos. Más allá de este propósito; no suelo "tuitear" y menos aún publicar mi vida en Facebook. Aunque las redes sociales sirvan para mantener amistades; reconstruir amores y juntar a excompañeros de colegio; prefiero el goce de la intimidad a los exhibicionismos virtuales. Tampoco me gustan, y la verdad sea dicha, los diálogos de wasap. No me gustan, como les digo, porque tanta abreviatura deteriora la capacidad de expresión; empobrece el intelecto y, reduce nuestra lengua a un conjunto de monosílabos y "emoticonos".

Es cierto, que cada uno es libre de hablar como le plazca; que a nadie se le multa por escribir hermano sin hache o los propios en minúscula. Es cierto, que las nuevas tecnologías de la comunicación han hecho que se pierda la vergüenza ortográfica ante la pantalla del artefacto. Tanto es así, que un wasap escrito con puntos y comas; tildes en su sitio y verbos bien conjugados, sería una exclusiva en los tiempos que vivimos. Da igual que quien lo escriba sea maestro, albañil o magistrado del Supremo; la evidencia demuestra que el maltrato a la lengua; no entiende ni de sexos, ni de edades, ni de posiciones sociales. Es, precisamente, este "mirar hacia otro lado" cuando se ven palabras mal escritas; el que sirve de efecto viral para que la RAE se convierta en una pieza de museo. Estas desviaciones de las reglas ortográficas y gramaticales; hacen que los malos hábitos adquiridos en las pantallas táctiles; se extrapolen a las aulas y al diálogo callejero. Algo, sin duda alguna, preocupante para la construcción de la sociedad del conocimiento el andamiaje de la cultura.

La lengua; en lugar de enriquecerse por el aumento de la escritura en las redes sociales, se ha deteriorado por sus usos incorrectos. Resulta formidable, que la sociedad haya perdido el miedo al pergamino y que escriba más que nunca en sus móviles y tabletas. Aprovechemos, por tanto, esta oportunidad que nos brindan las nuevas tecnologías para salvar nuestra lengua en lugar de castigarla. Para ello; seria necesario que los creadores de tales inventos – Facebook y Twitter – instalaran en sus plataformas; correctores ortográficos y gramaticales con enmienda de censura. Enmienda de censura, como les digo, consistente en impedir que las palabras mal escritas y otras incorrecciones gramaticales salgan a la superficie. Gracias a esta simple medida, conseguiríamos que los escritores virtuales adquirieran conciencia de sus errores lingüísticos y, de ese modo, perfeccionaran su lengua en los diálogos reales. Algo, que favorecería, sin duda alguna, a la comunidad de hablantes en todos los contextos sociales.

Otra medida para salvar nuestra lengua; sería establecer un mínimo de texto necesario en la redes sociales. En lugar de un máximo de caracteres, como establece Twitter; o un "sin límite" como hace Facebook; lo ideal sería un mínimo de cien palabras para que un post fuera publicado. Con este mínimo de texto necesario; conseguiríamos que la gente adquiriera más capacidad comunicativa y, saliera – de una vez por todas – del círculo vicioso de los monosílabos y las abreviaturas. Con estas medidas – la extensión de los textos y el corrector ortográfico y gramatical – conseguiríamos "matar dos pájaros de un tiro". Por un lado; perfeccionaríamos nuestra expresión verbal y, por otro, aumentarían nuestras dotes oratorias. Cada día, los profesores corregimos más barbaridades lingüísticas en cursos avanzados. En los últimos años, las faltas ortográficas han aumentado considerablemente. Y, la capacidad verbal se ha empobrecido hasta límites preocupantes; a pesar de contar con la generación que más escribe de la historia. Si no hacemos nada por salvar nuestra lengua; el día de mañana las TIC serán la "bomba atómica" que destruirán nuestra lengua. No dejemos que suceda.

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