Revista Viajes

San Marcos La Laguna: Paraíso hippie en el Lago Atitlán

Por Marbel

El bus salió de Antigua a eso de las 3 de la tarde y tenía previsto llegar a San Marcos sobre las 6:30. Después de recoger a todos los pasajeros que habían reservado para este viaje, nos metimos en carretera. Por la ventana veíamos un paisaje que iba cambiando poco a poco según nos acercábamos al lago. Cada vez era más abrupto y montañoso, y cubierto de un verde manto de vegetación. Una ligera bruma lo envolvía y a ratos el sol se atisbaba entre algunos claros. Estábamos cansadas tras las estresantes gestiones en Antigua y antes el largo viaje repleto de desafíos, pero todo eso iba quedando atrás. Nos estábamos acercando a un lugar soñado, uno que había estado esperando en mi lista viajera durante muchos años. Muy agradecida a mi cuerpo por haberse recuperado y por poder continuar mi viaje. La recompensa estaba ya cerca.

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Por fin, vimos el maravilloso Lago Atitlán frente a nosotras, un paraíso que atrae a viajeros y buscadores de todo el mundo. Considerado uno de los lagos más bellos del mundo, su nombre se traduce como “entre las aguas”. Con una extensión de 130 km2 y 18 km de longitud, es el tercer lago más grande de Guatemala, y con una profundidad de hasta 341 metros, es el más profundo de toda Centroamérica. El lago surgió de una erupción volcánica hace unos 84000 años, de hecho es una caldera volcánica. Está rodeados por tres volcanes: Atitlán, Tolimán y San Pedro. Está dentro del Departamento de Sololá, a 1560 metros sobre el nivel del mar, con diversos pueblos alrededor. Entre esos pueblos está San Marcos La Laguna, mi destino para las próximas dos semanas.

No nos pudimos relajar del todo durante el viaje porque no teníamos ningún alojamiento reservado en San Marcos para esa noche. Sí teníamos uno reservado desde el día siguiente para tres días. Yo quería conseguir quedarnos en casa de algún couchsurfer pero de momento ninguno aceptó mi solicitud. Ya a la desesperada decidí escribir a uno de los couchsurfers que rechazó mi solicitud. La razón de hacerlo era porque se iba a una ceremonia por la tarde y no volvería hasta el día siguiente. Le escribí y le dije que estábamos en una situación desesperada sin lugar donde alojarnos. Había llamado a algunos hostels y todos estaban llenos. El me dijo que si llegábamos antes de que se marchara nos podría recibir y dejarnos la habitación preparada.

Por suerte llegamos justo a tiempo antes de que se marchara. Según nos bajamos del bus en el pueblo de San Pablo La Laguna, cogimos un tuc tuc a San Marcos. No se tardaba mucho, sólo 10 minutos, pero la casa del couchsurfer estaba en la parte alta del pueblo, y eso eran otros 10 minutos desde el centro. Según íbamos subiendo, las calles eran cada vez más empinadas y parecía increíble que el tuc tuc pudiera subir por allí. Por el camino veíamos muchos indígenas, muchos de ellos con sus ropas tradicionales. San Marcos tiene sólo 2200 habitantes y la mayoría de ellos son indígenas mayas kachiqueles. Las otras etnias mayas que habitan en el lago son tzutuhil y quiché. Cada una tiene su propia lengua e indumentaria aunque hay similitudes.

El tuc tuc nos dejó en la entrada de un estrecho camino que llegaba a la casa del couchsurfer. Allí nos esperaba él para acompañarnos. Se llamaba Axuan y era de Guatemala, pero no maya. Había vivido varios años en Costa Rica y ahora estaba de vuelta para reconectar con las culturas ancestrales de su país. La casa donde vivía pertenecía a una familia maya que se dedicaba al cacao y había elegido vivir allí para aprender de ellos. Me pareció una gran suerte podernos quedar allí y esperaba tener la oportunidad de hablar con su familia. El contaba con bastante independencia pues tenía su propia cabaña dentro del recinto donde vivía la familia. Unas escaleras llevaban a la entrada de su cabaña que era básicamente el dormitorio y una terraza. Abajo había un baño y una cocina para él, y una habitación que podía utilizar para invitados y donde nos quedaríamos nosotras. La habitación estaba genial y muy cómoda, con el baño al lado.

Axuan iba vestido de blanco porque esa noche asistía a la ceremonia. Era joven y buen parecido, además de simpático, pero no íbamos a tener mucho tiempo con él porque tenía que irse. Nos enseñó la casa y nos explicó todo lo necesario, y se fue. Nos quedamos un rato en el patio de la casa, acompañadas de un perro y unos gatos que vivían allí. Contemplando las estrellas en silencio, sentimos una gran paz. Después del bullicio de Antigua, estar en esa casa era un gran contraste. Sólo se oían los insectos nocturnos y algún perro ladrar. Nuevamente me sentía agradecida, ya mi tercera noche en Guatemala y mi viaje seguía adelante. Nos fuimos a dormir temprano y caímos rendidas en la cómoda cama. Mañana era un gran día, íbamos a un lugar muy especial donde se celebraría un evento muy esperado.

Al día siguiente pudimos por fin ver la casa y el paisaje que le rodeaba porque el día anterior llegamos casi de noche. Subí a la terraza enfrente de la habitación de Axuan a mirar el paisaje. Ahí estaba el lago Atilán rodeado de montañas cubiertas de vegetación, era imponente. Estaba emocionada, y pronto íbamos a otro lugar donde las vistas iban a ser aún más espectaculares. Nos tomamos la mañana con mucha tranquilidad pues hasta la 1 de la tarde no nos marchábamos de allí. Llamamos a un tuc tuc para que nos fuera a recoger al camino y nos llevara hasta nuestro nuevo destino: Eagle’s Nest.

Antes de seguir con mi relato quería contaros como este lugar llegó a mi vida de la forma más inesperada. Esto fue incluso antes de la ceremonia de cacao con las abuelas mayas, cuando todavía estábamos con la pandemia. A mi me gusta mucho el baile y durante la pandemia me gustaba conectarme a unas sesiones de baile tribal que daba una inglesa que vive en España. Era como un ecstatic dance pero con los ojos vendados y música tribal o chamánica. Cuando quedaba poco para terminar la sesión, la música se corto de repente y me saltó otra música diferente. La sesión tenía lugar en YouTube live y parece ser que hubo un problema con la retransmisión y saltó otro video de YouTube. Me quité la venda y miré el video. Era un ecstatic dance en un sitio espectacular con vistas a un lago. Ese lugar era Eagle’s Nest, a orillas del Lago Atitlán. Me metí en la web y me encantó. Entonces me dije, tengo que ir allí algún día. Año y medio después, iba hacia allá.

Eagle’s Nest es un hostel de mochileros con muchas actividades holísticas y alternativas. Algunos lo critican porque van los típicos hippies con estilo y mucha pasta a darse las vacaciones de su vida, pero la verdad que es un sitio increíble. Sólo 3 noches allí, con alojamiento, comidas y el evento del cacao dance al que íbamos a asistir ese día nos salió por unos 250$. Más tiempo no podíamos estar pero al menos queríamos probar la experiencia de tres días allí, pues era como un sueño para nosotras. Además el cacao dance era el mismo ecstatic dance que vi en el video de YouTube. El dj se llama Mose, y es muy conocido en Guatemala y en el mundo por sus sets de ecstatic dance con música medicina y étnica. Sus eventos siempre se llenaban allá donde iba. Antes de su set the ecstatic dance había una ceremonia de cacao que guiaba una pareja de mayas que vivía en San Marcos. Ellos son bastante conocidos por su escuela de cacao y tradición maya a la que acude gente de todo el mundo.

El tuc tuc no nos podía dejar hasta la misma entrada de Eagle’s Nest porque la carretera no llegaba hasta allí. Nos bajamos en un lugar donde empezaba un estrecho sendero que iba hasta Eagle’s Nest. Con todo lo que llevaba de equipaje no podía yo sola, así que tuve que pagar a un muchacho que me llevara la maleta más grande. Esto es algo muy típico en Guatemala, siempre te vas a encontrar a chicos, a veces son niños, que te llevan equipaje por unas monedas. Aún con la ayuda del chico me resultó un poco duro cargar con el reto del equipaje hasta Eagle’s Nest. Por fin llegamos, hicimos el check in y nos hicieron un tour en el lugar. Había muchos hippies con estilo y pasta, de los que suelen venir a San Marcos.

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Nos enseñaron nuestro dormitorio compartido que tenía 3 literas, 6 camas en total. Enfrente de la habitación ya podíamos disfrutar de vistas impresionantes del lago.

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Luego fuimos a comer y nos sentamos enfrente de una barra con vistas aún mejores. Nos acercamos a la cocina a pedir nuestra comida y nos dieron un aparatito que pitaba cuando nuestra comida estaba lista y había que recogerla. Los que trabajaban en la cocina eran todos mayas, así como casi todos los que trabajaban en el albergue. Fueron muy amables cuando les informé de mis intolerancias alimentarias. La comida era deliciosa, cómo iba a disfrutar allí!

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A las 4 empezaba la ceremonia de cacao. Había más de cien personas allí y a cada uno nos dieron una taza de Eagle’s Nest con el cacao y que nos podíamos quedar. Después llegó el baile y a disfrutar. Esta era nuestra merecida recompensa por haber hecho tan largo viaje. Bailando en aquella enorme plataforma enfrente del lago Atilán recordé el día que vi el video por primera vez un triste día de la pandemia encerrada en mi habitación. Se veían enormes aves rapaces volando, pero no eran águilas, eran zopilotes, una especie de buitre. En el lago Atitlán hay muchas y es bastante fácil verlas. Qué sensación de libertad! Me felicité por estar allí, por no haberme rendido ante las dificultades, los miedos y los desafíos.

El baile duró hasta medianoche, fueron muchas horas, aunque a veces me tomé descansos, el más largo fue el de la cena. Luego hubo música en directo hasta las 2 de la mañana o así. Al día siguiente, domingo, la mañana fue de relax y por la tarde di un viaje de sonido. No vino mucha gente pero a los que vinieron les gustó mucho y algo de dinero pude ganar. Fue mi primer trabajo en Guatemala! Ya no había tanta gente como el sábado, pues algunos sólo vinieron para el evento. El lunes estaba bastante más vacío. Fuimos a una clase de yoga por la mañana y el resto del día de relax. Todo iba genial pero por la noche volvieron mis problemas digestivos, con dolor de tripa y diarrea. Qué pesadilla! Quizás había comido demasiado allí y algunas cosas no debí haber comido.

Por la mañana me sentía mejor pero comí poquito en el desayuno. Nos fuimos sobre las 12 y cogimos un tuc tuc a la parte baja de San Marcos, por donde estaba el muelle. Allí estaba el hostel donde yo iba a pasar las próximas dos semanas, aunque Zoe puede que se quedara más tiempo. Hablamos con el dueño, un americano crudivegano que tenía un proyecto muy interesante, aunque de momento sólo tenía el hostel. Necesitaba voluntarios y nosotras nos ofrecimos. Después del pastizal de Eagle’s Nest teníamos que economizar, especialmente Zoe que se había quedado prácticamente sin ahorros. Ella haría voluntariado completo, 4 horas al día, mientras que yo haría el parcial, 2 horas. Eso sí, yo tendría que pagar $7 al día, ella nada. El dueño estaba en su país y no sabía cuándo volvería. Hablamos con el manager y dos voluntarios que había allí. Nos enseñaron los sitios para dormir. Yo me quedé en el dormitorio colectivo donde había otras tres personas y Zoe se quedó en el dormitorio del dueño pero sólo hasta que él volviera.

Las dos semanas que estuve allí se me hicieron muy duras. No tenía apenas privacidad, la casa estaba bastante sucia, especialmente el baño y la cocina. Por la noche venían amigos de los que allí vivían y montaban fiestas ruidosas hasta las tantas. Yo tratando de dormir en el piso de arriba pero se oía todo porque no había paredes ni puertas. Encima fumaban y el humo me llegaba. Si me quejaba me decían que esa era una casa donde la música y la fiesta siempre estaría presente y que tenía que aceptarlo. Por allí pasaba mucha gente que no conocía, así que sentía que no tenía mi propio espacio. Me empecé a desesperar y no sabía si aguantaría allí hasta el 12 de febrero, fecha en la que me mudaría al pueblo de San Pedro para las ceremonias del Wayeb con los mayas. Busqué otros hostels pero eran demasiado caros y los dormitorios no eran mucho mejores. San Marcos está ahora por las nubes, es el pueblo más caro del lago Atitlán. Esta situación acabó afectando mi salud. Mis problemas digestivos volvieron, y cuando me recuperé, me cogí el covid. No fui la única en cogerlo, casi todos en la casa lo cogieron, unos más fuerte que otros. Lo bueno fue que en esos días se acabaron las fiestas y la casa se quedó más tranquila.

El trabajo que hacía en el hostel no era muy duro y la mayoría de veces no llegaba a 2 horas al día, pero me resultaba difícil hacer mi trabajo de clases de español online porque la conexión de internet era muy mala y no tenía un espacio tranquilo para dar las clases. Esto hizo que al final perdiera algunos de mis estudiantes. También di dos viaje de sonido con Zoe y un taller de flauta, lo que me dio algo de dinero. Yo no gastaba mucho de todos modos pues comía muy poco, a veces sólo una vez al día. Básicamente para desayunar comía frutas como papaya y plátano, y leche vegetal con tortitas de arroz con tahini o con una crema de nueces de macadamia riquísima que compré allí. Para comer o cenar aguacate, huevo y tortillas de maíz, unas sopas deshidratadas que me traje de España o arroz con verduras. Ya no era tanto por ahorrar, sino porque me daba asco cocinar en una cocina tan sucia y en la que además había siempre mucha gente allí. Sólo un par de veces comí en un restaurante vegano pero la comida no era tan buena.

Muchas tiendas y restaurantes estaban en la famosa hippie alley, una larga y estrecha calle que salía desde el muelle hasta la parte donde aparcaban los tuc tuc, cerca de la cancha de baloncesto. Entre esas tiendas, las que más abundaban eran las de artesanía y ropa tradicional. También había tiendas de alimentación, entre ellas algunas de comida ecológica. Muchos restaurantes eran veganos o vegetarianos. También había algunos hostels. Esta calle siempre estaba muy animada con mucha gente, tanto locales mayas como extranjeros turistas, casi todos hippies y alternativos.

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San Marcos era un sitio muy animado con eventos alternativos todo el tiempo, un poco al estilo de Órgiva (Granada), donde viví una temporada entre 2021 y 2022. Cada martes había círculo de tambores junto al lago y las demás noches siempre había música en directo en algunos de los bar-restaurantes más famosos como El Búho, The Emporium o Vida, que están en la hippie alley o cerca. Y por supuesto Eagle’s Nest, donde estuve al principio para el cacao dance, y al que volví en el mes de marzo para el Eagle’s Festival. Claro que este está más lejos del centro. Otro que queda lejos pero es muy bonito es Starry Mountain, con sus cabañas de madera y una plataforma para eventos del estilo de Eagle’s Nest, pero en lugar de vistas al lago tienes vistas al bosque. En mis primeras dos semanas en San Marcos no salí mucho porque estuve casi todo el tiempo enferma o cansada, pero regresé algunos días sueltos en varias ocasiones durante el tiempo que viví en el lago. En este video os pongo momentos de algunos de los eventos a los que asistí.

No vi viable quedarme todo el tiempo en San Marcos durante mi estancia en el Lago Atitlán por el elevado coste del alojamiento, y hacer voluntariado en el hostel no me estaba gustando nada. Después de 2 semanas allí, me fui a vivir a otros pueblos del lago donde podía tener mi propia habitación por un precio aproximado al que pagaba en el hostel de San Marcos compartiendo dormitorio y trabajando 2 horas al día. Mi amiga Zoe se tuvo que quedar allí de voluntaria a tiempo completo porque no le quedaba dinero para pagar alojamiento; al final estuvo dos meses. Los días que iba a San Marcos para algún evento me quedaba a dormir en la habitación de Zoe o en casa de algún otro amigo sin pagar nada. En próximos posts os mostraré algunos sitios más que pude experimentar en San Marcos y alrededores.


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