Santo vs la hija de Frankestein: La fuente de la eterna juventud.

“Santo vs. la hija de Frankestein” (1972), es una cinta de aventuras del director Miguel M. Delgado, la cual está protagonizada por Santo, Gina Romand, y Roberto Cañedo.
La doctora Freda Frankestein (Gina Romand) y su asistente, el doctor Yanco (Roberto Cañedo), intentan encontrar la fórmula para un elixir que les permita alcanzar la eterna juventud. El único problema es que el ingrediente faltante es la sangre del Santo, la cual se cree que posee cualidades extraordinarias. Debido a esto, la doctora hará todo lo posible por atraer al Santo a su guarida, y convertirlo en su prisionero para la eternidad.

De todos los superhéroes cinematográficos, hay uno que con el paso de los años se ha convertido en un personaje verdaderamente representativo de su país de origen. Estamos hablando nada más y nada menos que del Santo (cuyo verdadero nombre es Rodolfo Guzmán Huerta), el mítico luchador oriundo de México, cuya fenomenal carrera abarcó aproximadamente cinco décadas, durante las cuales no sólo dominó el ring, sino que también protagonizó una serie de historietas, libros y películas. En las cerca de cincuenta cintas que estelarizó, el Santo se enfrentó a rudos luchadores, traficantes de diamantes, peligrosos mafiosos, nazis, monstruos, innumerables de científicos locos, e incluso a extraterrestres, a los cuales a base de golpes, les enseñó el verdadero significado de la justicia y el respeto por sus semejantes. En esta ocasión, el enmascarado de plata debe enfrentarse nada menos que a la hija del famoso doctor Frankestein, la cual no solo ha seguido los pasos de su padre al crear a un monstruo aterrador, sino que además ha logrado crear un suero que teóricamente otorga la eterna juventud a quien se lo inyecta.
Lamentablemente para la doctora Freda Frankestein, con el correr de los años el suero ha ido perdiendo su efectividad, lo que la obliga a inyectárselo continuamente para que su cuerpo no demuestre su verdadera edad. Lo mismo sucede con sus secuaces, los cuales en su gran mayoría son un grupo de ancianos a los cuales la doctora les facilita la droga a cambio de sus servicios. Ante semejante predicamento y tras determinar que la sangre del Santo contiene ciertos componentes que le permiten recuperarse más rápido de las heridas y envejecer más lentamente (lo cual dicho sea de paso, vendría a ser el único “superpoder” que poseería el enmascarado de plata), Freda hará todo lo posible por atraer al Santo a su guarida, como por ejemplo secuestrar a Norma (Lucy Gallardo), la novia de este, o enviar a un peligroso monstruo en su búsqueda. Cabe mencionar que el monstruo en cuestión, a diferencia de la mítica creación del doctor Frankestein, no está hecho a base de partes de cadáveres, sino que es un hombre al que se le inyectó sangre de gorila, lo que inevitablemente nos trae a la memoria otro “clásico” del cine de terror mexicano titulado, “Night of the Bloody Apes” (1969), donde ocurría una situación bastante similar.

Tras enterarse del secuestro de su novia, Santo junto a la hermana de esta, Elsa (Sonia Fuentes), va tras la pista de Freda. Precisamente, gran parte de la película se desarrolla o en la guarida subterránea de la villana de turno, o en el cementerio que se encuentra por sobre esta. Esto conlleva a que estos lugares se conviertan en rings improvisados, y que las lápidas y los instrumentos propios de un laboratorio sean utilizados como armas letales tanto por los secuaces de Freda, como por el mismo Santo. Por otro lado, el enmascarado de plata no solo se verá enfrentado a Freda y a su grupo de colaboradores, sino que también tendrá que lidiar con policías corruptos, y con el ya mencionado monstruo llamado Ursus, quien eventualmente desarrollará una suerte de relación de amistad con el héroe enmascarado. Cabe mencionar que además de ser una científica brillante, Freda posee la habilidad de hipnotizar a sus víctimas, por lo que en un momento determinado del film, el Santo se verá amenazado por su propia novia, lo que lo pondrá en una situación de la que le será difícil escapar.
Resulta curioso ver la cantidad de veces que el Santo entra y sale de la base de operaciones de Freda Frankestein, ya sea en calidad de rehén o intentando salvar a una de sus dos acompañantes. Por otro lado, también resulta peculiar el hecho de que los secuaces de la villana se muestren tan reacios a la violencia. En una escena en particular, en la cual el enmascarado de plata está a punto de ser mutilado por su novia la cual se encuentra bajo el dominio mental de Freda, uno de los criminales prefiere salir de la habitación porque según sus mismas palabras, “no soporta la sangre”. Ese tono inocente, no hace más que reflejar el espíritu con el cual fueron realizados la gran mayoría de estos films, y es lo que eventualmente genera los momentos de comedía involuntaria que terminaron convirtiendo en obras de culto a las aventuras cinematográficas del Santo. Es evidente que tanto los actores como el equipo de filmación intentan imprimirle un cierto nivel de seriedad a la producción, pero es inevitable que el marcado tono serie B de la cinta, dado principalmente por sus temáticas casi surrealistas, los poco trabajados diálogos (consecuencia directa de la improvisación en la que caían algunos de los rodajes), y lo humilde de sus sets, entre otras cosas, conviertan a la película que hoy nos ocupa en una verdadera comedía involuntaria de terror gótico.

Al menos durante toda su carrera cinematográfica, Rodolfo Guzmán Huerta supo retratar al Santo como un héroe carismático, bravo, honesto y justo, incluso con sus enemigos. A grandes rasgos, el enmascarado de plata podría ser definido como una suerte de Superman pobre, el cual posee el encanto y la sofisticación propia de un personaje como James Bond. Ya sea castigando a sus enemigos a golpes, o conduciendo su convertible en compañía de una atractiva mujer (siempre utilizando su tradicional máscara claro está), el Santo es un héroe como pocos, razón por la cual terminó convirtiéndose en un personaje de culto tanto en su tierra natal como en el resto del mundo. Gina Romand por su parte, realiza un buen trabajo como la maquiavélica y a veces aterradora Freda Frankestein. La actriz nacida en Cuba fue una colaboradora habitual de este tipo cintas, actuando no solo como la contraparte del Santo, sino que también se enfrentó a otros héroes enmascarados provenientes de México. Por otro lado, si bien la banda sonora compuesta por Gustavo César Carrión pasa casi desapercibida, resulta destacable la labor realizada por José Rodríguez Granada y Adalberto López, quienes en conjunto supieron arreglárselas para utilizar de buena manera el escaso presupuesto que manejaban, y construir unos sets realmente logrados.
Afortunadamente, en esta ocasión las escenas que muestran al Santo luchando en el ring (las cuales por lo general suelen servir de introducción y epílogo de sus films) son relativamente cortas, lo que ayuda a que la cinta presente un mejor ritmo narrativo. Difícilmente se puede considerar a una película del Santo como una “buena” obra cinematográfica desde el punto de vista técnico o temático. Sin embargo, no hay duda alguna de que se trata de producciones sumamente entretenidas, cuyo estilo único las ha convertido en verdaderas obras de culto. Y es que en gran medida las aventuras del enmascarado de plata encierran el espíritu de las cintas de horror clásicas de la Universal, conjugado con la energía impulsiva propia de las viejas seriales de la Republic Pictures. Aunque difícilmente puede considerarse a “Santo vs. la hija de Frankestein” como una de las mejores entradas en la saga del peculiar héroe mexicano, de todas formas es una película recomendable ya que logra que el espectador disfrute como un niño durante todo el transcurso del metraje, invitándolo a revisar en un futuro otras aventuras del mítico Santo.

por Fantomas.