Revista Opinión

Sayonara, Suzuki

Publicado el 31 marzo 2013 por Cronicasbarbaras

Sayonara, Suzuki: podría ser el compungido adiós que se le da a la enigmática amante japonesa que nos abandona dejando tras ella el frufrú de su kimono y el perfume Miyake de jazmín.

Pero es una despedida nada romántica. Es ruido de miles de motos que se apagan y olor a gasolina y a ruedas quemadas que no volverán.

Es la despedida de la fábrica de motos Suzuki de Gijón que se va a Tailandia después de que en Asturias perdiera dinero, y fuera además maltratada por sus sindicalistas.

Unas doscientas familias resultan afectadas, aunque recibirán las indemnizaciones anteriores a la última reforma laboral: cuarenta días por año trabajado.

La desmoralización sindical es absoluta: esta vez sus piqueteros ya no acosan ni intimidan a los directivos japoneses, como hicieron en distintas huelgas.

Suzuki afirma que cierra porque la contracción del mercado y los costes laborales le han hecho perder treinta millones de euros en los últimos cuatro años.

Los tailandeses no tendrán agitadores, como los asturianos, y cobrarán mucho menos.

Suzuki había adquirido en 1983 parte de Avello, fabricante de las motos Agusta y Puch, hundidas precisamente por la competencia de las marcas japonesas, y a toda la empresa en 1988.

Crecían las ventas, y supuestamente los beneficios, por lo que los sindicatos exigían constantes aumentos de salarios y múltiples mejoras laborales.

Ante cualquier demanda no atendida, decretaban una huelga.

Incluso plantearon demandas difícilmente justificables: en 2002 organizaron una huelga porque se les prohibió beber una botella de vino, que exigían como derecho, en el descanso del mediodía.

Los ingenieros alegaban que después los trabajadores producían menos y peor. La empresa ganó el caso en los tribunales.

Luego, apareció un problema exclusivamente empresarial: Suzuki no supo renovar sus modelos frente a sus competidores, mientras se acercaba la crisis económica.

Respuesta sindical: más huelgas, con secuestros temporales de los directivos japoneses.

Los piqueteros intimidadores, a veces aterradores, ya estaban en Gijón antes que los escrachistas, término lunfardo, de Ada Colau.

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