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Se encienden las alarmas en Can Barça

Publicado el 01 julio 2020 por Trescuatrotres @tres4tres

El Barcelona-Atlético se presentaba sin duda como partido de la jornada, tanto por la entidad de los dos conjuntos que iban a medir sus fuerzas sobre el verde del Camp Nou como por la trascendencia que el duelo cobraba a efectos de dirimir qué equipo se proclamará campeón de este torneo liguero que ya va languideciendo.

La primera parte no defraudó y se vio un partido en sus primeros cuarenta y cinco minutos con cierto ritmo, vistoso para el espectador neutral y con un constante toma y daca por parte de ambos conjuntos.

Lo más destacable de los onces

Lo más reseñable del once que presentó Quique Setién lo encontrábamos arriba: nuevamente el galo Antoine Griezmann quedaba relegado al banquillo y el cántabro le dio la camiseta de titular en detrimento del campeón del mundo al canterano Riqui Puig, quien parece estar ganándose la confianza del -todavía- técnico culé. Laborioso y voluntarioso se mostró durante todo el encuentro el joven delantero, quien es un jugador con técnica y mucha voluntariosidad, pero adolece aún de ese físico que le haga revelarse como un jugador apto para un partido de la exigencia como los que siempre presenta el elenco colchonero al mando del Cholo Simeone.

El técnico argentino, por su parte, planteó un férreo centro del campo con Thomas, Saúl y Llorente, quienes escoltarían a Carrasco y Correa como extremo el primero e interior el segundo; y Diego Costa como ariete.

Por tanto, resultaba el joven Riqui Puig de la partida en punta de lanza escoltando a la dupla indiscutible e intocable formada por Leo Messi y Luis Suárez. Este segundo volvió a defraudar, completando un pésimo partido con sólo un tiro a puerta (minuto 3 de juego) y viéndosele totalmente perdido y fuera de forma. Ello no hace sino acrecentar aun más la polémica que de seguro se va a suscitar en torno a la suplencia ya habitual de Griezmann y su testimonial aparición en el encuentro allá por el minuto 89.

Un inicio con ritmo

Como decíamos, la primera parte empezó desde el inicio con ritmo y como un toma y daca recíproco. Así, Luis Suárez fue el primero en avisar al cancerbero Oblak con un tiro en el minuto 3 que a la postre sería su único disparo durante el día de ayer. Respondió el elenco madrileño tres minutos después con una falta botada con veneno desde el costado izquierdo por el mejor jugador atlético en el día de ayer, el belga Carrasco, que no llegaron por poco a tocar Giménez y Costa. Primera clara ocasión del partido a favor del equipo colchonero. Igualmente a balón parado respondieron los azulgrana, merced a una falta lanzada genialmente por Messi a ras de suelo y que a punto estuvo de sorprender al meta Oblak, pero Diego Costa despejó a córner evitando males mayores.

No obstante, ese saque de esquina sería el origen del primer tanto de la noche, materializado por el propio Diego Costa en su meta fruto de un inverosímil despeje con el interior de su muslo derecho. Uno a cero para los culés, quienes parecían encarrilar el partido a favor de sus intereses.

Pero lo dicho, el partido en su primer período iba a ser un toma y daca y apenas cinco minutos después, tras una contra genialmente lanzada por el elenco del Cholo Simeone, el belga Carrasco entra en el área, recorta hacia dentro y el chileno Vidal le derriba, cometiendo indiscutiblemente penalty.

Diego Costa era el encargado de lanzarlo, marrando su disparo tras genial estirada del portero azulgrana, pero el colegiado Hernández Hernández mandó repetir la pena máxima por haberse adelantado el guardameta de Monchengladbach de la línea de gol con anterioridad a haber disparado el delantero hispanobrasileño. Saúl Ñíguez sería el encargado de la segunda intentona desde los once metros y éste no fallaría. Uno a uno en el luminoso al filo del minuto veinte.

Decisión muy controvertida la del colegiado canario, quien tras consultar con el VAR decidió hacer repetir el lanzamiento que había sido magistralmente detenido por el cancerbero Ter Stegen. Con el reglamento en la mano, es cierto que la decisión de Hernández Hernández es técnicamente correcta, pero no lo es menos que es la típica decisión arbitral que te indigna cuando le toca a tu equipo y que si siempre se guardara tal celo reglamentario, la casi totalidad de penas máximas a lo largo del campeonato liguero deberían ser repetidas tras parada del portero. La polémica, en cualquier caso, está servida.

A punto estuvo de romper tres minutos después el empate Leo Messi, el mejor jugador del Barcelona sobre el campo en el día de ayer sin que, no obstante, llegara a sobresalir especialmente el astro argentino ni se tratara, de lejos, de su más brillante aparición con la zamarra barcelonesa. Su maravillosa rosca desde el pico derecho del área grande se marchó por muy poco a la derecha del arco defendido por el esloveno Oblak.

Lo que restaba de primera parte se iba a convertir en un quiero y no puedo del Barça, con las luces de un Semedo incisivo, siempre ofreciéndose en banda y asociándose acertadamente en muchas ocasiones con Messi. El lateral derecho, en mi opinión, se reveló como uno de los jugadores azulgrana que proponían algo distinto al pase atrás y en horizontal que caracteriza a los equipos entrenados por Setién. Y que por supuesto caracterizó al Barça de ayer, sin que fuera, no obstante, el partido más tedioso protagonizado por el elenco catalán desde que el cántabro relevara a Valverde en el banquillo.

Contras atléticas comandadas por Carrasco

Por parte colchonera, es de destacar la no escasa cantidad de contragolpes que lograron armar con acierto y siempre generando mucho peligro una vez conseguían sobrepasar la línea de mediocampo azulgrana. Con un Thomas recuperador y lanzador de esos contragolpes y con un excelso Carrasco, cuyo desempeño en el día de ayer sobre el césped del Camp Nou fue el más completo desde que retornó en el pasado mercado de invierno a la entidad rojiblanca.

Todo ello muy a pesar de Diego Costa, a quien no le sugeriría otra cosa que no fuera una digna retirada del fútbol de élite, habida cuenta de que lleva años en que no da el nivel para un conjunto puntero a nivel europeo como es el Atlético de Madrid. Ni visión de juego, ni acierto cara al gol, ni velocidad. Lo dicho, estamos ante los escombros de lo que un día fue un buen y explosivo delantero.

Con el empate a uno en el marcador se alcanzaba el fin del primer período y los equipos se marchaban a la caseta con las armas aún en todo lo alto. Pero el segundo tiempo distaría mucho de tener ese ritmo más bien dinámico que sí pudimos ver en los primeros cuarenta y cinco minutos del duelo. El Barça se mostró dominador y dubitativo a ratos, casi siempre sin profundidad y abusando del pase horizontal, y en todo caso con un dominio más posicional que avasallador.

Juego sin profundidad el practicado por el equipo azulgrana que empieza a desilusionar -si no lo estaban ya- a muchos de los que vieron en la llegada de Setién el posible remedio al mal juego del Barcelona y la pérdida de identidad. La recuperación del tan cacareado estilo, en definitiva. Recordemos que si el cántabro está en el banquillo del club culé no es gracias a sus méritos deportivos ni a su demostrada solvencia táctica, sino únicamente debido a haberse confesado admirador del cruyffismo y del guardiolismo y haber vendido con éxito ante la frívola prensa deportiva madrileña y barcelonesa su fraudulento producto: el de un pretendido juego vistoso de toque, de fútbol total, de ataque.

Los equipos de Setién ni juegan bien (excepciones anecdóticas de partidos concretos hechas), ni atacan (puesto que se dedican a sobar la bola en zona de nadie), ni meten muchos goles, ni nada. Un timo venido de Cantabria, un vendedor de crecepelo.

El gol setecientos de Leo Messi

No obstante, corría el minuto 5 de la recién iniciada segunda parte y el Barça se adelanta en el luminoso nuevamente. Messi transformaba una pena máxima con un sutil toque a lo Panenka para anotar su gol setecientos en partido oficial. No volveremos a ver nada igual a Messi en nuestra vida futbolística. El astro argentino alcanzó esta superlativa cifra de goles tras un penalty cobrado por el árbitro por derribo de Felipe a Semedo, que se mostró junto al 10 como el único con desborde en las filas catalanas. El portugués exageró un poco la caída, pues el contacto de Felipe es leve, pero penalty al fin y al cabo en mi opinión.

Pese a ello, el Atlético no se descompuso y doce minutos después llegó el tercer penalty de la noche por derribo esta vez de Semedo a Carrasco, quien seguía enchufadísimo al partido y mostrando descaro, velocidad, desborde y explosividad. Pena máxima en exceso rigurosa y que bien pudo haberse ahorrado el mediocre colegiado Hernández Hernández. Saúl volvió a acertar desde los once metros en un duro disparo raso que a punto estuvo de detener de nuevo Ter Stegen, pero el balón terminó alojándose en las mallas azulgranas. Empate a dos en el luminoso del coliseo blaugrana restando media hora para acabar el envite.

Juego lento y aburrido de los locales. Autobús del Cholo

El resto del choque fue un constante quiero y no puedo del Barça, con un juego casi siempre previsible que terminaba estampándose una y otra vez contra el muro atrás plantado por el Cholo. Lentitud en el traslado del balón, pases al pie, juego anodino y previsible y nula verticalidad. Setienismo en estado puro.

Un par de ocasiones de Arturo Vidal fruto de un tiro de fuera del área y un cabezazo peligroso tras anticiparse a la zaga rojiblanca fueron las ocasiones más claras para que el Barcelona se adelantara de nuevo.

Pero ya por entonces el Atlético había cedido tres cuartos de campo a los de Setién y ahí supo esperar agazapado el fallo del rival para poder lanzar alguna contra peligrosa, siempre protagonizada por el belga Carrasco, que fue finalmente sustituido a unos diez minutos del final por el francés Lemar, quien al filo del final del partido protagonizó la llegada de más peligro para los madrileños y cerca estuvo de suponer el 2-3 para el elenco colchonero.

Cambios tardíos

Setién tenía reservados varios cambios para cuando el partido ya daba sus últimos estertores. Metió a Ansu Fati en el 84 y a Griezmann en el 89 por Busquets y Vidal, dejando despoblado el centro del campo como zona de creación de juego. Es ésta otra seña de identidad del abúlico técnico cántabro: esperar a cuando el partido toca a su fin para hacer algún que otro cambio meramente cosmético que se revela como ineficaz e irrelevante.

El Barça terminó el partido volcado en el área rival pero el marcador no se movería ya en Can Barça, encendiéndose todas las alarmas y donde verán el partido de mañana del Madrid contra el Getafe con el temor de que el liderato se les escape posiblemente a cuatro puntos a falta de quince por jugar.


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