Revista Cultura y Ocio

Se necesita silencio

Por Mayriel

 

Antes que nada tengo que comentar algo. Llevo unos dias con el ordenador dandome la lata y no sé cuando me va a fallar del todo, así que en los proximos dias creo que voy a servirme de articulos interesantes de esos que leo para compartirlos aqui…. Es lo unico que puedo hacer de momento y mientras el ordenador me deje. Te pido disculpas por ello….   En cuanto me deje volveré a las andadas…. De todos modos si se me ocurre algo asi como quien no quiere la cosa, la podré.

Gracias por estary entenderlo

El articulo de hoy es de El Pais. Habla sobre la importancia de buscar el silencio

 

El silencio puede parecer un capricho inalcanzable. En una sociedad de tertulianos de televisión gritones, donde se compite por llenar los hogares de pantallas, y la timidez se asocia injustamente a caracteres débiles y pusilánimes, bajar el volumen no está de moda. Y pagamos por ello una muy alta factura. “La contaminación acústica se vincula con sordera, problemas de sueño, enfermedades cardiovasculares y trastornos digestivos. También se sabe que los jóvenes que viven en un ambiente de ruido ven alterada su capacidad de memoria y aprendizaje”, avanza Pablo Irimia, neurólogo y vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Para viajeros

Uno de los más bellos lugares donde es posible encontrar la calma en Finlandia es Kimito, una isla con 7.000 habitantes donde escuchar un grito es un expediente X. Una cerveza a media tarde con vistas al mar Báltico es otro de los reposados placeres que ofrece Finlandia. En Kimito, un bar de parada obligada es Krogen Eugenia. Si el hambre aprieta, pida sopa de salmón.

La OMS publicó un informe en 2011 donde revelaba que 3.000 de las muertes sucedidas ese año en la Europa occidental por enfermedad cardiaca tenían que ver con el exceso de ruido. En España, el 22% de la población está en una situación de riesgo a causa de la carga de decibelios (más de 65 se considera peligroso), según la misma organización. Ya en 1859, la enfermera británica Florence Nightingale escribió lo siguiente en un documento que recoge el historiador Hillel Schwartz en su obra Making Noise: From Babel to the Big Bang & Beyond: “El ruido innecesario es la ausencia más cruel de cuidado que se puede infligir sobre una persona. El ruido repentino es incluso una causa de muerte entre los pacientes niños”.

¿Pero tiene el silencio algún efecto positivo sobre el organismo, más allá de garantizar la ausencia de taladros y motores? El médico e investigador Luciano Bernardi fue uno de los primeros en responder afirmativamente a esta cuestión, con un estudio publicado en la revista Heart. “Estábamos indagando en los efectos de los distintos tipos de música en los sistemas cardiovascular y respiratorio e introdujimos pausas de dos minutos entre los extractos de canciones. Entonces vimos que los indicadores de relajación humanos se disparaban durante estos episodios, mucho más que con cualquier música o que durante el silencio previo al arranque del experimento”. El efecto positivo del silencio, por tanto, funciona por contraste.

Se necesita silencio
Ruido malo, ¿silencio bueno?

Según el investigador y neurólogo Michael Wehr, de la Universidad de Oregón, nuestras neuronas se encienden durante la quietud, de modo que el cerebro la está reconociendo, “no lo vive como una ausencia de inputs”. En la misma línea ahonda la cardióloga y neuróloga Imke Kirste en su trabajo Is silence golden? (¿El silencio es oro?), publicado en 2013 en la revista Brain Structure and Function. La investigación, realizada solo con ratones, demostraba que el silencio, en mayor nivel que cualquier melodía, provocaba la neurogénesis (nacimiento de nuevas neuronas). Si su disminución en el hipocampo conduce al alzhéimer, como muchos expertos señalan, el silencio y el retiro podrían ser un modo de tratar la enfermedad.

El neurólogo Pablo Irimia aconseja, sin embargo, mucha prudencia al respecto (“a partir de la adolescencia, la neurogénesis es tan limitada que tiene poco valor”), pero señala dos evidencias impepinables: el silencio facilita el control de la tensión arterial (baja el riesgo cardiovascular, previniendo, por tanto, dolencias del corazón e ictus) y predispone a los beneficios de una vida reflexiva. “El pensamiento profundo y meditado genera nuevas conexiones entre neuronas. Es decir, una vida intelectual activa, que requiere concentración y, por tanto, silencio, cumple un papel protector en afecciones neuronales. Por ejemplo, ya sabemos que un nivel educativo alto se vincula con un menor riesgo de padecer alzhéimer”, aclara el neurólogo, que aconseja una rutina poco ruidosa y salpicada por momentos de silencio.

“No hace falta aislarse por completo. Basta con vivir una vida normal con especial atención a la calma. De hecho, ningún cerebro humano aguanta el silencio total. Existen cámaras anecoicas que reproducen, en el ámbito médico, lo más parecido al silencio absoluto, y nadie aguanta dentro más de 40 minutos, pues el cerebro siempre está buscando estímulos y si no los encuentra fuera, magnifica el ruido del corazón, los intestinos…”, prosigue el científico.

Viaje al país donde nadie grita

Silencio es leer, pensar a menudo, no dejarse llevar, pararse si es necesario. Pero silencio también es escuchar (cuando se hace para aprender) y situar en primera línea de fuego la reflexión sosegada. “De eso va el zen. De sentir esa calma en todo tu cuerpo y experimentarla cada día”, ilustra el monje Roshi Gensho Hozumi, del templo Tekishinjuku (Japón), en el documental In pursuit of silence (Patrick Shen, 2015). Cuenta cómo el estudiante Greg Hindy cruza en voto de silencio EE UU, de Nashua a Los Ángeles, azorado por el endemoniado ritmo al que le sometían los avances tecnológicos y buscando conectar “con una realidad enmudecida”.

Porque, el pitido constante de un grupo de WhatsApp ¿no es acaso ruido? Depende. “El sonido es un fenómeno físico que llega al oído. Este lo envía al cerebro y lo identifica. ¿Cuándo se vuelve ruido? Cuando se entromete en lo que intento hacer y toma forma de sonido desagradable no deseado”, responde la doctora Arline Bronzaft, psicóloga medioambiental, en el documental americano. Ahora, sea sincero: ¿su móvil emite ruidos o sonidos?

De nuestras decisiones cotidianas va a depender que nos empapemos o no del poder del silencio. Gestos como apoyar los avances no noise (sí, hay gente investigando en secadores de pelo sigilosos), apagar el smartphone o elegir el lugar donde pasar las vacaciones pueden ser cruciales. Y países como Finlandia reclaman su espacio en esta tarea. En 2010, un puñado de expertos en marketing se reunía en un restaurante de Helsinki para idear cómo hacer atractivo al visitante un país mediano y remoto, eclipsado por la vanguardia de vecinos como Suecia o por la histórica grandeza de Rusia. Y dieron con un elemento que hasta entonces nadie se había atrevido a vender como un recurso natural: el silencio.

“El pensamiento profundo y meditado genera nuevas conexiones neuronales. Se sabe que una vida intelectual activa, que requiere concentración y, por tanto, silencio, cumple un papel protector frente al alzhéimer. No hace falta aislarse por completo. De hecho, ningún cerebro humano aguanta el silencio absoluto”. (Pablo Irimia, neurólogo y vocal de la SEN)

Ni la frondosidad de sus bosques, la oscuridad hipnótica de sus lagos, las diminutas saunas que salpican sus laderas (abiertas al público… sin nada de ropa, eso sí), el diseño funcional de sus cálidas viviendas o el olor a pescado fresco de la Plaza del Mercado de Helsinki pueden competir con el atractivo de un país callado, tímido, meditabundo, que no por ello resulta hostil, sino todo lo contrario. Noora Vikman, etnomusicóloga de la Universidad de Finlandia, que asesoró al Instituto de Turismo en su campaña sobre el silencio, cuenta por correo electrónico desde un retiro silencioso en la región de Laponia: “Venir a Finlandia es descubrir pensamientos y sentimientos que no son audibles en una vida atareada. Si quieres conocerte a ti mismo, tienes que estar contigo mismo, discutir contigo mismo, ser capaz de hablar contigo mismo”.

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