Revista Opinión

¿Se va a democratizar China?

Por Tiburciosamsa
A finales de los ochenta Francis Fukuyama se hizo muy famoso con su obra “El fin de la Historia y el último hombre”. En una metáfora muy bonita se imaginaba las distintas sociedades huamanas como otras tantas carretas con pioneros. Unas carretas se han perdido en senderos de montaña y suben trabajosamente, otras están empantanadas, unas terceras pisaron una boñiga de vaca y huelen fatal y algunas afortunadas, encontraron un camino directo. Pero todas, tomen el camino que tomen, acabarán llegado a la tierra prometida, a su destino último: la democracia occidental. Resulta enocionante la perspectiva de todas las sociedades humanas disfrutando de los beneficios de la democracia occidental, con sus lobbies, sus parlamentarios chupópteros, sus medios de comunicación en cuatro manos y su esquilmamiento del contribuyente para salvar a los banqueros. Esa idea sólo se le podía haber ocurrido a uno que estuviera muy borracho o a un norteamericano, educado en la tradición protestante de que hay que llevar el evangelio a todas partes, tanto si quieren como si no.
Las ideas de Fukuyama cuajaron más de lo que parece, tal vez porque tras el final de la Guerra Fría el sistema democrático occidental parecía la única opción viable para una sociedad avanzada. Por ello, desde hace casi 20 años, los analistas contemplan con estupor el crecimiento económico chino y se preguntan cuándo los chinos se darán cuenta de que el desarrollo económico es imposible sin reformas políticas democratizadoras. Yo que esos analistas, me iría comprando una silla para esperar sentado, porque los chinos llevan 30 años diciéndonos que otro modelo de desarrollo económico sin democracia a la occidental es posible y nosotros parece que no nos queremos enterar.
El 18 de agosto de 1980 Deng Xiaoping dio un discurso que se tituló “Reforma del Sistema de Gobierno del Partido y del Ejecutivo”. Este discurso, que a algunos ha puesto muy cachondos, dijo cosas como: “Nuestra Constitución debería hacerse más completa y precisa de manera que realmente garantice el derecho del pueblo a gestionar los órganos estatales a todos los niveles, así como las diversas empresas e instituciones, para garantizar a nuestro pueblo el pleno disfrute de sus derechos como ciudadanos, para hacer posible que las regiones habitadas por minorías nacionales ejerciten una autonomía regional genuina, para mejorar el sistema de los congresos populares, etc.” Antes de que nos emocionemos del todo, comparemos ese texto con el siguiente: “[La nuestra] es una sociedad de verdadera democracia, el sistema político que asegura la gestión efectiva de todos los asuntos públicos, la participación más activa del pueblo obrero en el gobierno del Estado y la combinación de los derechos y libertades reales del ciudadano con sus obligaciones y responsabilidad hacia la sociedad.” El segundo texto también suena bien, aunque un poquito más disciplinario, ¿verdad? El segundo texto está sacado de la Constitución de la URSS de 1977, época que hasta los más optimistas califican como de estancamiento.
Una vez que despojamos al discurso de agosto de 1980 de sus florituras retóricas, nos quedamos con lo que de verdad interesaba a Deng Xiaoping. En primer lugar una reforma de las estructuras administrativas para que las reformas económicas puedan funcionar. En segundo lugar, evitar la excesiva concentración de poder en manos de una persona. Esto último no le interesaba a Deng Xiaoping porque fuera muy bueno y muy demócrata, sino porque las había pasado canutas durante la etapa de la Revolución Cultural y era consciente de lo que puede hacer un autócrata descerebrado cuando tiene demasiado tiempo libre entre las manos. Para mí, ese discurso es como el acta fundacional de los cambios que Deng Xiaoping quería introducir en China y por más que lo busco, el buen rollito democrático apenas se lo encuentro.
Durante la década de los ochenta fue haciéndose evidente que los sistemas comunistas debían evolucionar si no querían seguir el mismo destino histórico que la Monarquía Dual Austro-Húngara y los dinosaurios. Frente al modelo propugnado por Deng Xiaoping de reestructuración económica y reformas administrativas, pero cambios políticos los mínimos, apareció otro modelo, el de Gorbachov.
Al igual que Deng Xiaoping en China, Gorbachov había llegado a la conclusión de que la URSS se estaba quedando atrás y que el modelo económico comunista no funcionaba. Fue entonces que Gorbachov se sacó de la chistera la “perestroika” (“reconstrucción” en ruso) o reestucturación económica. La “perestroika” iría acompañada de la “glasnost” (“apertura” en ruso). La “glasnost” consistía en aumentar la libertad de expresión, dar libertad a la gente para que criticase la acción de Gobierno y a los burócratas y hacer que la Administración funcionase de una manera más transparente. En última instancia se deseaba que el pueblo se involucrase más en la reestructuración de la economía y en erosionar el poder de los burócratas que eran vistos como rémoras para el cambio. Como Gorbachov era muy fotogénico (al menos comparado con su predecesor Chernenko) y decía las cosas que queríamos oír, no caímos en la cuenta que su objetivo no era democratizar la URSS, sino ponerle las pilas en lo económico para salvar el sistema. Lo mismo que buscaba Deng Xiaoping. La diferencia entre ambos era la importancia que daban al pilar de las reformas políticas, mucho mayor en el caso de Gorbachov.
La pugna entre los dos modelos de reforma llegó a su culmen en la primavera de 1989. En abril había muerto el reformista Hu Yaobang. Su muerte fue el detonante para que los estudiantes saliesen a la calle a protestar pidiendo reformas. El 15 de mayo Gorbachov llegó a Pekin. Las autoridades chinas temían que su visita galvanizase a los manifestantes y tenían razón para tener miedo. Algunos comentarios de estudiantes chinos que recogió la prensa extranjera eran: “Lo que China necesita es alguien como Gorbachov. Su pensamiento es claro y bueno”; “Pienso que Gorbachov es una gran estrella política, es sorprendente y es un teórico de peso”; “Le invito a que venga y visite mi universidad, ya que prestamos mucha atención a sus reformas.” Las autoridades chinas supieron pilotar la visita de Gorbachov de manera que todo estuviese tranquilo y tres semanas más tardes optaron por la represión implacable en la Plaza de Tiananmen.
La visión que tienen los líderes chinos sobre las reformas democráticas está teñida por el trauma que supusieron los acontecimientos de Tiananmen. Fue entonces la única vez desde la caída de la Banda de los Cuatro hasta hoy que sintieron que podían perder el control de la situación. También fue la única vez en todo este período que surgieron fisuras en el liderazgo del Partido. La lección que extrajo el Partido fue que nunca más dejaría que las cosas llegaran a esos extremos y que las querellas internas se resolverían en casa y no se dejaría que amenazasen el monopolio del poder que tiene el Partido.
Las lecciones de Tiananmen se vieron reforzadas dos años después con la desaparición de la URSS. Deng Xiaoping debió de sentirse vindicado. Así que ése había sido el resultado final de las políticas del tan cacareado Gorbachov: la pérdida de poder por el Partido comunista y la fragmentación de la URSS. La lectura china de lo sucedido fue clara: las reformas aceleradas y la libertad de expresión desmadradas llevan a la hecatombe.
Con el sucesor de Deng Xiaoping, Jiang Zemin, no hubo manera de que nada cambiase. El recuerdo de Tiananmen estaba demasiado próximo y, además, Jiang debía su ascenso a que atrajo la atención de Deng por la manera en que había sabido controlar las protestas en Shanghai en la primavera de 1989. El hombre que se había alineado con la facción dura del Partido no iba a ser el que trajera la democracia a China.
A Jiang Zemin le sucedió Hu Jintao en 2003. Mientras fue sucesor “in péctore”, Hu guardó siempre las formas y fue muy respetuoso con Jiang. Tenía claro en el sistema chino quién puede dar los capones y quién, no. Aunque asumió el poder en 2003, parece que la sombra de su predecesor ha sido un poco demasiado alargada y que no le ha dejado moverse todo lo que habría querido en el terreno de las reformas. Pero en el Partido Comunista Chino donde todo el mundo vigila a todo el mundo, resulta difícil saber lo que un individuo conreto desea, aunque sea el Secretario General del Partido.
El 19 de octubre de 2005 el liderazgo chino publicó el Libro Blanco sobre la Democracia Política. Ahí no hay lugar a equívocos ni a especulaciones sobre lo que piensa cada cual. Es una obra colegiada que expresa el pensamiento unánime del Partido y capón para el que se salga de la línea, y si alguno tiene dudas sobre lo del capón, que le pregunte a Zhao Ziyang.
El texto habla mucho de democracia interna, que es un concepto que me recuerda mucho al “centralismo democrático” de los viejos partidos leninistas. No sé porqué, pero la democracia es un concepto que pierde mucho en cuanto uno le empieza a añadir adjetivos. Leyendo el Libro Blanco se advierte que aboga por el mismo modelo que tenía pensado Deng Xiaoping: los cambios necesarios para que el sistema funcione con mayor eficiencia y siempre supeditados a que el Partido Comunista mantenga el control sobre el poder.
Por si alguien cree que me estoy pasando de escéptico, transcribo algunos fragmentos del Libro Blanco: “En la construcción de una democracia política socialista, China siempre se ha adherido al principio básico de que la teoría marxita de la democracia sea combinada con la realidad de China…”; “La democracia de China es una democracia popular bajo el liderazgo del Partido Comunista Chino. Sin el Partido Comunista no habría una Nueva China ni habría una democracia popular(…)”; “El desarrollo y la mejora de este sistema son también llevados a cabo bajo el liderazgo del Partido Comunista Chino. El liderazgo del Partido Comunista Chino es una garantía fundamental para el pueblo chino de que serán los dueños de la gestión de los asuntos de su propio país.”
Aunque parece claro que el Partido tiene las mismas ganas de democratizar China que yo de darme un martillazo en los huevecillos, los émulos de Fukuyama y los optimistas recalcitrantes siguen buscando por los resquicios indicios de que la democratización de China está al caer.
Este año estuvieron de enhorabuena. El Primer Ministro Wen Jiabao en abril escribió un editorial rehabilitando la figura de Hu Yaobang, en agosto pronunció un discurso muy polémico en Shenzhen y en septiembre concedió una entrevista también muy polémica a Fareed Zakaria. Algunas de las cosas tan excitantes que dijo Wen Jiabao fueron: “No debemos promover sólo la reforma del sistema económico, también tenemos que avanzar con la reforma del sistema político. Si no garantizamos la reforma del sistema político, corremos el peligro de perder los avances que hemos hecho en las reformas económicas…”; “Debemos seguir emancipándonos de las ideas antiguas y atrevernos a explorar. No podemos caer en el estancamiento y menos aún retroceder. El estancamiento y el retroceso no sólo podrían arruinar los logros de 30 años de reforma política y destruir oportunidades valiosas para el desarrollo, sino que también podrían sofocar la empresa vital del socialismo con características chinas. Además, actuar contra la voluntad del pueblo chino sólo puede conducir a un callejón sin salida.”
Entiendo que los demócratas bienintencionados de todo el mundo se hayan frotado las manos de satisfacción, pero les recordaría que el sistema de funcionamiento del Partido Comunista Chino es colegiado y el que se mueve no sale en la foto. Si Zhao Ziyang no pudo, por más que lo intentó, en 1989 alterar el rumbo decidido por la cúpula del Partido, no sé porqué Wen habría de tener más éxito en 2010.
Por si quedara alguna duda sobre la nula voluntad de introducir cambios radicales en el sistema, del 14 al 18 de octubre pasados el Partido Comunista Chino celebró el Pleno de su Comité Central en el que se aprobó la “Propuesta del Comité Central del PCC para la formulación del duodécimo Programa Quinquenal para el desarrollo económico y social de China (2011-2015)”. El texto repite en varios momentos el mantra de la construcción del socialismo con características Chinas y habla de seguir la Teoría de Deng Xiaoping. El texto del comunicado dedica mucho más espacio a temas económicos y a la armonía social que a hablar de reformas políticas, cuestión que apenas es abordada. Es más, incluye un soniquete ya familiar y que a Deng Xiaoping no le habría desagradado: “El Pleno subrayó que el liderazgo del Partido es la garantía fundamental para lograr los objetivos del desarrollo económico y social durante el período del duodécimo Plan Quinquenal…
Empecé esta entrada con una pregunta: ¿se va a democratizar China? Creo que ya tengo la respuesta: Ni de coña.

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