Revista Diario

Segundas partes... fueron más traviesas

Por Sandra @sandraferrerv
Segundas partes... fueron más traviesasReemprendemos la rutina después de tres días de ingesta excesiva de comidas copiosas, turrones varios y otras tantas variedades de bombones aderezados con vinos, champanes y demás licores. Hasta tal punto me he llenado, que las acelgas de hoy me han sentado fantásticamente bien. Pero bueno, a lo que vamos. Hace días que quería hablaros de mi pequeña princesa y su actitud gamberril. Cuando mi pequeño gran hombre era más pequeño nunca lo vi romper una hoja de un libro o pintar en la pared. Pero, cuidadín con la pequeña rubia. No se la puede dejar sola que al momento te ha hecho un Miró en la pared con todos los bolígrafos que ha encontrado, se ha bañado en colonia (y cuando se la quitas te dice que no ha terminao), ha sacado toda la ropa del armario o la has pillado con una tijera en la mano preparada para hacer un bonito trabajo de papiroflexia con tu libro favorito. Total, que hablándolo con otras madres, muchas coincidimos que todo lo que no hicieron los hermanos mayores, lo han realizado multiplicado varias veces, sus hermanos pequeños. Yo supongo que debe ser una mezcla de, por un lado, mientras soy pequeñín voy observando y tomando nota de lo que hace ese medio enanillo que está al lado de mamá y papá hace y pienso, esto lo he de mejorar y, por otro lado, la falta de vigilancia que disminuye a la vez que aumentan los vástagos en la familia. Mi hijo mayor, he de confesarlo, estaba mucho más controlado pero ¡ajá!, cuando hay dos pitufillos corriendo por la casa, o pides al mago del jarrón unos ojos a lo camaleón, o seguro que el pequeño te la lía en los próximos minutos. No sé muy bien la razón pero cuando mi hijo mayor esta calladito en otra habitación al cabo de unos minutos me viene con un retrato, su nombre escrito o cualquier otra lindeza pero ay como mi pequeña princesa desaparezca de mi radar auditivo y ocular. Alguna está maquinando, seguro.Y no es que el mal de mucho sea consuelo de tontos, pero saber que otras madres sufren en silencio los embistes de esos pequeños diablillos consuela, qué queréis.

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