Revista Aventura

Senderismo y etnobotánica: Las agallas del roble valenciano.

Por Manil

Aunque una de las acepciones de la palabra agalla que encontramos en el diccionario de la RAE hace referencia al valor,  este post no trata de lo valiente que es este árbol «tan nuestro» (aunque osadía no le falta), ni tampoco trata de frutos silvestres, ya que las agallas no lo son. 

Esas «excrecencias redondas«, (como las define la RAE), que se forman en el roble, el alcornoque y otros árboles y arbustos, no son más que el resultado de la picadura de ciertas avispas e infecciones provocadas por microorganismos.

De todos los tipos de agallas que podemos toparnos haciendo senderismo por la Comunidad Valenciana, la más conocida y popular es la del quejigo (Quercus faginea o roble valenciano).

Senderismo y etnobotánica: Las agallas del roble valenciano.
Fotografía De Ximenex, CC BY-SA 2.1 es

Con forma esférica, estas formaciones (también conocidas como cecidias), se producen tras la picadura de ciertas especies de avispas con su oviscapto en las ramas y brotes más tiernos del árbol, y el objetivo que persiguen al hacerlo es inocular sus huevos, sabedoras estas «listillas» que el árbol generará un recubrimiento leñoso alrededor de la picadura para protegerse la posible infección y que a ellas les servirá de protección, manteniendo a salvo los huevos y larvas. Precisamente estas agallas son las que dan le dan el nombre valenciano a este árbol: el gal·ler

Reconocer estas agallas es bien sencillo, su forma esférica de algo más de 2 cm de diámetro, las diferencia perfectamente de las bellotas (que son el fruto propio de esta especie arbórea). En otoño, con la caída de las hojas, es habitual encontrarlas en el suelo. Saber si las crías están dentro es bien sencillo, ya que al salir dejan una pequeño orificio.

Senderismo y etnobotánica: Las agallas del roble valenciano.
Quercus faginea (roble valenciano).

Al margen de la importancia ecológica del roble valenciano (es un bioindicador de la calidad ecológica de la zona donde se encuentra), y del aprovechamiento de su madera y de sus frutos, el alto contenido en taninos de sus agallas (entre un 24% y un 70% en forma de ácido tánico y galotánico), hace que se hayan utilizado desde tiempos inmemorables con diferentes fines.

Y son los usos de estas agallas las que han suscitado esta entrada, o mejor dicho, la divertida cháchara que tuvimos el otro día Manuel, Pilar y yo sobre ellos mientras disfrutábamos haciendo senderismo por el Parque Natural de la Sierra de Espadán. En esa conversación salieron a colación las palabras de nuestro amigo David Vázquez (Escuela de Superviviencia Montes de Andilla), que con más paciencia que Job, nos explicaba los usos tradicionales de ciertas plantas, árboles y arbustos en el taller de etnobotánica excursionista.

Aquel día David nos contaba, navaja en mano (eso sí, en actitud nada amenazadora), que toda la familia de los quercus (robles, carrascas, alcornoques, etc…) presenta altos valores en taninos, por lo que su corteza o sus frutos formaban parte de la farmacopea tradicional desde tiempos inmemoriales, pero que eran sus agallas las que presentaban valores más altos. Se agachó, recogió una del suelo y ante nuestros ojos la partió por la mitad.

Senderismo y etnobotánica: Las agallas del roble valenciano.

Su interior tiene la textura del corcho, y en el centro se puede ver perfectamente la cavidad que albergaba a la avispa. Raspando con delicadeza esa masa esponjosa del interior se extrae con facilidad un polvo que es el que se usa para los diferentes preparados, y que según contaban las ancianas del lugar, era mano de santo para la almorranas. 

Pero no es esa su única virtud medicinal; es también útil en afecciones de piel y mucosas (aplicándose en forma de baño o compresas), en afecciones de faringe (en forma de enjuagues), en el caso vaginitis (como lavados e irrigaciones), y el polvo de estas mismas agallas (preparado en infusión), se ha utilizado tradicionalmente como antidiarreico.

Al margen de su uso medicinal, el elevado porcentaje de taninos también llevó a que las agallas se usaran como fijador de tinturas, incorporándose como producto en la fabricación de tintas.

Senderismo y etnobotánica: Las agallas del roble valenciano.
Fotografía Hulton Archive.

Aunque es sin duda, el primer uso que se me pasó a mi cuando me tope por casualidad con mi primera agalla fue el de usarla como canica, y como suele pasar, tampoco fui en primero, ya que los niños de antaño también las usaban para jugar, para construirse juguetes y para construirse pipas.

Puede que después de leer este artículo tengas un repentino interés por las propiedades medicinales de las plantas que habitualmente te encuentras cuando haces senderismo por la Comunidad Valenciana, por eso te invito a que consultes Senderismo, excursionismo y plantas medicinales y Árbol APP.

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