A casi nadie se le ocurriría hacer campaña política acortándose el nombre para usar como anuncio “Trini Puede”, el eslogan popular hace unos años de una costurera madrileña.
Pero lo hizo Trinidad Jiménez en lucha con Tomás Gómez para enfrentarse a Esperanza Aguirre. Gómez no apareció como Tomasín, como tampoco Esperanza Aguirre se anuncia como Esperancita, aunque todos le digan “Doña Espe” con cierta prevención ante su poderío.
Pero todo el Gobierno y el Comité Federal del PSOE promocionaron a Trini, lo que indica que perdieron el sentido del ridículo, tan cuidado antes en ese partido.
Poca gente toma en serio a alguien que pretende ser importante en política presentándose como castiza zurcidora, y menos siendo una ministra de 48 años.
Quizás trataba de hacer laica su Trinidad, nombre elegido por sus padres, fervorosos católicos, porque la Trinidad es Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Véase que quien podría haber sido su rival, Doña Espe, tiene nombre menos sagrado: es sólo una humilde virtud teologal, no Dios Tres en Uno.
Estas ministras y dirigentes socialistas mantienen aún el machismo feminoide: entre ellas usan diminutivos, Tere, Lenita, pero a Zapatero no le dicen Pepito Luisillo, a Manuel Chaves Manolito o Lolito; Miguelito a Moratinos; Paquito a Caamaño…
Hacer campaña como Trini se presta al navajazo cachicuerno de Alfonso Guerra cuando, ya derrotada, le llamó Señorita Trini --sonaba a Señorita Pepis--, sabiendo que iba a irritar al feminismo de guardia.
Ministras feministas que también portan nombres divinos, de vírgenes y santas monjas, y es que sus familias, de laicas republicanas, nada: franquitas y católico-romanas.
La conclusión es que Trini, sin presentarse como Trinidad, anuncia solamente corte y confección, razón por la que posiblemente en distintas elecciones le negaron Madrid tres veces: Trinitariamente.