Revista Arquitectura

Sentimentalismo (I)

Por Arquitectamos
Cuando uno hace algo para que otro lo disfrute o lo use (llamémoslo ambiguamente "arte"), incluso cuando lo hace de una manera racional y cerebral, aspira, además de a satisfacer algún tipo de necesidad, a provocar alguna reacción intelectual, afectiva, emocional y, en definitiva, sentimental, en el espectador o en el usuario. No solo no es malo que el "arte" despierte sentimientos, sino que es una de sus misiones irrenunciables. Eso abarca incluso a la arquitectura, que trasciende su utilitarismo inicial para dar varios pasos más allá de sus fines y entrar en el resbaladizo campo del sentimiento y de la emoción.
Sentimentalismo (I)
Creo en la arquitectura funcional, pero también creo que la emoción del espacio es su principal función. O sea, que incluso la más ferozmente utilitaria es antes que nada espacial, y el espacio provoca emociones y sentimientos.
Sentimentalismo (I)Sentimentalismo (I)
Pero esas emociones no solo las consigue el espacio ampuloso, el gran volumen, porque "espacio" no es solo "volumen". Tampoco es solo lo que entienden la topología ni la geometría analítica. El espacio es todo. El espacio es volumen, geometría, forma, color, textura, olor, temperatura... todo. Y esa totalidad o plenitud del espacio nos provoca sentimientos muy complejos.
Y tampoco nos provocan sentimientos solamente estos espacios tan acogedores y cálidos:
Sentimentalismo (I)Sentimentalismo (I)Sentimentalismo (I)
Sino también (y muy fuertes) estos otros muy cerebrales:
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-Entonces ¿a qué se debe el sentimentalismo? ¿Cómo funciona?
-No tengo ni idea.
-¿Y por qué sacas este tema en tu blog?
-Porque soy tonto. Porque me vuelve loco hablar de lo que no sé, ir buscándolo mientras escribo a tientas.
-Oh, qué cool. (Valiente soplagaitas).
Veo una distinción entre el sentimiento espontáneo (que puede experimentar cualquiera, sin preparación previa) y el sentimiento elaborado desde la cultura o la información (que experimenta alguien que ya está predispuesto y avisado). Por ejemplo, para emocionarse con el Pabellón de Barcelona, el Gimnasio Maravillas o un cuadro de Mondrian hay que haber tenido algún entrenamiento previo, mientras que otras obras se prestan a una fruición y emoción más directas.
También veo una diferencia entre sentimiento a contrapelo, experimentado desde la dureza y a pesar de ella, y sentimiento provocado, remachado sensibleramente.
Y ahí ya me pierdo. Quiero hacer grupos y subgrupos y veo que estoy haciendo el tonto. No sé adónde voy.
¿Me será más fácil entenderlo con el cine? Creo que no, pero al menos los ejemplos son más evidentes, porque el cine es un arte muy sentimental.
Rafael Azcona tenía prohibido el sentimentalismo, y lo llevaba a rajatabla. De sus muchísimas escenas brillantes voy a señalar una muy modesta, casi inapreciable: En El Verdugo (guión de Azcona, Berlanga y Flaiano, dirección de Berlanga) el protagonista vive de forma muy precaria con su hermano sastre, su cuñada y sus sobrinos. El sastre (que trabaja en casa y en pijama) está rematando una sotana y le pide a su hermano que se la pruebe. Le pregunta (con voz asqueada por la rutina y por todo) si le tira la sisa. ¿Cómo puede saber el improvisado y desganado maniquí si la sisa le tira o no? Pues de la única manera posible: bendiciendo. En esa España de ese momento, eso es casi un insulto, casi un sacrilegio, pero es que uno apenas se da cuenta. Es un detalle mínimo, sin enfatizar. Yo al contarlo ya lo exagero, le pongo el punto de mira, pero si vemos la película de un tirón casi ni se nota.
Sentimentalismo (I)
Sigamos con la película El Verdugo. Los gestos y los elementos narrativos se muestran sin subrayar, sin regodearse en ellos: Cómo calcula el verdugo la talla de camisa de su yerno, o con qué inhumana naturalidad se pasa de una boda rica a una boda pobre, sin primeros planos, sin detenerse morbosamente en la retirada de las flores, en el final de la música, en el apagado de las velas. No: Todo ocurre sin más. Acaba una boda y empieza otra, y las cosas van pasando. Lo que sintamos sobre la miseria humana, la injusticia, la mierda de la vida, es cosa nuestra.

Eso mismo hacía Billy Wilder, y nos emocionaba también con su fría crueldad.
Es evidente que estos cineastas trabajaban para un público muy inteligente, que las pillaba al vuelo, y no querían subrayar ninguna escena, y mucho menos si era de las que podían provocar una reacción sentimental. No obstante, el sentimentalismo se produce, pero porque el espectador pone lo que falta, y completa así el mensaje. La parte sentimental no es achacable ni a Azcona ni a Wilder.
En el otro extremo tenemos a Frank Capra. El (por otra parte también magnífico) director nos insiste machaconamente en los detalles con los que tenemos que emocionarnos, y cuando ya estamos a punto de soltar la lágrima, la suelta el protagonista (con quien empatizamos vergonzantemente) y suena una música que termina de matarnos.
Me entusiasma Qué bello es vivir. Sí, ya sé que es ñoña y que nos la ponen todas las navidades, y se ponen ya muy pesados. (En la Nochebuena de hace unos cuatro o cinco años, tal vez más, la pusieron en la 2 y en Antena 3. Iban con unos treinta minutos de desfase).
¿Cuánto llevo? Ya más de la cuenta, y con Qué bello es vivir llenaría un post entero. ¿Qué hago? Abrevio. A ver si otro día me extiendo en esto.
Voy solo a la parte del post-suicidio: George Bailey está metido en un problema muy serio de dinero, y, en su desesperación, decide suicidarse lanzándose a un río helado y muy revuelto. Cuando lo va a hacer, su angel de la guarda, Clarence, toma forma humana y se tira él (detallazo), para que George, que tiene un gran corazón, se lance a salvarle y abandone así su propósito.
Cuando Clarence le pregunta a George por qué se quería suicidar, este le dice que su vida ha sido un fracaso y que más le valdría no haber nacido. Entonces Clarence pide permiso a la superioridad y le ofrece un espectáculo en vivo: Cómo sería el mundo (mucho peor) si él no hubiera vivido nunca.
Y ahí se pasa cuatro pueblos. George se vuelve especialmente imbécil, y por más ejemplos que ve, no termina de pillar el argumento: Cómo-sería-todo-si-no-hubieras-existido.
Tu amigo del alma Ernie, el taxista, no te conoce (claro: no has nacido). Tu casa, que compraste abandonada y restauraste, está abandonada y sin restaurar (claro: no has nacido). Tu amigo querido, el policía, no te conoce (claro: no has nacido). Tu hermano, a quien salvaste la vida de niño, murió de niño (claro: no has nacido). A la gente que ayudaste no la ayudaste (claro: no has nacido), y lo bueno que hiciste no lo hiciste (claro: no has nacido). Tu madre no te conoce (claro, estúpido, entérate ya: no has nacido). Y, después de todas las desgracias, alcoholismos, ruinas y muertes que han ocurrido porque tú no has nacido, viene lo más terrible de todo. Tan terrible que Clarence duda en decírtela. Tu amada esposa, Mary, como tú nunca has existido, es... es... ¡UNA SOLTERONA! ¡Horror! (Y además, como no has existido nunca, ella es entonces miope y lleva gafas. ¿Y eso qué tiene que ver? Ah, a mí qué me cuentas. Las reclamaciones al maestro armero, que yo soy gallineja y a las doce dicen misa).


Es todo lo contrario que Azcona o Billy Wilder, ¿verdad? Repite y repite y repite. Machaca y machaca y machaca. Si los primeros se dedican a un público muy inteligente, para el que basta una mera insinuación, Capra trabaja para un público muy tonto. Vale: un público tonto, sí. Pero más o menos cuando va terminando este último clip yo ya tengo la garganta agria y los ojos tiernos, y unos minutos después (escena de la apoteosis, que por pudor no pongo) me tengo que levantar y tomarme un vaso de agua en la cocina, primero porque me viene bien aclararme un poco la garganta, y segundo y principal porque bastante se ríen ya mis hijos de mí, y no quiero darles más motivos.
Con todo lo que he dicho, creo que Qué Bello es Vivir es una obra maestra, que domina el arte y la técnica del sentimentalismo. Pero es que (debe de ser ya la edad) ahora me emociono también con las películas más facilonas, y, aunque les vea la trampa (que se la veo) no puedo resistirlo. Tal vez una cosa sea el sentimiento y otra el sentimentalismo. Tal vez el mérito artístico consista en conseguir el sentimiento (incluso desde la frialdad), mientras que, por el contrario, el sentimentalismo sea kitsch. Creo que sí, que es eso más bien. Pero a mí me puede, y cada vez más. Lo dejo aquí. No puedo seguir. Creo que voy a llorar otra vez.

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