Revista Comunicación

Serlo o no, para acabar con la cuestión judía

Publicado el 10 octubre 2016 por Universo De A @UniversodeA

El fanatismo de cualquier extremo es, al final, la misma cosa

Serlo o no

Sinopsis y ficha técnica

Dos vecinos se encuentran a menudo en el rellano de la escalera. ¿Qué puede llegar a ocurrir cuando uno de ellos descubre por internet que el otro es judío? Una comedia firmada por uno de los autores trágicos franceses más cómicos de su generación, dirigida e interpretada por Josep Maria Flotats

Dramaturgia y dirección:

Josep Maria Flotats
Con:
Josep Maria Flotats y Arnau Puig

Ficha artística:

Traducción al español Mauro Armiño
Escenografía Alejandro Andújar
iluminación Albert Faura (a.a.i.)
Interpretación musical Dani Espasa
Ayudante de dirección Pep Planas
Segundo ayudante de dirección José Gómez-Friha
Construcción de escenografía Neo Escenografia SL
Diseño del abrigo Goretti
Peluquería Toni SantosUna coproducción de Teatre Lliure y Taller 75

Comentario previo

¡Qué gusto volver a pisar la sala principal de este histórico teatro!… hasta tal punto, que me daba igual si era para bien o para mal… pero la respuesta a esa pregunta estará en la crítica.

Maravillosa atención al público. Bastante buen y completo programa de mano.

Por otra parte, ¡los escándalos no cesan en este teatro!: ¡Pérez de la Fuente va a ir a juicio contra el ayuntamiento por despido improcendente!, y ya ha dicho que si la justicia le devuelve el puesto… ¡lo aceptará!, ¡joder!, ¡el culebrón Mortier se va a quedar en nada en comparación con esto!… y lo más irónico de todo, es que las últimas producciones que él ha programado me están encantando… ¡al final acabaré pidiendo que vuelva, después de tanto haber clamado por su expulsión, jajaja!; ahora en serio, pese a todo, no cambio mi opinión acerca de su gestión de los municipales, demasiados bodrios hemos soportado, y las obras buenas han sido una gran excepción que confirma la regla.

Pero en fin, hablemos algo de esta producción de la que haré la crítica, que sabemos que fue estrenada previamente en catalán… lo cual no deja de resultar cuanto menos irónico, puesto que, a pesar de su temática judaica, como todas las grandes obras (que siempre poseen la cualidad de la universalidad), no resulta nada difícil extrapolarla a otros ámbitos y otras culturas… y sin ir más lejos, a Cataluña (salvando las distancias, como en todos los casos, y más en este en concreto, porque esa región jamás llegó a constituirse como estado independiente, no pasando de feudo, con mayor o menor autonomía; al contrario que otros lugares dentro de la Corona española, algunos también con su propio nacionalismo, que sí se constituyeron como Reinos independientes y de pleno derecho) y su situación actual… es más, si se ve toda la obra, en esa clave (cambiando todo lo “judío” por “catalán”), resulta extremadamente curiosa… cosa que no se nos pone muy difícil, ya que Josep Maria Flotats posee un acento catalán tan desmesuradamente exagerado (a pesar de que se supone que los dos personajes son franceses), que he llegado a pensar que lo hizo a propósito para que enlazásemos fácilmente la cuestión judía con la catalana. En fin, queda a juicio y divertimento del espectador el si quiere hacer estas reflexiones y enlaces.

A todo esto, decir que fue espantosamente complicado encontrar fotos del espectáculo, pues en la página del Español sólo aparecía la del programa.

Crítica

En un sólo aspecto, esta obra no es digna de la sala en la que se representa, y ese es, el que es una obra muy reducida: dos actores, decorado casi nulo, etc. De hecho, al verla, no dejas de pensar que su sitio estaría mejor en una sala, o en cualquiera de los otros escenarios de los municipales… pero también digo una cosa, la grandeza que no tiene en ampulosidad, la tiene en calidad.

Ciertamente, al texto no le faltan fallos, narrativos y estructurales: como que todo es demasiado conveniente, forzado, muy “deus ex machina”, todo lo cual ya alcanza su culmen en el monólogo final, que está tan metido con calzador que rechina por todos los lados… pero al final todo eso, se queda en algo absolutamente secundario y perdonable porque el resto del escrito es absolutamente perfecto.

No es fácil abordar ciertos grandes temas, pero, sí se hace bien, tienes garantizada una gran obra, y si bien nunca hay un número seguro al que apostar para conseguir una obra maestra, desde luego, con este tipo de elección, tienes muchas posibilidades. Así pues, en “Serlo o no”, se reflexiona sobre temas como el racismo, la manipulación de la historia, la cultura en la que se ha sido educado, la tolerancia, la diversidad de opiniones y puntos de vista, la estupidez, la desinformación intencionada, la ignorancia, los tópicos, la xenofobia, la multiculturalidad, la condición humana, la ciudadanía y la nacionalidad, las apariencias sociales, el matrimonio, la capacidad de elección del ser individual, etc… y se hace muy bien.

Así pues, el texto de Jean-Claude Grumberg rebosa maestría y brillantez (si olvidamos los defectos citados anteriormente, y no resulta difícil), probablemente ya lo hubiera hecho si se hubiera ceñido a tratar simplemente el asunto judío, pero su tratamiento es realizado de tal forma, que no resulta difícil equiparar lo que vemos a otras culturas, asuntos políticos (como reflejo en el comentario previo), religiones o temas, más allá del judaísmo; no nos resulta difícil entender que, el argumento, sólo es una excusa (sin que por ello pierda peso o importancia) para tratar otras cuestiones más universales, con las que cualquiera podría sentirse identificado y percibir a su alrededor, no nos va a hablar de algo lejano y de otras tierras (porque, ¿cuántos de nosotros conocemos muchos judíos o estamos rodeados de ellos?), sino de cosas totalmente cotidianas, a nuestro alcance, y que forman parte de nuestras vidas a cada instante.

Todo ello, lo hace Grumberg con el que ha sido históricamente el gran lenguaje por excelencia para transmitir cosas serias sin irritar a nadie: el humor; y es que, si nos parece exagerado, divertido… como que nos parece menos peligroso… pero el mensaje sigue ahí, alto y claro. En cualquier caso, Grumberg maneja absolutamente bien este lenguaje, y atina inteligentemente en cada golpe, cada situación, cada ocurrencia disparatada, que en realidad está queriendo decir mucho más allá de la extravagancia que se nos muestra.

Todo ello, por otra parte, no hubiese servido de nada si el autor del texto no hubiese sido neutral, si no hubiese evitado deliberadamente posicionarse, pues nos hubiésemos encontrado con un producto panfletario que yo estaría poniendo a caer de un burro en este momento (y no lo hago)… y yo creo que se puede decir que, realmente, la bella conclusión a la que se llega es que, al final, la tolerancia es la auténtica solución, sí, sin duda esta obra es un canto al respeto, y a que, al final, la consideración esté por encima de todo.

En definitiva, Jean-Claude Grumberg firma (aún con sus defectos) un texto absolutamente excelente y magnífico; y por ello, no me extraña que Flotats (actor, dramaturgo, director y actor en esta producción… vamos, que lo hizo todo excepto traer los cafés) cayese rendido ante tanto talento y que decidiese escenificarlo en España, finalmente, tras su paso por provincias, llega a la capital del Reino.

Como he dicho, ya que casi todo lo hizo Flotats, de casi todo se le podrán decir alabanzas… o echar culpas.

Comencemos por su dramaturgia, que yo diría acertada, aunque no conozco el texto original; en cualquier caso, a mí me ha llegado su emoción.

Respecto a su dirección, ya no puedo decir lo mismo, me pareció poco hábil, forzada, con unos movimientos en escena muy marcados, poco naturales, y, en general, como perdida en un escenario tan grande en el que no sabía qué hacer, de hecho, hay una permanente sensación de exceso de espacio desaprovechado.

En realidad, el gran problema de esta producción, es que no consigue adaptarse al lugar en el que se representa (lo que comentaba de que estaría mejor en una sala), que parece venirle inmenso, hasta el decorado da la impresión de haber sido readaptado para que encaje, y ampliado de mala manera, de modo que rechina por todas partes. Sin mencionar lo poco estético que es, bueno, en realidad, nada lo es en esta producción, en la que todo en el escenario resulta feo y vulgar, y francamente, no lo veo necesario, por más que sea una escalera de vecinos (las hay muy bonitas y con gente que viste muy bien).

A todo ello no ayuda una dirección insegura, que se la ve (aunque no lo sea si analizamos su carrera) inexperta, de diletante, que no sabe qué hacer con los actores ni con el espacio que tiene….

Y como actor, Flotats me pareció pésimo: con un acento catalán desmesurado (aunque su personaje repetía una y otra vez que era francés), sobreactuado, con un exagerado afeminamiento (por más que ambos personajes no parasen de hablar de sus mujeres), y en general, total y absolutamente inverosímil.

En definitiva, ya vemos que Josep Maria Flotats cargó mucho más peso del que podía aguantar… y se hundió debajo de él. Indudablemente, tuvo la inmensa suerte de que el texto que llevó a escena tenía una calidad tan desmesurada que brilló por su propia excelencia, pero desde luego, no gracias a su ayuda; con total seguridad, debió haber delegado, haberse quedado quizás sólo en hacer la dramaturgia, y permitido que otras personas más expertas y talentosas se ocupasen de aquello para lo que él no tenía cualidades, al fin y al cabo, saber reconocer las propias limitaciones y ver las capacidades de los demás, también es un talento, tan importante como poco reconocido.

Con respecto a su partenaire, Arnau Puig, se pasa de rosca haciéndose el tonto, tanto, que parece que padece una deficiencia mental, de modo que tampoco hay quien se lo crea.

En definitiva, a pesar de los muchísimos e inmensísimos defectos de esta producción (qué fácilmente hubieran podido haberse solucionado, todo hay que decirlo), la obra es tan desmesuradamente sublime (muy probablemente una obra maestra, pero quizás tendría que volver a verla para asegurarme de esa calificación) que, simplemente, hay que verla, ¡es un imprescindible de la cartelera!, es brillante, maravillosa, y gustará a todo aquel que la vea, tanto a los que quieran echarse unas risas, como a los que busquen lo intelectual en el teatro… y además, me parece válida y adecuada para todas las edades, por lo cual, me parece el esencial teatral del momento.

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