Revista Economía

Seven bad ideas i.

Publicado el 22 noviembre 2014 por Torrens

Estoy leyendo el libro que da título a esta nota y que se puede traducir por Siete Malas Ideas o mejor aún Siete Ideas Erróneas o Equivocadas, escrito por Jeff Madrick, economista y periodista especializado en temas económicos que ha colaborado con los principales periódicos USA y que ahora publica regularmente sus artículos en el New York Times.

El libro repasa las teorías económicas en que se basan tanto el liberalismo salvaje que nos ha llevado a la desastrosa crisis actual, y que todavía nos imponen intentando solucionar el problema con más de lo mismo que lo provocó, como las medidas estúpidas que nos han mantenido en situación de crisis mucho más tiempo del necesario para finalmente dejarnos en situación de estancamiento acompañado de una fragilidad preocupante. Voy aproximadamente por la mitad del libro, pero ya vale la pena comentarlo porque es sumamente interesante. A la nota le he puesto el título SEVEN BAD IDEAS I, porque cuando lo acabe habrá segunda parte con los comentarios sobre los capítulos que me faltan, algunos tan jugosos como uno que se refiere a errores en la globalización.

La primera teoría que el autor considera un error garrafal es uno de los primeros principios de la ciencia económica clásica, formulado en el siglo XVIII por el que se considera el primer economista de la historia, Adam Smith. El principio se denomina “La Mano Invisible”, y mantiene que en un mercado totalmente libre y sin intervención o regulación externa de ningún tipo los posibles desequilibrios se compensan y solucionan por si solos, como guiados por una mano invisible.

Por poner un ejemplo simplista pero comprensible, si en una situación de precios estables la oferta sufre un importante aumento bajarán los precios pero esta bajada eliminará a algunos de los ofertantes y el nivel  y estabilidad de precios se restablecerá. La mano invisible restablece la estabilidad del mercado siempre y cuando no haya intervención, porque en el momento en que se imponen normas o limitaciones deja de tener efecto.

El liberalismo salvaje que nos impusieron y entre otras barbaridades provocó la desregulación del sistema financiero que ha hundido la economía mundial se basa en especial en este principio, sobre el que Jeff Madrick mantiene que es un inmenso error, y aparte argumentaciones de tipo económico, lo que se entiende mejor de las razones que da para calificarlo de error son las de tipo histórico, es decir, en el caso de este error, y también en muchos de los demás, la mejor comprobación de su buen o mal comportamiento es la experiencia pasada, es decir los datos históricos, y la mejor prueba de que la mano invisible no funciona es que todas las crisis, en especial la del 1929 y la actual no han concluido hasta que se ha producido esa intervención externa a los mercados, aunque la de la crisis actual haya sido muy tímida, y así nos va, como corresponde a la dictadura del liberalismo salvaje que soportamos.

Otra buena razón para calificar de error el aplicar el principio de la mano invisible al sistema económico es otro criterio casi general a todos los errores, la famosa clausula “cœteris paribus” o en igualdad de condiciones. Es decir, casi todos los principios económicos solo funcionan en las condiciones en que se enunciaron, y la mano invisible solo funciona cuando el mercado es realmente abierto, sus muchos actores, demandantes y ofertantes, tienen capacidades económicas similares y acceden al mercado en igualdad de condiciones. Es evidente que este entorno no se da hoy día en ni un solo mercado de ningún producto o servicio, y son pocos donde las multinacionales no operan en régimen de oligopolio, y en consecuencia la base teórica del liberalismo salvaje es errónea y una confirmación más de que lo único que aporta es crisis y todo tipo de desequilibrios y problemas.

La segunda idea errónea se refiere a la Ley de Say, enunciada por Jean Baptiste Say, economista Francés de principios del siglo XIX, que se refiere a algo así como la mano invisible pero referida no solo a los mercados sino a todo el sistema económico. Mantiene que la economía se autoregula y cuando se produce un aumento de producción, este mismo aumento a través de los salarios, gastos, consumos e inversiones que precisa para su realización, crea su propia demanda que absorbe los excesos de producción. La Ley de Say está en la base de las políticas de austeridad porque una vez más considera dañina cualquier intervención pública y ante la recesión aconseja la reducción drástica del gasto público, incluyendo cualquier tipo de gasto social.

Aunque se trata de una teoría que siempre ha mantenido influencia y vigencia entre economistas “oficiales”, Jeff Madrick considera la Ley Say un inmenso error por la simple razón de que jamás ha funcionado. En la crisis del 29 se aplicó a fondo, y mientras se mantuvieron políticas relacionadas con la Ley Say la crisis fue ahondándose cada día más, hasta que llegó Keynes, se empezó a incentivar a los agentes económicos con fondos públicos mediante inversiones, infraestructuras y otro gasto público y al cabo de un tiempo la crisis del 29 era historia.

En opinión de Jeff Madrick esta Ley puede funcionar en una economía rudimentaria basada en el trueque o incluso en la economía domestica, pero no en la economía financiera compleja, y la realidad no deja de darle la razón. Según Say la aplicación de su Ley propicia la salida de la recesión porque la austeridad aumenta el ahorro lo que facilita las inversiones y ayuda a disminuir la deuda pública. En relación con este comentario puede afirmarse que en la actual crisis no ha acertado ni una. Las medidas estúpidas de austeridad de la Unión Estúpida liderada por la Führer han provocado una grave caída de las inversiones y un muy considerable aumento de la deuda pública, exactamente lo contrario que lo enunciado por la Ley Say.

Dentro de dos o tres semanas más ideas erróneas.

El libro ha tenido un impacto considerable, sobre todo porque ya son tantos los expertos que culpan al sistema, en su organización ultraliberal actual, de la mayor parte de los problemas y desequilibrios de la economía mundial que ya podría hablarse de clamor, aunque los que deberían empezar a solucionar el problema no escuchen. El punto culminante de esta reacción ha sido un artículo de Paul Krugman, premio Nobel de economía 1998, publicado por el New York Times el pasado 25 de septiembre en que no solo da toda la razón a Jeff Madrick, sino que va más allá y se pregunta cómo puede ser que los economistas que apoyan las medidas estúpidas y niegan que lo que ha funcionado bien en el pasado sea la solución al actual problema y aconsejan que lo que ha sido un desastre se mantenga porque acabará siendo la solución, economistas que además son minoría y están alejados de la tendencia actual en la ciencia económica, sean precisamente los que frente a la opinión pública y el poder político tienen más fuerza y más influencia sobre las decisiones políticas, y su respuesta no puede ser más preocupante porque da tres razones básicas, primero el control que sobre la economía mundial ejercen las grandes multinacionales, segundo la potente prensa partidista de la derecha económica, de los que cita como ejemplo al Wall Street Journal, y tercero el hecho que los políticos hacen caso a los economistas que dicen lo que ellos quieren oír.  Es decir, y esta es mi conclusión y no algo escrito por Paul Krugman, el mundo ya no pertenece a la política guiada por el pueblo, sino a las multinacionales, ir a votar ya no sirve de nada.

La reacción al artículo no se hizo esperar y The Washington Post, el periódico que más apoya a la derecha arcaica después del Wall Street Journal, el 10 de octubre publicó otro artículo de  Steven Pearlstein, su editor adjunto de la sección económica, famoso por lo inestable de sus opiniones, con un ataque a Seven Bad Ideas que me atrevería a calificar de visceral, con nula argumentación y mucho insulto, digno de la caverna mediática de Madrid, y para que tengáis una idea de su virulencia aquí va uno de los comentarios del artículo  “ an infuriating and rambling rant full of straw men, oversimplification and historical blind spots that winds up being the mirror image of the ideology-masquerading-as-science “ (exasperante y enmarañada diatriba llena de mamarrachadas, simplista e ignorante de la historia que concluye como un reflejo de la ideología disfrazada de ciencia), esta última frase veinte años atrás hubiese dicho “comunismo disfrazado de ciencia”.  En USA no hay extrema derecha porque la derecha normal ya es extrema, y aparte de esta solo hay nazismo como el del Tea Party y similares. Algo parecido a lo que ocurre en España, por eso siempre digo que la derecha civilizada, que probablemente es lo que yo tendría tendencia a votar, no existe ni en USA ni en España.

El siglo XX el mundo se libró de dos graves amenazas: nazismo y comunismo, pero las dos que están vigentes hoy día en el siglo XXI: nazismo financiero de Wall Street e Islamismo, son muchísimo peores, y encima, en la historia de los últimos 100 años, los dirigentes políticos nunca habían sido de tan bajo nivel.


SEVEN BAD IDEAS I.

Volver a la Portada de Logo Paperblog