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Sexo y fama

Publicado el 03 febrero 2015 por Claudia_paperblog

wow

El título es premeditado, sí, puro marketing. Sé que solamente gracias a este título mucha más gente entrará en mi blog, quizá no le gustará la entrada, pero le dará clic al link para leer más solamente por esa palabra de 4 letras que no es amor, ni Dios, ni odio, ni Edén, ni vida, ni asco, ni ateo, ni rosa, ni abre, ni agua. Tampoco es fama la palabra de la que estoy hablando; me refiero a sexo.

No me digáis que no; es lo que nos mueve muchas veces, aunque no me guste generalizar. Nos puede el morbo, el erotismo. El porno, pero el buen porno. Queréis saber de qué estará dispuesta a hablar esta pobre chica de 20 años que se cree que sabe lo que es el sexo. Esta entrada es un poco una crítica, pero también un intento por ver de lo que soy capaz. Los relatos eróticos no son lo mío, pero ahí va mi intento.

Me ha acompañado hasta casa después de los apasionados besos en el banco del parque, de esas lenguas ardientes juntándose en una sin poder separarse ni un instante. Después de mis dientes mordiéndole el labio inferior y de su saliva recorriendo mi cuello y mi escote. Me gusta jugar, pero sé por qué me ha acompañado, sé lo que desea y lo que más miedo me da es que yo también quiero lo que él quiere. Me apoya en el capó de un coche cuando ve que falta poco para llegar a mi portal y se introduce bruscamente en mi boca sin pedir permiso, su lengua luchando contra mis dientes. Al principio me resisto, pero enseguida me dejo hacer, sintiendo nuestros cuerpos sudorosos a pesar del frío de la noche. Siempre me ha gustado follar en las noches de verano.

pasion

Sus manos se introducen en mis tejanos y en mis bragas y yo ya estoy muy húmeda, pero él alarga el momento y solamente me acaricia el vientre y el trasero. Hasta que empieza a bajar con su boca, regalándome imperceptibles besos por todo el cuerpo y  demorándose en mi ombligo mientras me sujeta las caderas con sus poderosas manos. Me desabrocha el pantalón con una destreza que no me sorprende.

Pero yo me incorporo asustada. Estamos a la vista de cualquiera. Y él me tranquiliza con más besos, en la frente, en las pestañas y en los ojos y yo, más calmada y juguetona, bajo mi mano por su pecho y poco a poco me aproximo a donde quiero. Le toco a través de los tejanos y después le bajo la cremallera e introduzco mi mano mientras veo cómo cierra los ojos en un ronco suspiro. Pero es inevitable, los papeles se vuelven a invertir. Él tiene que ser el que domina, no le gusta tanto dejarse llevar y perder el control, prefiere ser él el que lleva las riendas, el que proporciona el placer, así que suavemente me empuja de nuevo contra el capó y me baja los pantalones y las bragas a la vez, sin más preámbulos, y yo emito un gemido de sorpresa y noto cómo el corazón me late cada vez más deprisa y nuestros jadeos se acompasan.

Me sube un poco la camiseta y mete su cabeza entre mis pechos, buscando mis pezones con la boca y haciendo que me retuerza de placer. Aumenta cada vez más el volumen de mis gemidos y él me sonríe entre la ropa, orgulloso de lo que provoca en mí. Ahora sí que baja su boca hasta mi coño y me deleita con su lengua a la vez que introduce sus dedos en mí, primero uno y luego dos. Le acaricio la cabeza y enredo mis dedos entre sus cabellos. Yo estoy tan húmeda y quiero tenerle ya dentro de mí, que le miro con ojos suplicantes. Él ha entendido mi gesto, pero prefiere seguir con el juego y me lame y me toca por todo el cuerpo hasta que me retuerzo en un orgasmo de placer. Enseguida se baja los pantalones y me penetra, pero bien, sin andarse con tonterías. Me sujeta firmemente por las caderas y empieza con fuertes embestidas y acaba con las mismas fuertes embestidas y yo me deleito contemplando su cara de vez en cuando, las pocas veces que no tengo los ojos cerrados de tanto placer, la espalda arqueada y el cuello estirado hacia atrás, con las manos apoyadas en el coche para no resbalarme. Entonces, salta la alarma del coche, en el mismo momento que él se corre dentro de mí y yo me empiezo a reír como una loca. Nos vestimos a toda prisa; me pongo los pantalones y me olvido las bragas allí y empezamos a correr antes de que algún vecino se asome a la ventana.


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