Revista Cultura y Ocio

Shudde m'ell

Publicado el 26 octubre 2022 por Dimitribrendan @BooksyMusic
SHUDDE M'ELL

A inicios del siglo XX, el británico Sir Howard Windrop había encontrado unas extrañas tablillas en el norte del continente africano. Animado por el hallazgo, comenzó a trabajar en una traducción parcial en 1912, pero fue su colega Sir Amery Wendy-Smith el que realizaría la traducción completa de los “Fragmentos de G’Harne” siete años después. Guiados por aquel libro, llevábamos meses recorriendo las regiones desérticas del norte de África en busca de la misteriosa ciudad escondida de G’Harne, algo que en su día no había conseguido Windrop, pero sí Wendy-Smith en la expedición que dirigió en 1919 y que acabó de forma trágica.

Nuestra expedición parecía condenada a un final similar cuando, después de alcanzar la zona del Sáhara a su paso por Egipto, empezamos a sentir unos leves temblores durante las noches. Cada vez que acampábamos, al llegar la madrugada, la arena parecía cobrar vida y moverse, como si algo gigantesco se deslizara por las profundidades del desierto. Varios de los bereberes que nos acompañaban como guías e intérpretes se mostraban preocupados y alguno de ellos mencionaba a una criatura primigenia maligna con aspecto de gusano gigante. No hacíamos excesivo caso a tales historias, pero finalmente, después de levantar el campamento base en el oasis de Siwa, los temores infundados resultaron ser terriblemente ciertos.

La tercera noche en Siwa empezó de manera extraña, con un silencio sepulcral e inquietante. De pronto, cesó la brisa, la atmósfera se enrareció y el ambiente se tornó denso; costaba respirar. Se me taparon los oídos, como cuando uno sufre un cambio de presión repentino y sentí un dolor en el pecho que no era normal, como si el aire pesara y me incrustara en suelo.

Sentía mi corazón martilleando, palpitando en mis oídos con la fuerza de un tambor de guerra, comiéndose el silencio absoluto y antinatural que lo colmaba todo.

De repente, el suelo se sacudió, la arena empezó a moverse y se escuchó un interminable crujido, una especie de lamento sobrenatural que parecía emanar de las entrañas de la tierra. Paró, por un momento dio la sensación de que iba a cesar el terremoto, pero no… fue el principio del fin porque el suelo volvió a temblar y esta vez lo hizo como si el mundo se estuviera desmoronando a pedazos, como si el corazón de la Tierra estuviese a punto de estallar: ¿qué demonios estaba sucediendo?

Y entonces, ruido. Ruido como si una colosal manada de búfalos desbandados se acercara y devastara todo a su paso. Y luego estaba aquella especie de sonido infernal, mezcla de aullido y aire aspirado. Todo mi cuerpo temblaba y no sólo de miedo, había palmeras que comenzaban a partirse por la mitad como cerillas, rocas que se desprendían, grietas inmensas que se abrían paso en la arena del desierto engullendo todo lo que encontraban en su camino… mis compañeros estaban blancos, sabíamos que no estábamos preparados para lo que pretendía emerger del más oscuro abismo del Infierno.

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