Gran conocedor de la cultura pop y mejor a la hora de construir una amalgama de chistes y parodias alrededor de ello -mención a los gags a costa de Perdidos-, Apatow logra una comedia que se siente más cómoda en lo calenturiento que en lo exquisito. Da igual, las risas están aseguradas. (Y si están acompañadas de una gran banda sonora, mejor).
El casting se antoja vital para el fluir de la película y las carcajadas consigo. Más allá de la familia del cineasta, donde Maude Apatow resulta insoportable (¿y perfecta?) interpretando a una adolescente malcriada, la cinta sube muchos puntos con las pequeñas intervenciones de los secundarios: Albert Brooks -quien daba vida al cabronazo mafioso de Drive-, Jason Segel, -Marshall para todos- o la apadrinada de Judd, Lena Dunham, tienen momentos en los que dejan brillar su capacidad para arrancar sonrisas. Incluso Megan Fox parece disfrutar parodiándose, en un papel de comebrocas muy atractivo para la bancada masculina heterosexual. Y por supuesto, Melissa McCarthy, toda una all-star en estas lides.
Los problemas planteados resultan conocidos, cercanos, pero no así ni su tensión ni resolución. Después de todo, las dificultades no dejan de suceder en el seno de una familia perfecta, con su casa perfecta, su jardín perfecto, su piscina perfecta y sus perfectos BMWs.
A pesar de sus conclusiones forzadas y algún que otro pequeño momento de zozobra ocasionado por un metraje alargado de más, Apatow sigue liderando las comedias comerciales estadounidenses, ofreciendo un entretenimiento con generosos momentos de carcajadas.
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