Revista Cultura y Ocio

Si las piedras hablaran -1: En los cerros de la Miñosa

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez

Si las piedras  hablaran -1: En los cerros de la Miñosa.
Hubo un tiempo, hace unos 300 millones de años,  en que las placas sólidas que flotaban sobre el magma terrestre  se apretaron como balsas en el centro de un remolino formando una sola masa continental. Aquel macrocontinente se llamó Pangea ("Todo tierra") y aquel tiempo Pérmico (nombre que procede de la ciudad de "Perm", en los Urales rusos, donde dejó muchas huellas visibles). Un ratito geológico después (unos 100 millones de años, más o menos) comenzaron a separarse dando lugar a lo que un tal Wegener llamó deriva continental. Al comenzar a agrietarse esta gigantesca tapadera, los fisuras que se produjeron  fueron aprovechadas por la lava a presión para acceder a la superficie produciendo erupciones y afloramientos volcánicos en los lugares donde la corteza era mas débil. Hoy, estuve sentado un buen rato, sobre uno de aquellos volcanes, en el punto donde toneladas de lava incandescente al enfriarse formaron una roca que se llama andesita, algunas de cuyas muestras recolecto para el laboratorio del cole.
En aquel tiempo, las moscas ya estaban allí, pero los dinosaurios tardarían todavía mucho en llegar. Al ser Pangea un continente tan amplio la mayor parte (alejada del mar) sufría un clima extremo que favoreció la existencia de enormes desiertos. A finales de este periodo, cuando los cerros de la Miñosa, habían terminado de escupir su lava en derredor, se produjo la extinción de vida más dramática que se ha dado en la historia del planeta: el  95 % de los seres vivos murieron. Las causas no están claras, se especula con teorías que van desde el impacto de un enorme meteorito (el cráter tendría 500 kilómetros de diámetro y se habría estrellado en la actual Antártida),  la erupción generalizada de volcanes, un aumento de temperaturas de hasta 10 grados que hizo asfixiante la vida sobre la tierra  hasta la liberación masiva en los fondos marinos de CO2 o incluso del venenoso gas sulfuro de hidrógeno, enormemente tóxico.
El caso es que la lava se alzó en el territorio de Guadalajara y en estas colinas de la Miñosa varias bocas volcácicas desparramaron su colada de lava incandescente formando domos con  una composición completamente diferente al resto del terreno circundante: en medio de terrenos arcillosos y rodeada de formaciones calizas, los cerros asemejan una oscura colina de escorias ligeramente verdosas. Las andesitas que la forman aparecen hoy disgregadas en la superficie, pero son de una dureza considerable por lo que se han empleado en la zona como balastro para el ferrocarril y zahorra para los caminos. También se han explotado para la fabricación de cemento. En la composición de la andesita (la roca ígnea volcánica más común en la tierra después del basalto) se aprecia claramente una estructura de mezcla, con el conglomerado de diversos componentes. En su composición abundan las plagioclasas (un tipo de feldespatos que organizan su estructura molecular mediante tetraedros y son muy abundantes) y otros minerales ferromanganésicos como piroxeno, biotita y hornblenda. En la muestra recogida pueden apreciarse vesículas amigdaloides rellenas de zeolita (aluminosilicato poroso de propiedades fascinantes como la hidratación reversible o su efecto catalizador),  y brillantes cristales de biotita (una especie de mica), todo amalgamado por una pasta verdosa que da cuenta de la circulación de fluidos de lava por los intersticios.
Sujeto la muestra escogida sopesándola entre las manos con la emoción de saber que es una de las rocas más comunes en la corteza de Marte y con el recuerdo de haberla pisado mil veces en mis paseos a lo largo de las vías del tren durante mi infancia, pues se usan por toneladas para sustentar las traviesas. Tampoco me sustraigo al recuerdo de los Andes, cordillera de la que procede su nombre por su abundancia allí.
Actualmente, el LIC (Lugar de Interés Comunitario) de La Miñosa, es un conjunto de cerros y barrancos con afloramientos volcánicos de andesitas de edad pérmica (280 millones de años
de antigüedad). Situados en el extremo noroeste de la provincia de Guadalajara, su singularidad geológica se une a la botánica, pues es la mayor reserva mundial (80% de los ejemplares) del Erodium paularense, un pequeño geranio descubierto en 1989 en el valle del Lozoya por el botánico Federico Fernández González y bautizado Geranio del Paular en atención al lugar de su descubrimiento. Este endemismo aparece en dos áreas únicas: El valle del Paular en Madrid y entre la Sierra del Alto Rey y la del Bulejo, en Guadalajara, separadas más de 200 kilómetros. Aquí en Guadalajara, crece sobre las superficies rocosas de origen volcánico, entre las grietas y cavidades de andesita, y en suelos muy poco evolucionados.
El geranio del Paular es una planta de porte rastrero con hojas parecidas a las del perejil, habituales en muchos geranios silvestres. Los tallos miden entre 10 y 20 cm. Las flores alcanzan los 3 cm y son de un color entre rosado y blanquecido. Florece entre los meses de abril y junio, dependiendo de las condiciones de temperatura y humedad de cada año.
La Junta de Castilla-La Mancha declaró en 2003 la Microrreserva de los Cerros Volcánicos de La Miñosa, prohibiendo la explotación minera y regulando diversas actividades, como la ganadería, en su territorio. En la fotografía de cabecera aparece una pequeña mata de esta singular especie, en la estación otoñal.


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