Revista Cultura y Ocio

Si las piedras hablaran - 5: "El Tobazo"

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez

Aquel día de julio de 1981 un grupo de jóvenes caminábamos con nuestras mochilas al hombro por el fondo del valle del Ebro. Este campamento volante por la zona santanderina de Polientes, siguiendo el curso del Ebro y atravesando las espectaculares hoces escavadas por el río, estaba resultando maravilloso. Éramos jóvenes y la travesía, libre de adultos, resultaba excitante. Habíamos salido desde el pantano de Arija días antes y acabábamos de pasar Villaescusa de Ebro. Antes de alcanzar el precioso pueblo de Orbaneja del Castillo, sin duda para mí el más hermoso de España, nos desviamos para visitar la famosa cascada del "Tobazo". Pocas veces en mi vida he visto  un paraje tan bello. Aquellas pared vertical llena de viseras y salientes a diversas alturas recorrida por risueñas cortinas de agua me  produjo una impresión imborrable. Las mejores diapositivas de mi corta vida como fotógrafo aficionado las hice allí. Aún hoy son las más bonitas de mi colección: El fresco tapiz de musgos, de un verde brillante y eléctrico; los destellos plateados de las cintas de agua que se escurrían entre las rocas, el aura vaporosa de minúsculas gotas en suspensión que se elevaban desde el estrépito de los chorros que se despeñaban desde la altura, el rosario de pequeñas esferas cristalinas que se descolgaban en hilos invisibles desde los tallos acostados en las paredes, los collares de  perlas transparentes, las cortinas líquidas, los pequeños estanques recorridos por ondas incansables... Mis ojos adolescentes fijaron entonces el patrón de la hermosura.  Pasaron los años y siempre busqué nostálgico una cascada tobácea como aquella. La encontré, parecida, en El Nacimiento del Río Cuervo y ahora, cuarenta años después, otra un poco más pequeña en la pequeña ciudad escavada e la roca de Cívitas (próxima a Brihuega, Guadalajara). No resultaban tan luminosas como la del Tobazo, pero moderaban la nostalgia. En las tres se aprecia muy bien la formación de tobas calizas. En ellas, el agua precipita sobre las plantas depósitos de carbonato (caliza), efecto químico producido por la reducción del CO2 disuelto (que resulta evaporado) y que es provocado por la fuerte agitación del agua (turbulencias, corrientes, colisiones...) y su absorción por las plantas. Dichas aguas se han cargado previamente de concentradas soluciones de carbonatos en el interior de la tierra en su paso por grandes masas de rocas calizas a las que disuelven poco a poco. Así que, apenas salidas de los manantiales y removidas por las corrientes, se llegan a las plantas que crecen profusamente regadas con su próxima humedad. Al bañarlas se reduce el CO2 que portan y precipitan una ligerísima capa de caliza. Esto se repite continuamente de forma que en años, meses e incluso en días; se puede apreciar que los musgos, los cañizos, juncos y carrizales se van convirtiendo en moldes de cal, como si fueran pequeñas esculturas vegetales en piedra. Estas minúsculas estatuas amortajadas con pequeños sudarios de blanca cal y amontonadas por billones, llegan a formar montañas enteras. 

La roca que se obtiene de este proceso se llama "toba" y es una roca curiosa que la gente de los alrededores ha empleado con profusión en la construcción de sus casas. Como es fácil de manejar, pues se fractura con facilidad al golpearla, se han horadado cuevas y oquedades en sus entrañas. La ciudad de Cyvica está toda ella escavada en toba. También es posible cortarla, incluso con una sierra de carpintero, y tallar complejas figuras con facilidad. Su ligereza, producida por los poros que dejan los tubos y huecos delos vegetales petrificados, la hacen especialmente apropiada para cubrir las bóvedas de los edificios. En contra tiene su poca resistencia, su inconsistencia ante la lluvia que la disuelve y su facilidad para absorber y retener agua lo que produce humedades en los edificios (puede llegar a duplicar su peso con el agua que absorbe).   Mi persecución de los territorios tobáceos, me ha llevado a visitar muchos lugares que lo albergan. Muchos geotopónimos nos dan pistas de por dónde se localiza: Tobazo, Valle de Tobalina, La Toba deValdivielso, Tubilla del agua, Tubilleja, Tobera... Todos lugares donde abunadan las surgencias de aguas calizas. Aparte del fascinante Tobazo cántabro; la cascada tobácea de Cyvica, en las inmediaciones del río Tajuña unos kilómetros antes de su paso por Brihuga, me ofreció el pequeño milagro de contemplar con mis propios ojos la formación de pequeñas tobas directamente sobre las plantas de las paredes (fenómeno que se puede apreciar claramente en la fotografía que encabeza esta entrada). 


Otras tobas singulares son las que recogí en la localidad alcarreña de Gárgoles de abajo, en las proximidades de la ermita de  San Blas; de uno de los muros que flanquean el camino que asciende a la ermita recogí una excelente muestra de toba para el cole.

Y, ¡asómbrate, querido lector!, las humildes tobas no solo pueden formar grandes montañas, sino que su lentísimo repintado calizo de plantitas puede llegar a construir, en la desembocadura pequeños estanques, grandes diques que acaban formando auténticas lagunas. Recuerdo una preciosa, la de Taravilla, en el Alto Tajo, solitaria y coqueta en la cabecera de su pequeño valle. Esta es la lección que esta singular piedra nos enseña: el trabajo constante, aunque lento, acaba consiguiendo grandes cosas.  

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