Revista Cultura y Ocio

Siempre habrá paz para los malvados

Publicado el 20 febrero 2012 por Jlmon
SIEMPRE HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS

Ayer fue la noche de Enrique Urbizu. Mis más sinceras felicitaciones. Primero porque me gusta su cine y, en segundo lugar, porque la poca atención que prestaba a mis clases junto a su amigo Marías, ha terminado por ser productiva, cosa que nunca dude aunque, Enrique, entre nosotros, en más de una ocasión te hubiera mandado a hacer puñetas. Sin embargo, me vas a permitir que juegue con el título de tu película y acabe concluyendo que, hoy por hoy, muchos de los malvados gozan de la paz en este país. Quizás sea por aquello de que la Justicia, ¡ay, pobre mía!, es ciega y en esto del esconderite, ya se sabe…

Dicen que también es ciego el mecanismo que rige los ciclos económicos, arriba, abajo y vuelta a empezar. Pero esto no siempre fue así. En un principio, la divina providencia cuidaba de nosotros, incluso cuando la hambruna o la peste se llevaba por delante dos o tres millones de desgraciados sin importar estamento o condición o, al menos, eso relatan los pétreos comics que adornan las entradas de capillas y catedrales. Sin embargo, siempre quedaba el consuelo de la “otra vida” aunque para ello había que sufrir en la terrenal. Lo uno o lo otro.

Este fue el estado de las cosas hasta que la manzana vino a importunar la siesta del bueno de Newton y todo se fue a la mierda o lo que es lo mismo, las cosas empezaron a encontrar su sentido sin necesidad de tener que recurrir a Dios. No era necesaria la intervención divina para conseguir el bien común. El interés propio y un afinado instinto de supervivencia eran más que suficientes para alcanzar el equilibrio deseado. Más tarde, llegó Darwin para acabar de rematarla y, finalmente, Spencer puso la guinda al pastel de la autosuficiencia, justificando de paso, cosas tan peregrinas como las suculentas herencias y la posición de privilegio de los herederos o hasta incluso las estrategias del oscuro cabo austriaco para desembarazarse de los subhumanos de este mundo.

Ante tal cumulo de evidencias, no es de extrañar que el conspicuo Adam Smith considerará inútil no sólo la intervención divina, sino también la del Estado a la hora de conseguir el equilibrio perfecto. Bastaba un ligero toque de egoísmo combinado con la adecuada dosis de instinto de supervivencia para que, como afirmaba Spencer, se lograra “un progreso constante hacia un grado más elevado de capacidad, inteligencia y autorregulación”. Quizás en lo único que no estuvo muy afinado el escoces fue en el bautizo de tan increíble prodigio: la Mano Invisible. Suena más bien a superhéroe de segunda aunque, en realidad, no es otra cosa que un razonamiento limite a una cuestión inexplicable: ¿cómo puede un malvado contribuir al bien común persiguiendo su propio interés?

Querido Enrique, si lo piensas, debes mucho a los malvados de este mundo. Diría que hasta hubieran merecido un recordatorio cuando ayer recogías tu Goya y es que sin indios no hay vaqueros, sin Capone no hay Ness, Max Cady o la enfermera Ratched no hubieran tenido oportunidad alguna si, al final, no se hubiera demostrado que sinellos no hay bondad, sacrificio, heroísmo y, en definitiva, el bien y el progreso de la Humanidad.

Ni Mano Invisible, ni la madre que la parió, tan sólo malvados o, como decía mi abuela que en paz descanse: más malos que el sebo. Quizás esto explique la reacción ante la inexplicable reacción frente a la persecución de que fueron objeto los malvados por parte del ex – juez Garzón. No se podía consentir tan maño ataque al bien común. ¿Qué sería de nosotros sin malvados?

Tan sólo es cuestión de percibir la realidad con los ojos del “bien común”. Baste como ejemplo la inoportuna campaña del Estado contra los fumadores que no tendrá otro efecto que el de desequilibrar, aún más si cabe, las cuentas públicas. Nos han vendido la falacia de los altos costes sociales del tabaco cuando no es otra cosa que la panacea al crónico déficit de la sanidad pública. El tabaco mata, de eso no hay duda. Pero precisamente por ello, contribuye al ahorro en términos de pensiones y cuidados de todo tipo hasta que, finalmente, uno la acaba diñando simplemente de viejo. Un fumador medio no sólo contribuye al bien común con los impuestos que abona religiosamente al adquirir la cajetilla de tabaco, también lo hace al acortar significativamente su vida. Por esta misma razón, el airbag es una invención diabólica.

España tiene un gran futuro por delante si nos atenemos al considerable número de chorizos de corbata, saqueadores financieros, políticos a los que ni las putas los quieren como hijos, cónyuges de y demás especies ibéricas que, sin saberlo, están contribuyendo al bien común.

Querido Enrique, quizás sea hora de pensar en una segunda entrega aunque esta vez debieras eliminar la negación del título y dejarlo simplemente en SIEMPRE HABRA PAZ PARA LOS MALVADOS.


Volver a la Portada de Logo Paperblog