Revista Cocina

Silencio

Por Dolega @blogdedolega

Happy New Year

Me he despertado sobresaltada por el abrumador sonido del silencio.

Mientras me calentaba el primer café en solitario desde hace muchos días, he ido recogiendo los restos de las celebraciones. Una servilleta encima del respaldo de una silla, una copa de vino olvidada en alguna mesita, la bolita de papel de regalo que dije ventitres mil veces que se recogiera de debajo del sofá…

No soy de hacer balances al final del año, siempre he considerado la vida como un camino con dos únicas etapas. La de salida, el día que naces y la de llegada, el día que te despides de este mundo hacia el otro, así que no soy de balances anuales.

De propósitos pasajeros soy menos, porque nací de naturaleza tendente a llevar la contraria, así que basta que me proponga hacer algo pasajero y tonto, para que yo me lleve la contraria a mí misma y no lo logre.

Soy más bien de pensar en estas fiestas como una celebración de avituallamiento para el ánimo. Como cuando vas de viaje y paras a estirar las piernas, a tomarte un café y a comprobar que el coche y sus ocupantes están bien. Simplemente eso.

Si, el silencio es abrumador, pero me siento al ordenador, empiezo a escribir, sigo tomándome el café en absoluta soledad y una sensación de placidez empieza a recorrerme el cuerpo.

He disfrutado mucho de estas fiestas, pero echaba de menos, mi tiempo, mi espacio, mi pequeño pero importante mundo, para que vamos a mentir.

Me doy un homenaje y me dispongo a hacerme un segundo café. Disfruto pocos placeres superiores a tomarme un buen café recién levantada, despacio, sin prisas y sin agobios. Desgraciadamente llevo demasiados meses disfrutando de esa sensación que me sigue gustando, porque la pobre no tiene la culpa de que yo lleve en el paro desde hace casi un año.

El silencio empieza a cantar una melodía relajante. Me arrellano en la silla para estar más cómoda y poder zambullirme sin contemplaciones en mis actividades blogueras. Huelo el café, miro el teclado…

-Buenos días

Y pego un salto que casi me empotro contra el techo.

-¡Pero, tú qué haces aquí!

-¿Cómo que qué hago aquí, madre? Vivo aquí, aunque se me vea poco, además estoy de vacaciones ¿recuerdas? Te lo dije hace unos días, pero se te habrá olvidado como todo lo que te digo yo.

El silencio se ha callado de golpe y se ha marchado a dar un paseo por el monte.

-Venga vístete que tenemos que salir de compras.

-Oye, son las ocho de la mañana y yo no tengo que salir a comprar nada.

-Pero yo sí, que me faltan unas cuantas cosas para mi princesa que ella celebra los reyes. Venga Madre vístete que salimos y ya verás que lo hacemos en un plis plas…

A los nuevos en esta casa decirles que esto no va a salir bien, lo sé. La única ventaja es que no tendré que pensar el post de mañana, pero yo y los viejos visitantes de este lugar saben que no va a salir bien.

Miro por la ventana a ver si encuentro al silencio para decirle que no se vaya muy lejos, pero no lo veo el muy asqueroso se ha largado y me ha dejado con el Niño en modo compra regalos.

Lo dicho; esto no va a salir bien, lo sé.

 


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