Revista Historia

Silvania, la santa que no se lavó jamás

Por Ireneu @ireneuc

Silvania, la santa que no se lavó jamás

Silvania, una santa un tanto "guarri"

Pocas cosas hay más placenteras para los sentidos que el encontrarse en un atestado metro y disfrutar del perfume embriagador de alguien a quien el agua, sencillamente, le da alergia. Es en esos momentos cuando te preguntas cómo puede ser que en una sociedad como la actual, en que quien más quien menos se ducha cada día y en que el consumo de agua doméstico es un verdadero problema medioambiental, haya gente a la que el jabón le produzca la misma aversión que un crucifijo para Drácula. Sin embargo, este punto de vista de la higiene personal es algo muy moderno, sobre todo relacionado con la generalización del agua corriente durante el siglo XX, porque en otras épocas no fue así ni remotamente, dándose el caso de gente que no solo no se lavaba, sino que incluso se jactaba de no haberlo hecho nunca. Tal fue el caso de Santa Silvania, la cual -tan virtuosa como guarra- fardaba de que en toda su vida tan sólo se había lavado las puntas de dos dedos. Increíble, pero cierto.

Silvania, la santa que no se lavó jamás

Imperios Romanos

Silvania (más conocida como Santa Silvia de Aquitania) vivió en el siglo IV, a las postrimerías del Imperio Romano de Occidente. Era cuñada de Flavio Rufino, ministro de Teodosio el Grande (último emperador romano que reunió brevemente bajo su poder el Imperio Romano de Occidente y de Oriente), y si bien era muy inteligente, y según algunos textos una de las mujeres más doctas de la época, era una auténtica "hooligan" del cristianismo. Se dedicó a viajar por todo el próximo oriente, visitando monasterios y lugares santos, haciendo gala de una gran virtud, misticismo, y siendo un ejemplo para todos. No obstante, este misticismo exacerbado justamente le impedía ver el agua ni en pintura: el tomar el más mínimo baño era considerado pecado.

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San Onofre

Efectivamente, los primeros cristianos, precisamente para marcar distancias con las tradiciones paganas del antiguo Imperio Romano, el cual estaba en franca decadencia, se opusieron diametralmente a todo lo que eran las costumbres romanas más arraigadas, tal como fue la costumbre del culto al cuerpo y, dentro de ella, los periódicos baños termales. De esta forma, los cristianos más recalcitrantes y ascetas, empezaron a presionar a la primigenia sociedad cristiana para que, en beneficio del alma, no se cuidara el físico absolutamente nada. Ello implicaba la prohibición del uso de maquillajes, ungüentos de belleza, perfumes, el cambio de ropa -excepto porque se rompieran- y ni tan solo lavarse, ya que el lavarse era un símbolo pagano, o lo que es lo mismo, una actividad del diablo

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Santa María Egipciaca

Silvania, como auténtica "talibán" del cristianismo, seguía a pies juntillas estos preceptos y se cuenta que durante uno de sus viajes (hacia el 380 d.C.), hablando con un joven obispo -el cual osó remojarse las manos y los pies debido a la calor- le recriminó que ella, en sus 60 años de vida, e incluso a pesar de haber estado enferma y haberle recomendado los médicos que se bañara, jamás había tocado el agua más allá de las puntas de los dedos. Y esta última "licencia" era porque, en el momento de dar la hostia consagrada, los dedos habían de estar limpios para poder tocar el "cuerpo de Cristo" que si no, ni eso. Obvia decir que, si hubiera vivido en nuestros días, la hostia la hubieran recibido nuestras narices, porque estar a menos de una legua de ella hubiera sido una auténtica proeza.

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San Jerónimo

Esta aversión a la higiene propiciado por un gran número de místicos y ascetas (San Jerónimo, San Onofre, Santa María Egipciaca...) creó auténtica escuela y, a pesar de que se enfrentaron incluso a obispos que pensaban que no hacía falta ir tan lejos, llegaron a influir poderosamente en el cristianismo. Ello provocó el abandono generalizado de las más mínimas costumbres de higiene personal, abonando a la larga el camino para las continuas y desastrosas epidemias de peste de la Edad Media. Epidemias las cuales habían sido controladas mal que bien durante el Imperio Romano gracias, en buena parte, a la costumbre social de la higiene personal en termas y baños públicos, posteriormente demonizada por un incipiente y poderosísimo cristianismo.

Silvania, la santa que no se lavó jamás

Termas de Caracalla, templo a la higiene

Muchas de las actuales tecnologías y costumbres que consideramos básicas, están basadas en aquellas que ya conocían y utilizaban los griegos y los romanos. Se demostraría una vez más que, más allá de creencias personales y supersticiosas, el advenimiento del cristianismo fue un auténtico torpedo a la linea de flotación del progreso de la sociedad occidental, la cual tardaría más de 1200 años en recuperarse... a pesar de que siempre haya quien, 1600 años después, aún siga observando estrictamente el "ejemplo" de Silvania.
Definitivamente, el integrismo siempre es malo.

Silvania, la santa que no se lavó jamás

¡Vade retro, Satanás!


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