Revista Ciencia

Simon French: “En las primeras horas no se piensa, se actúa”

Publicado el 04 septiembre 2015 por Icmat

Simon French (Universidad de Warwick, Reino Unido) fue uno de los expertos en el workshop sobre modelización de opiniones de expertos que tuvo lugar en el ICMAT en abril. Lucía Durbán le entrevistó para el número 10 del ICMAT-Newsletter.

Simon French: “En las primeras horas no se piensa, se actúa”

Simon French. Imagen: Warkwick University

Lucía Durbán Carmona. El professor Simon French (Universidad de Warwick, Reino Unido) dirigió una de las sesiones más llamativas del workshop sobre modelización de opiniones de expertos, donde los inscritos al congreso tuvieron la oportunidad de seguir una situación de emergencia real sobre un accidente nuclear. La sesión se realizó a puerta cerrada, pero tras concluirla,  French nos resumió la principal conclusión, que se suma al principal reto de sus últimos años de trabajo: “Lo más difícil, lo más duro, es hacer comprender a los políticos que, aun haciéndolo todo bien, todavía hay cierta incertidumbre. “Y es que, yo sé que tardo 15 minutos de mi casa al trabajo, pero también sé que es posible que un día tarde 50.”

French comenzó su trayectoria como investigador de “pizarra y tiza” en materia de estadística y análisis probabilísticos, pero tras ser invitado a Chernóbil, cuatro años después del accidente, sus intereses dieron un giro importante y hoy es uno de los mayores expertos en la toma de decisiones en situaciones de emergencia. Y no sólo nucleares, también vivió la crisis de las “vacas locas” del 96. Su enfoque se ha vuelto “muy multidisciplinar” desde entonces. Es “mitad profesor y mitad consultor de riesgos” y, aunque puntualmente ha trabajado con alguna empresa “top secret”, su trabajo consiste en apoyar al gobierno en los procesos de gestión de emergencias relacionados con el medio ambiente, la salud pública, la energía y la industria nuclear.

Simon French: “En las primeras horas no se piensa, se actúa”

Chimeneas de una central nuclear. Imagen: Depositphoto.

Después de Chernóbil todos los países invirtieron mucho dinero en el análisis de riesgos, y cuando la catástrofe de Fukushima llegó en el 2011, muchos de estos modelos fueron muy útiles, aunque otros no resultaron tan eficaces como se esperaba porque se trataba de centrales y accidentes muy diferentes. Hoy podemos estar tranquilos, “ni Chernóbil ni Fukushima podrían repetirse en Europa”. La mayoría de las centrales están construidas en los noventa, previa batería de estudios, teniendo en cuenta planes generales de ordenación del territorio, etc., y todas cuentan con unos protocolos de emergencia “ad hoc” muy rigurosos, que contemplan múltiples combinaciones de posibles fallos y la acción de contención asociada. La prioridad “uno” es siempre la seguridad de la población y, en una situación de emergencia real las decisiones no dependerán del ingeniero que esté de turno. “No, durante las primeras horas no se piensa, se actúa”; para un escape determinado habría una evacuación en un radio establecido, sople por donde sople el viento, porque la densidad de población es mucho mayor en Europa que en EE UU, o puede que el protocolo mande cerrar la producción y la salida de determinados alimentos, o incluso se plantee importar agua potable…. Y seguramente nada de eso es necesario, pero aun así, no habrá sido una mala decisión, porque en el primer momento no se sabía cómo se iba a resolver la situación. Los planes contemplan mucho margen y, además, el coste económico nunca entra en la toma de decisiones durante las primeras horas, el dinero no es una variable. Semanas o meses después, cuando se haya evaluado la situación de forma objetiva, sí se podrá valorar si compensa limpiar una escuela o si es mejor construirla de nuevo.

Hoy se cuenta con muchísimo más conocimiento para pronosticar las consecuencias de la radiación tras un accidente nuclear y hacer unos planes de emergencia muy eficientes. Hace 10 años no se podría haber pronosticado el “movimiento” de una radiación más allá de las 4 ó 5 horas siguientes al accidente. Pero hoy se dispone de previsiones meteorológicas realmente precisas a tres días vista y no a tres horas; se conocen las implicaciones sobre la cadena alimentaria, el comportamiento de un vertido sobre el terreno, etc. Los gobiernos  pueden tener pronósticos muy fiables en pocas horas y están preparados para articular una gran cantidad de dispositivos de forma inmediata; servicios médicos, evacuaciones, abastecimiento de alimentos, etc. Y es que, el avance en este campo de las matemáticas ha permitido desarrollar modelos y predicciones capaces de reducir al máximo la incertidumbre, pero los  responsables políticos siguen pidiendo una certeza absoluta durante la gestión de un proceso de emergencia, y esto hace que el hecho de comunicarles la incertidumbre, sea casi más complicado que hacer la estimación del riesgo en pocas horas.

 

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