Revista Cuba

Sin tiempo para dormir

Publicado el 02 julio 2015 por Rouslyn Navia Jordán @RouslynNavia

Estudiantes universitarios del curso regular diurno que combinan sus actividades educativas con un empleo, muchas veces nocturno...ese es el fenómeno que no resulta demasiado difícil de ver por estos días. Diez años atrás era una cuestión casi impensable. Las condiciones no eran las mismas, claro está. Los jóvenes, hijos de su tiempo, se adaptan a las nuevas realidades del panorama socioeconómico cubano y reorganizan sus horarios, asumen responsabilidades y se enfrentan a retos que, muchas veces, tienen altos costos.

" Nací en Santiago de Cuba. Desde los 9 años practico nado sincronizado y fui captada para la Escuela Nacional de Deportes al comenzar el séptimo grado, de modo que pasé la secundaria y el preuniversitario becada aquí en La Habana. En 12 grado dejé de entrenar para prepararme para las pruebas de ingreso pues, aunque me gusta mucho mi deporte, no veía a la Licenciatura en Cultura Física como la profesión de mis sueños. Me decidí en cambio por Lengua Inglesa y la obtuve.

"No quise regresar a mi provincia, donde está mi mamá. Llevaba ya 6 años en la capital y aquí tenía todas mis amistades. Hice el cambio de dirección y me quedé en casa de un familiar, pero quería independizarme y ganar mi propio dinero, así que me alquilé. Cuando empecé la carrera, como ya estaba adaptada a combinar estudio y deporte, conseguí trabajo en una compañía de ballet acuático". Así nos narra su historia la jovencita Claudia Guerra Lobaina.

Pero no todo salió como esperaba "me chocaban mucho los horarios de trabajo con los estudios. Me acostaba bastante tarde, y al día siguiente tenía que levantarme muy temprano, estaba agotada, vivía sola y tampoco ganaba mucho dinero. Fue una etapa difícil.

"Me cambié a otra compañía donde se trabaja incluso más, pero se gana mejor y también comencé a ir castings y a trabajar como modelo. Ya tenía dos empleos y la escuela se me iba afectando cada vez más. Al final del curso puse todo mi empeño pero no logré terminar con 4 de promedio, que es obligatorio en el primer año de lenguas extranjeras. Matriculé entonces en Psicología".

Asegura que el primer año en la nueva carrera no le resultó demasiado complejo pues las clases en horario vespertino le permitían el descanso necesario tras largas noches de trabajo. "El problema empezó en segundo año, cuando el horario de clases se invirtió a jornada matutina. Todos los días trabajábamos en dos o tres hoteles diferentes y además me habían elegido como modelo imagen de una compañía panameña, de manera que tenía que estar pendiente de que me llamaran. En una ocasión tuve que faltar una semana completa a clases porque estábamos filmando un comercial.

"Mi profesora Annia Almeyda conversó conmigo, me señaló que estaba afectándose mi docencia. No bastaba con mi empeño. Llegaba a casa de madrugada y a esa hora comía, estudiaba, maldormía una o dos horas para estar temprano en el aula y de ahí salir a trabajar. No podía seguir así.

"Valoré la posibilidad de pasarme al curso por encuentros y lo hice en octubre pasado. En el Curso Regular Diurno (CRD) hay que estudiar mucho y con constancia, de lo contrario no se obtienen buenos resultados. Muchos dicen que en el curso por encuentros siempre te quedas corto de conocimientos, porque no se dan clases con la misma frecuencia del CRD. Pero pienso que eso depende también del modo en que uno sea capaz de aprovechar los estudios.

"No me sacrifico tanto trabajando para salir a pasear, porque no tengo tiempo para eso. Mi pareja y yo trabajamos para sufragar los gastos del hogar, pues mi suegra tiene un empleo estatal, y con su salario no se puede hacer mucho.

"Ahora ejerzo lo que me gusta, pues el nado sincronizado ha sido mi vida desde niña. Pero cuando me gradúe no sé si continúe en el ballet acuático. Quiero seguir estudiando, mi sueño es hacerme psicóloga y tengo que aprovechar ahora, pues la juventud se va y el conocimiento es el único que queda. No voy a ser bailarina toda la vida", asegura.

No valía la pena

La historia de Alejandro Peña Gutiérrez, también estudiante de Psicología es diferente. "Trabajé exclusivamente durante mi etapa de vacaciones el año pasado. El empleo me lo consiguió un amigo y estuve dos meses haciendo pizzas en una cafetería particular".

Según nos cuenta, se trataba de una labor ardua de 12 horas seguidas, en condiciones que no eran las mejores "y aunque al principio empecé motivado por la idea de tener mi propio dinero, eso se desvaneció al constatar que tras todo aquel desgaste físico recibía un salario de 60 pesos en moneda nacional diarios, más otros 12 para una supuesta merienda. En ese lugar no se recaudaba menos de 3 mil pesos diarios y el dueño tenía una ganancia extraordinaria, pero se negaba a brindar mejores condiciones a sus trabajadores".

Para cuando llegó septiembre y debía incorporarse a sus clases en el CRD en la universidad, le ofrecieron la posibilidad de ajustar el horario para trabajar solamente sábados y domingos. "Tendría que invertir todos mis fines de semana en eso, pero el pago no era proporcional al esfuerzo físico. Me di cuenta de que no valía la pena, así que desistí. No quise que me explotaran.

"Si las condiciones hubieran sido otras me habría quedado. Renunciaba a algunas cosas, me organizaba mejor y hubiera podido rendir tanto en la escuela como en el trabajo. Una amiga mía trabaja en un restaurante propiedad de un suizo, también en jornadas de 12 horas, pero no se va para su casa con menos de 15 dólares al día...eso es más rentable".

Reconoce Alejandro que, en comparación con años anteriores, hoy existe mayor número de trabajadores por cuenta propia, lo cual hace más factible la posibilidad de encontrar empleo. "Aunque muchas de esas personas se aprovechan de los jóvenes, que aceptan trabajar por cualquier salario que les ofrezcan siempre que sea mayor al de la opción estatal, y sin poder exigir mejorías porque no siempre existen sindicatos que los representen o mecanismos para prevenir esta explotación.

"Hoy mis padres me mantienen, algo que les supone un sacrificio extraordinario de modo que yo sigo buscando algún empleo a tiempo parcial que me permita aligerarles esa carga. Pero sucede que casi todos los empleadores exigen jornada completa, de modo que combinar estudio y trabajo se convierte en un reto, donde siempre tienes que sacrificar algo, por lo general el descanso.

"Lo principal para tener éxito combinando trabajo y estudio es contar con una red de apoyo: compañeros que estudien contigo, te ayuden a recuperar las clases perdidas, te expliquen el contenido impartido. Es una estrategia que no puede ser improvisada. Los jóvenes de otros países nos consideran privilegiados pues no conciben siquiera la posibilidad de dedicarse exclusivamente al estudio. Yo pienso que ellos tienen, a su vez, el beneficio de estudiar y ser independientes; en cambio nosotros no tenemos un peso en el bolsillo y nos mantienen nuestros padres.

"Estoy convencido de que el curso por encuentros es el camino por el que muchos jóvenes se decidirán en el futuro, pues el CRD no puede vivir al margen de la economía actual. Ya no somos niños, queremos independizarnos de unos padres a los cuales les resulta difícil sufragar nuestros gastos.

"Si una vez graduado, comienzo a trabajar en el sector estatal percibiendo un salario inferior a lo que pudiera ganar en el sector por cuenta propia, quizás trataría de continuar combinando ambas actividades. Aunque haya invertido cinco años para obtener el título siguiendo mi vocación, existe una urgencia económica. Y la economía pauta condiciones específicas: primero tengo que pensar en mi techo y mi comida para poder luego dedicarme al arte, la ciencia o la cultura. De cualquier modo trataría de encontrar la vía de seguir vinculado a mi profesión", concluye Alejandro.

Un reto por enfrentar

Como profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, la Máster en Psicología Educativa Annia Almeyda Vázquez conoce bien las historias de jóvenes como Alejandro y Claudia. Una de sus líneas de investigación, relacionada con el proceso de formación vocacional, la enfrentó por primera vez con el fenómeno.

"Realizábamos un estudio diagnóstico del proceso de elección profesional de estudiantes de 12 grado, enfocado en caracterizar cómo aquellos que aspiran a ingresar a la universidad enfrentan este proceso de transición. Conocíamos de antemano que cada vez hay más estudiantes que ingresan por curso regular diurno que optan por combinar esta actividad prioritaria con otra de tipo laboral. De modo que incluimos entre las variables de expectativas de futuro dicha opción. Y los resultados fueron interesantes porque de la muestra de mil 600 estudiantes un 23% la eligió como alternativa".

Al explorar sus motivaciones, obviamente tenían marcado carácter económico: expresaban la necesidad de aportar a la economía doméstica y apoyar a los padres en ese sentido. "Aquí hay un elemento importante, porque si bien la universidad tiene acceso gratuito, cada vez resulta más necesaria una solvencia familiar que posibilite sustentar el estudio de los hijos durante esos cinco años.

"Y no solo nos referimos a cuestiones básicas como vestuario, calzado y alimento, sino también a determinado equipamiento tecnológico. Gran parte de la información que se utiliza en las universidades se encuentra en formato digital, en especial la bibliografía más actualizada, y así la entregan muchos profesores para su estudio; por tanto tener una laptop o computadora es importante. No quiere esto decir que un estudiante que no tenga no se pueda graduar, pero debe sacrificarse más.

"Años atrás el comedor universitario era para todos; ahora es un derecho solo para los becados. El resto tiene que traer el almuerzo de su casa o comprarlo en la calle, a los nada módicos precios existentes. En resumen: la universidad es gratuita, pero estudiar tiene un costo para la familia", asevera.

"La recreación también resulta importante para la juventud, y aunque a través de la institución educativa se facilita el acceso a determinados espacios nocturnos de la ciudad con precios inferiores, una vez dentro no existen subsidios. Así, algunos estudiantes ansían cierta independencia económica que les posibilite darse determinados gustos, y otros para satisfacer necesidades más básicas".

Las necesidades descritas existían anteriormente, pero no así un mercado laboral tan amplio (hoy impulsado por la apertura del trabajo por cuenta propia), lo cual limitaba las posibilidades de los jóvenes quienes, ante la falta de alternativas, se enfocaban entonces solamente en sus estudios.

"Puedo interpretar como positiva, desde el punto de vista psicológico, la actitud emprendedora de estos jóvenes que deciden no permanecer cruzados de brazos ante determinada situación económica de su hogar. Sin embargo, esto tiene costos que no deben obviarse", señala.

El curso regular diurno está diseñado, por sus exigencias, para que el alumno se dedique exclusivamente al estudio. Algunas facultades incluso tienen doble sesión de clases, otras dedican una de las sesiones para la realización de prácticas pre-profesionales, educación física, etc.

"No quiero generalizar, puede haber casos que logren exitosamente combinar ambas actividades, pero basándome en la observación y experiencia de algunos de mis estudiantes puedo señalar que incluso en aquellos con mayor potencial se denota una disminución del rendimiento académico, sin importar cuánto se esfuercen, en especial aquellos que trabajan de noche o madrugada...que es el horario que con más probabilidades emplean, dadas las limitaciones impuestas por sus horarios docentes. El sueño es imprescindible para un rendimiento óptimo, y ellos sacrifican gran parte de su tiempo de descanso.

"El CRD no está pensado para combinarse con el trabajo, y este es uno de los retos que debe enfrentar la Educación Superior. La estrategia podría ser el fortalecimiento y ampliación de los cursos en la modalidad semipresencial; o la flexibilización en cuanto a la asistencia obligatoria en el CRD, para permitir a los estudiantes la organización de su tiempo, aunque eso sí, manteniendo las exigencias relacionadas con la calidad de la formación", concluye.

Bajos salarios, precios que muestran una tendencia a elevarse sostenida en el tiempo, la inversión de la pirámide demográfica, la deformación de los sistemas salariales en correspondencia con el trabajo realizado y la calificación profesional, las nuevas modalidades de empleo por cuenta propia... estos y otros factores impulsan a muchos jóvenes de hoy a sacrificar su descanso y poner en riesgo sus estudios con tal de lograr la independencia económica. Sin dudas, se trata de una problemática multicausal a la que hay que seguir mirando de cerca.


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