Sin título, otra vez

No se por donde empezar a escribir. Y para mí es un problema serio por que lo que más me cuesta es ponerme a escibir y eso en días normales. En días como estos un yunke me pesa en las manos. En el autorelato que cada uno puede hacer de su vida, prefiero verme como un militante del ecepticismo. No espero nada del hombre. Es la forma que encontré de poder sorprenderme. No esperar nada es que llegue algo, en lo posible, bueno. Al mismo tiempo es una posición muy peligrsoa por que puede llegar cualquier cosa y que de la dulce sorpresa se pase al amargo espanto, al horror siempre indecifrable. El riesgo no es un tema que me asuste así que bien vale la posición. Se puede escribir el más maravilloso verso ésta noche, pero Candela ya no volverá a la vida. La muerte es muy testaruda al igual que la vida. Nada las puede detener. Son insoslayables. Se puede apelar a miles de discursos bonitos, bien pensantes, unificadores de voluntades efímeras (Todos somos Candela, por favor no, seamos más creativos), en fin se pueden ensayar miles y miles más miles de formas de intentar de escribir para lograr hacer algo que no sabemos muy bien que es pero que queremos que alguien haga algo. Tal vez y sólo tal vez esta vez debamos empezar por nosotros mismos. No esperar que alguien nos diga lo que no hará diciendonos lo que debió hacer y siga de paso abonando discursos huecos que amontonan muertes. Empezar por uno mismo sea tal vez no redirise antes de empezar la lucha. El silencio puede llegar a ser ensordecedor, a veces.