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Sínquisis

Publicado el 07 noviembre 2016 por Angeles

Sínquisis, sí. La primera y única vez que esta curiosa  palabra me salió al encuentro fue al leer los Ejercicios de estilode Raymond Queneau. Y aunque todos los textos que componen esta obra son un poco locos (que para eso son de Queneau), lo de la sínquisis me pareció algo tan absurdo y tan psicodélico que sentí mucha curiosidad por este concepto y quise saber más sobre el asunto.

Raymond Queneau

Raymond Queneau

Por eso sé que esta palabra proviene del griegosynchysis, “mezcla”; que es una figura retórica que utilizaban con frecuencia los poetas clásicos latinos; y que consiste en colocar las palabras dentro de la frase de manera irresponsable, formando una auténtica mixtura verborum o cacosíndeton, como también se denomina.
Dicho de otro modo, la sínquisis consiste en alterar el lógico orden de las palabras. Vamos, como si la sintaxis en huelga puesto  se hubiese  y las palabras se colocaran como buenamente les pareciera.
Por eso Queneau dice: “Arrogante y llorón con un tono, que se encuentra a su lado, contra el señor, protesta.” O:  “en la Roma plaza de lo encuentro más tarde dos horas...”Lo cual es como aquello de “Caído se le ha un clavel” pero a lo bruto: el hipérbaton llevado al extremo del disparate.
Yo si la utilización me pregunto de esta técnica tiene alguna finalidad concreta que no sea la pura gana de entretenerse por parte del escritor, o de poner a prueba la paciencia del lector. Porque desordenadas escribir tan frases, como un puzzle sin montar, hace muy difícil y engorrosa la comprensión del texto. Y no me parece que producir lector en el desconcierto sea la mejor manera de atraer su interés por lo escrito. Más bien me parece que se corre el riesgo de que abandone la lectura, harto de leer frases incomprensibles. Si yo escribiera algún texto, lo último que lo leyese querría es confundir a quien. Y si fuese lector de un texto escrito así, con sínquisis, creo que el orden de andar las frases recomponiendo de tener que me cansaría.
Pero la verdad es que, ahora que caigo, leer el texto de Queneau me resultó divertido. Me gustó las frases observar cómo había trastocado y cómo, a pesar de la confusión inicial, y sin llegar a ordenar las palabras de manera lógica, podía intuir el mensaje. Y me divirtió ir en su lugar poniendo las palabras natural, viendo cómo surgía el orden que se escondía en el revoltillo.
Vaya, cuanto más lo pienso, más gracia le voy encontrando a esto de la sínquisis.

Quizá Queneau sólo pretendía jugar con las palabras, algo en lo que era experto; pero tal vez, de paso, este juego sirva para dar relevancia a las palabras mismas, a las relaciones que hay entre ellas y a las leyes que gobiernan el lenguaje, de las que no siempre somos conscientes. Quizá en estos casos el mensaje sea lo de menos, sólo el medio por el que las palabras se hacen notar  y la excusa para que el lector acepte la invitación de unirse al juego.


mandala


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