Revista Cultura y Ocio
Pero después de treinta años de matrimonio solo me bastó escuchar pausa para convertirme en una lunática cuyos pensamientos explotaban, rebotaban y chocaban entre sí como palomitas de maíz saltando dentro de su bolsa en el microondas.
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La Pausa era francesa y tenía piel castaño lacio y brillante. Sus pechos eran notables y auténticos, no operados.
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Chillo. ¡Tú siempre el primero durante todos estos años! ¡Siempre tú, nunca yo! ¿Quién limpiaba, quién pasaba horas haciendo las tareas de la casa, quién se ocupaba de las compras? ¿Fuiste tú? ¡Maldito amo del universo! El Übermensch Fálico que se marcha a un congreso. ¡Las correlaciones neuronales de la conciencia! ¡Me dan ganas de vomitar!
(Siri Hustvedt, El verano sin hombres, Anagrama, 2011).
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