Revista Cultura y Ocio

Sobre multas, amiguetes y castigos

Por Aceituno

Imagen tomada desde el puente que os enseñé ayer. Concretamente a través de unos pequeños agujeros plateados que tenía la barandilla. Eso es lo que crea esa especie de neblina que le da a la foto todo su interés. Cada imagen es un mundo y muchas veces, como en este caso, soy el primer sorprendido por el resultado.

Si la confusión es capaz de aportar creatividad y dotar a una imagen de un plus añadido, entonces es que cualquier cosa es posible. Realmente en el mundo de la creatividad es un poco así, una especie de todo vale mientras valga, todo está bien mientras sea bueno, todo es posible mientras funcione. Lástima que la vida no pueda ser de la misma forma porque estamos atados a demasiadas normas, muchas de ellas absurdas pero, al parecer, necesarias.

Por ejemplo la prohibición de beber alcohol en la vía pública. Es una medida absurda porque me privan del placer de tomarme un par de latas con mi chica en una plaza preciosa, disfrutando del silencio y del fresquito de la noche, pero es necesaria porque así se evitan vandalismos. Así es el ser humano. Todo el tiempo necesitamos que nos estén conteniendo para que no nos matemos los unos a los otros. La mayoría de las normas de comportamiento civil tienen que ver con eso, con que no hagamos daño al otro ni al mobiliario urbano.

Para eso están las leyes. “Es mentira que sea un caballero cuando nadie me ve”, decía Sabina. Cuando estamos solos romperíamos todas las leyes del mundo porque nos da igual todo. Si no somos más bestias en nuestra vida cotidiana es por miedo a la ley, no por la educación recibida. La vida no nos da experiencia, nos da palos y la letra con sangre entra.

En las autopistas tenemos miedo a las multas y por eso no corremos. El que corre es porque tiene un amigo policía y le da igual que le multen. En España hay unos 100.000 policías entre unos cuerpos y otros. Cada uno de ellos mantiene una relación cercana con unas 4 ó 5 personas entre amiguetes, hermanos, primos, cuñados, esposas, madres, padres, etc. etc. lo cual supone casi medio millón de personas que van por ahí sin importarles en absoluto que les pongan una multa. A este número hay que añadir otro montón de gente que no conoce a ningún policía pero tienen tanto dinero que lo les importa pagar porque, esa es otra, da igual tu situación: el monto de la multa es el mismo para todos, algo totalmente injusto desde mi punto de vista. Por eso no es de extrañar que, a pesar de todo, siga habiendo gente que corre, o se salta los semáforos, o aparca donde no debe o lo que sea. Y esa gente está tan bien educada como el que más y sabe perfectamente que lo que hacen está mal y va contra la ley, pero les da igual porque no se les puede castigar por ello o porque les importa un carajo el castigo que les toque.

Yo pertenezco al grupo de los que no tenemos amiguetes de ningún tipo. Me toca cumplir la ley a rajatabla y así lo hago. A veces me tomo un par de cervezas en la calle, lo reconozco, pero son pocas más las normas que me salto. Y menos ahora que he dejado de fumar marihuana, que es lo más ilegal que he hecho en mi vida. Aunque a veces me encantaría ir a 200  por hora con mi coche y saltarme más de un semáforo, pero no lo hago porque no quiero tener que pagar una multa, así de simple.

Dejo aquí la misma foto en pequeñita para que se aprecien mejor los agujeritos.

Parece que estamos tras los barrotes de una prisión por no haber cumplido la ley. La ley, así salió el post de hoy, qué le vamos a hacer.

Cumplirla, eso desde luego.


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