¡Socorro! Mi hijo quiere ser un YouTuber

En mi época, se decía que el espectador era dueño del control remoto, quien decidía qué veía la familia. Cada canal, mediante sus productoras, buscaba llevar la programación más atractiva para que el público quisiera seguir conectado a su señal.

Cuando llegaron los canales de cable, se produjo el primer gran cambio. La oferta empezó a ser mucho mayor. La programación local empezó a competir con la programación del mundo. Pero el poder del control remoto seguía en manos del público, y las opciones dentro de las cuales se podía elegir, seguía de la mano de los canales de televisión y cable.

Pero un día, eso cambió. Internet se metió en nuestras vidas e hizo que cualquier persona, de cualquier lugar del mundo pudiera subir contenido en la web, y que otro, conocido, desconocido, público pasajero, podía sintonizar lo que estaba haciendo alguien sin siquiera necesitar el control remoto. Este contenido no respondía a líneas de canales, programación pensada para un público específico, no, este contenido no tenía ningún tipo de filtro: puro, original y sincero.

Los YouTubers, a mi entender, son parte de este fenómeno. Personas que quieren ser vistas, escuchadas, que quieren hacer arte (o simples videos) y mostrárselos al mundo. No les importa el visto bueno de una productora o de un empresario, solo quieren que sus pares o simplemente aquel que quiera su sume a su canal. Tiene algo que expresar y los canales para hacerlo, así que lo toman y lo hacen. Así de simple.

Grego 1

Dejame decirte que hay todo tipo de #youtubers, algunos son inofensivos y otros ofenden, algunos le ponen horas de trabajo a sus producciones y otros solo minutos, unos pasan mensajes positivos que vale la pena escuchar y otros te tiran tips para pasar de nivel en los juegos de la play. Tenés una variedad inmensa, para grandes y chicos, humor, ciencia, belleza, autoestima, actualidad y en cada categoría cada persona le pone su propio sello.

En mis favoritos están Ceci Saia y Frutilla Picante, dos chicas lindas que hablan de cosas lindas con la mejor onda. ¿Ya las seguis?

El otro día, uno de mis hijos me pidió armar un canal de You Tube: “Mamá yo quiero ser un youtuber y tener millones de seguidores”. Mi primer reacción fue negativa, si a mí en particular, no me gusta ninguno de estos personajes, porque dejaría que mi hijo lo haga también. Pero después entendí que estaba equivocada. El mundo había cambiado, y yo seguía pensando como en el siglo pasado.

Lo que pasó después fue increíble.

Tuvimos una charla muy sincera, explicando que se podía y que no hacer en este canal, explicándole que lo que se sube en la red lo ven desde la china hasta la directora del cole con la chica que le gusta.

Nos sentamos juntos a armar el canal. Él quería diseñar el logo para su portada, hacer un video explicando de qué se iba a tratar el canal y filmar. Para cada paso, tuvimos que dedicar tiempo. Mucho tiempo de todos. Algunas tomas se hicieron en varias veces, porque no quedaban tan bien. Hubo largas horas que nos dedicamos a editar el video. Por suerte mi pequeño, entendió que no era tan simple como parecía y que para lograr un producto más o menos bueno, había que trabajar y bastante.

El canal ya está online, tiene más visitas que el mío te voy a decir. Cada tanto sube un video. En general arma historias y la cuenta haciendo él mismo de distintos personajes. Me asombra su capacidad de imaginar, crear y llevar a un video todo lo que piensa.

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Yo lo veo como un artista, que en vez de pedirme que lo lleve a un casting en la televisión, quiere avanzar él en el mundo digital. Lo hacemos juntos, cada video, cada comentario, cada interacción, porque creo que es pequeño todavía para hacer las cosas solo.

Al principio me negaba, le decía que no. Ahora lo acompaño, le explico, le digo que sí con condiciones, le enseño a realizarlo de manera segura, aprovecho para compartir un tiempo juntos y enseñarle herramientas para mejorar sus producciones.

No espero que viva de su canal de YouTube, como tampoco espero que sea jugador de futball profesional por ir a escuelita los jueves. Para nada, es otra forma de expresarse y aprender jugando