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¿Son difíciles las carreras de ciencias?

Publicado el 20 agosto 2014 por Oscar Ercilla Herrero @geologoentuvida

Al hombre, desde que es hombre, le ha gustado comparar para hacer, en este caso, bandera de que lo suyo, por mucho que se diga, es siempre lo mejor. Pero antes esta falta de sensatez que supone la conciencia individual, se anteponen los hechos y las pruebas que son capaces de refutar o verificar las verdades sobre si algo es mejor o peor.

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En esta disyuntiva, desde que el hombre estudia, existe la discrepancia de si las humanidades, conocidas por muchos como letras, o las ciencias son más difíciles. Yo, como geólogo, por lo tanto de ciencias, solo puedo decir que estas son más difíciles, no solo por la fuerza sino también por la razón.

La cantidad de alumnos universitarios que cursan una carrera de ciencias en España ha ido disminuyendo progresivamente, estando en una proporción de uno a dos con respecto a las carreras de humanidades. Esto es un claro indicativo de las preferencias de los alumnos de secundaria del país, donde tal vez reside el problema fundamental.

Puede que esto se deba a que las formas en las que se plantean las asignaturas científicas sean malas o puede que su complejidad no sea del todo comprensible para todos los alumnos. Sin duda las matemáticas es la asignatura por antonomasia que se lleva todos los palos y que más denostada está en la carrera por saber cuál es la asignatura más odiada. Puede que tal vez la siguiente sea la geología, de la que soy amante fiel y que constituye mi titulación y profesión. Hablar de números, de raíces de integrales, derivadas y alcanzar las cotas de las matrices no están hechas para todas las mentes, pero comprender el significado de un mineral, el nombre de una roca o el conocimiento de la tectónica de placas implica un esfuerzo que no suponen las carreras de humanidades.

Historia es una serie de hechos, que es necesario conocer para saber de dónde venimos y a dónde vamos. Igual que ocurre en cualquier carrera de ciencias para no cometer los errores del pasado. La filosofía nos permite pensar y tener un pensamiento racional y que cuestione todo lo prescrito, el cual, por sorprendente que parezca, es la base de cualquier estudio científico. La lengua y literatura, tan conjugada con los idiomas extranjeros, es la base fundamental para la compresión de nuestro trabajo, utilizando verbos y adjetivos, conjugando verbos y utilizando preposiciones con la maestría con la que un escritor, un traductor o un periodista deben trabajar para mostrar con la mayor claridad su trabajo.

Pero yendo más allá de nuestra percepción es necesario saber que nuestra humanidad, eso que nos hace ser homo, se basa en la ciencia como un primer paso apoyado con un segundo que es la humanidad. Si el hombre es hombre es por su desarrollo cognitivo del medio en el que vive, el racionamiento al alma más intima del animal que llevamos dentro, lo que realiza la ciencia. Una vez asentado un sistema de pensamiento es posible crear una humanidad, un modo de desarrollo de la cultura, primero hablada, con transmisión de los conocimientos científicos y filosóficos, en forma de protoreligiones, y el paso posterior a la escritura, un desarrollo abstracto de primero orden, al mismo nivel de importancia que la invención de la rueda.

¿Las ciencias son más difíciles? La respuesta es sí, puesto que en ellas se inscribe implícitamente no solo el estudio de un campo de investigación o de desarrollo sino la necesidad del conocimiento de las ramas de humanidades las cuales, por desgracia, carecen del impulso para interesarse por sus hermanas, lo que lleva a ver como traductores no saben aspectos básicos relacionados con el idioma (el billón americano es posiblemente el mejor ejemplo), que periodistas cometan errores garrafales en sus crónicas o que políticos se dediquen a hablar, con buena retórica, sobre cuestiones científicas que solo saben de oídas (ahí tenemos al presidente Rajoy, su “primo” y el cambio climático).

Este aspecto me devuelve al principio de este artículo y es la estructura del bachillerato de las diferentes ramas, el paso previo a la universidad, donde los humanistas se dedican a lo suyo sin tener una sola asignatura de ciencias que les enseñe porque se produce un terremoto, para que sirve una integral, porque sus gafas funcionan por la óptica, porque el jabón de sus manos les elimina la suciedad de sus manos o que es lo que pasa en su estómago después de tomar un buen filete, mientras que los alumnos de las ramas científicas deben aprender quien es Góngora, que ocurrió en mayo de 1808 o conocer los pensamientos de Sartre.

Por último cabe una clara reflexión que es las veces que un humanista ha traspasado la barrera que lo separa de las ciencias. Son contados los casos y muy escasos los que han logrado cierto reconocimiento al hacerlo, pero el caso contrario es rico en este aspecto con periodistas, escritores, filósofos e incluso traductor que traspasan la barrera, en un cierto intrusismo del que se saben valer y que algunas veces llegan a superar a los humanistas siendo reconocidos en la actual sociedad, donde el conocimiento y el saber hacer son tan importantes.

Las ciencias son más difíciles que las letras. Un científico no puede ejercer su profesión sin saber de lo que está trabajando, pero nunca sin conocer de qué van las humanidades por lo que en lugar de estudiar una carrera de ciencias cursa una carrera de ciencia-letras, pero sin considerarlo doble titulación.


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