Revista Opinión

¿Son los sentimientos inmateriales?

Publicado el 07 febrero 2020 por Carlosgu82

En un video, un filósofo cristiano defiende la inmaterialidad de Dios como ente que está fuera del espacio, del tiempo y la materia. Como ejemplo de inmaterialidad afirma que las emociones, los sentimientos y los pensamientos lo son. Para mí, solo conocemos como inmateriales los entes matemáticos y de razón –abstracciones creadas por nosotros- como los números y los principios de la lógica, y los significados. Las emociones tienen un cierto componente inmaterial, pues se desatan cuando comprendemos el significado de una situación, y su componente material. Pongo un ejemplo: cuando me notificaron la muerte de mi madre me dijeron solamente: “doña Teresa falleció”. El significado de esa frase desató en mí una fuerte alteración de presión, al punto que tuve que tomar medicamentos para poder sobrellevar el impacto. Notemos que el significado de la frase es inmaterial. Me pudieron haber dicho exactamente las mismas palabras, con las mismas letras, pero en tono de pregunta: ¿doña Teresa falleció? Y nada habría pasado. Pero la noticia desató cambios físicos muy importantes. Imaginemos algo material, pero sin inteligencia, que no comprende circunstancias, no tendría emociones. Imaginemos alguien inmaterial, sin cuerpo. Recibe una noticia o comprende algo pero, al carecer de cambios físicos, no puede identificar si siente alegría, tristeza, pánico… pues la angustia la sentimos en el vientre, la alegría en el pecho y los ojos, etc. Lo mismo pasa con el pensamiento. Los filósofos católicos insisten en que es inmaterial porque se relaciona con ideas inmateriales. Lo cierto es que pensar implica un esfuerzo físico que sentimos en todo el cuerpo, especialmente en el cerebro. Mi acto de pensar en una cosa es físico, la cosa pensada puede ser tan inmaterial como un número o una línea.

Santo Tomás de Aquino sostenía que el alma, por ser inmaterial, no puede ser destruida ni por nada externo ni por nada interno (pues no tiene partes). Los tomistas son felices con esa explicación que salvaguarda la inmortalidad del alma. No parecen entender que algo que no puede ser destruido no tiene por qué desarrollar miedo o angustia. Solo algo material y vital a la vez, que quiera conservar la vida porque sabe que puede perderla, desarrolla emociones que le avisan de lo que es peligroso o causa furia, y despliega ideas resolver la situación. La razón es vital, como sostuvo Ortega y Gasset, y está al servicio de la conservación de la vida. Algo inerte no la desarrolla, pero tampoco algo que, por ser inmaterial, es invulnerable.


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