Revista Opinión

¿Son unos vagos los trabajadores? ¿A que se debe la frustración?

Publicado el 10 diciembre 2013 por Adlsantos
¿Son unos vagos los trabajadores? ¿A que se debe la frustración?
Me hace gracia cuando desde los medios de comunicación, desde la propaganda de las grandes empresas, desde muchas esferas (mismamente, desde la propia boca de tu propio "jefe") se dice que el trabajador no rinde lo suficiente en la empresa, que hace las funciones con lentitud, etc. Cuando se dice que el trabajador no siente a la empresa en la que trabaja, o se dice que el trabajador debe asumir los valores de la empresa (comportarse de tal manera, sonreir a la nada, o tragar con ideas y valores individualistas de determinada gran empresa).
Esto no pasa porque el trabajador sea un vago o un holgazán. Esto sucede por la enajenación del trabajo. ¿Y qué es? Pues algo que, mejor que yo, lo describió Carlos Marx en 1844 en sus 'Manuscritos de economía y filosofía':
"¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?
Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo.
Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, 'trabajo forzado'. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un 'medio' para satisfacer las necesdidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. (...)"

Es decir, el trabajador se comporta de tal manera porque sabe que sus funciones son obligadas, son forzadas. Su trabajo, en el capitalismo, siempre es forzado, porque siempre va a necesitar del trabajo para satisfacer sus necesidades (comida, techo, ropa, ocio).
Marx también subraya unos párrafos antes:
"Lo mismo sucede en la religión. Cuanto más pone el hombre en Dios, tanto menos guarda en sí mismo. El trabajador pone su vida en el objeto, pero a partir de entonces ya no le pertenece a él, sino al objeto.
Cuanto mayor es la actividad, tanto más carece de objetos el trabajador. Lo que es el producto de su trabajo, no lo es él. Cuanto mayor es, pues, este producto, tanto más insignificante es el trabajador. La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente a él; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil."

Por tanto, hay que asumir que hemos nacido y vivimos en un sistema perverso, que fundamenta su supervivencia en la explotación del ser humano. Es un sistema inhumano, es decir, “falto de humanidad”. De él se deriva la frustración y la infelicidad de la gran mayoría de los trabajadores en su puesto de trabajo.

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