Revista Arte

Souvenir holandés

Por Jon Marín
Souvenir holandés En Holanda hay mucho cerdo. Y no hablo de los excéntricos centrocampistas que se hartaron de dar patadas en la final del Mundial de fútbol. Me refiero a la industria ganadera, un sector muy importante en el norte de Europa. Este sector tenía un problema en los años ’90 con la gestión de sus residuos: tanto cerdo producía tan gran volumen de estiércol que el pequeño país era incapaz de absorberlo todo y, por lo tanto, tenía que exportarlo a otros países para su correcta gestión. Para enviarlo fuera de sus fronteras se puede hacer  a) de la manera convencional, en barco o camión, o b) se puede usar el coco para pensar un sistema en el que se vayan sacando pequeñas porciones de este residuo sin que suponga ningún trauma –económico o social- sino más bien al contrario: que, como dicen en el mercado, te lo quiten de las manos. Andreas Müller, de Droog Design, se planteó lo siguiente: ¿quién se lleva gustoso una parte de Holanda cada vez que sale del país? El turista ¿Qué es lo segundo –todos sabemos qué es lo primero- más típico del país y más solicitado por el turista? Los tulipanes. 
Así, el diseñador creó en el ’94 el Bolle Box, un envase hecho de estiércol seco para los bulbos que se venden en las tiendas de souvenires. La estimulante propuesta es la pieza que faltaba en el puzle para comprender todo lo que rodea a un objeto (el pack, los materiales, el contexto de acción,…): además de tratarse de un envase que beneficia al bulbo que contiene -ya que está hecho de materia orgánica, comida para la planta- Müller transforma algo no querido, repudiado, en algo con valor, ansiado por el turista, que se lleva a su tierra parte de un residuo industrial potencialmente problemático. Y tan contento.
o: Sprinkle brigade o Ladenkast o Del cerdo se aprovecha todo

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog

Revistas