Revista Comunicación

Soy malvada

Por Roales

Lo sé, se había creado el rumor, algunos lo sospechaban y otros ingratos incluso me lo decían a la cara: soy malvada. Me ha costado 24 años llegar a esa inclusión, el primero no lo cuento porque en esa época no sabía hablar y me costaba mucho más ser cruel cuando apenas podía levantar la cabeza de la cuna sin un poco de ayuda. Lo más malvado que hice fue vomitarle a mi madre en un par de ocasiones, pero era joven y no sabía que eso iba en contra de las “normas sociales”. Superado el primer año de reducida capacidad de expresión, empecé a hablar y dar señas de mi personalidad que de vez en cuando llamaba la atención de los de mi alrededor. 

Para que os pongáis en situación tengo que decir que era una niña muy estricta en cuanto a normas de juguetes. Sé que puede parecer raro pero yo clasificaba los juguetes en cuatro grupos: los que eran de uso diario y se podían compartir, los que eran de uso diario y no se podían compartir, los que eran de uso ocasional y compartía con mi prima y los que eran de uso ocasional y no los tocaba ni Dios. Palabra. 

Una de mis primeras normas de niña puñetera que creé fue la lista de objetos que podían traer los niños a mi piscina hinchable. Recuerdo perfectamente estar sentada en mi piscina con mi barbie en la mano y diciendo a un niño que no podía entrar con su tractor en mi piscina porque podía pincharla. Ese niño no entró en mi piscina hasta que soltó el dichoso tractor. 

Otra de mis características era que tenía que dirigir todos los juegos, si jugábamos a las oficinas yo era la jefa, si jugábamos a las casitas yo era la madre, si jugaban al fútbol yo me enfadaba y me ponía a hacer un puzzle. 

Luego entré en el colegio  y tuve que ceder un poco de poder porque era yo contra 20 niños más y no siempre me podía salir con la mía, fue una época dura y apenas conocía el significado del sarcasmo, reírme de los demás era más frustrante. 

Pero entonces llegó el Instituto y empecé a extender mi reino de maldad con adaptaciones de canciones como La Abeja Maya que dediqué a mi profesora de Geografía, no me había hecho nada pero se me atravesó desde el primer momento:

En un país multicolor, nació la Betty bajo el sol,

y fue famosa en el lugar por sus gafas bidimensional…

Y a la pequeña Tere la apodamos Betty, ¡Betty!

La pequeña y dulce profe Betty, ¡Betty!

Beeeeetty sigue sin explicar

lo que en el examen va a entrar.

Nah, nah, nah, nah, nah….

Ahora lo recuerdo y me da hasta cosilla, pero quiero explicar la canción. Nuestra profesora de Geografía se llamaba Teresa pero era muy fea y le apodaron Betty (como Betty la fea, originales ¿eh?), tenía unas gafas enormes que debía habérselas comprado cuando hizo la Comunión porque eso era ya una reliquia. Tengo que admitir que a final de curso empezó a caerme bien y no volví a cantar la canción durante sus clases, ¡un saludo Tere, siempre te odiaré por hacerme estudiar los climas mundiales que tan útil son!

Otras de mis creaciones fue apodar a una chavala que no tenía culpa de nada como “MariGuapa”, era muy pava y su aspecto era algo cómico. Se enteró y desde entonces dejó de saludarme, algo lógico por otra parte. De eso sí me arrepiento a día de hoy. Lo siento si estás leyendo este blog, eras buena gente y yo estaba en la edad tonta. 

En esa lista de motes se sumaron muchos más que ahora recuerdo con cierto cariño, sus dueños algo menos. Por mencionar algunos de la Universidad: Gallo de pelea, el Saltamontes, la Karate Kid, la niña de The Ring, la Dolce, el Samurai, el Cerdo, Las Divinas…De esos solo creé algunos, pero no importa porque participé activamente en su propagación.

Ahora sigo poniendo motes a gente estúpida, he pasado de juzgar por el físico a hacerlo por la personalidad, se nota que he madurado.

No me importa reconocer que soy vengativa y rencorosa con la gente que se ha portado mal conmigo, que no finjo delante de los que me caen mal, si a algún amigo le tengo que decir algo que no le va a gustar se lo digo si pienso que le hace falta, a veces soy borde en mis respuestas pero porque no me paro a disfrazarlas.

No soy un oso amoroso, no me cae bien todo el mundo, no hablo de unicornios y de Minions, pero no estoy a la espera de ver qué hacen los demás, me da igual lo que le pase al resto, solo me preocupo de las personas que me importan y veo que les importo. Que me río de cierta gente, pues sí, que a algunos les deseo que les atropelle un tren, pues también pero nunca respecto a personas que pienso que son buenas personas. Solo con la gente estúpida y falsa. 

Y por mucho que pase el tiempo me seguiré riendo de vuestras declaraciones de amor a vuestros novios cuando sé que le habéis metido cuello a medio Huelva mientras estáis con esa persona, de vuestras exaltaciones de amistad cuando a las primeras de cambio rajáis lo que no está escrito y demás hipocresías.

En resumen, que sí, que seré mala pero sincera lo soy más y eso le hace falta a muchos. 

 


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