Revista Cultura y Ocio

¿Soy vegetariano?

Publicado el 07 febrero 2016 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Cuando la pregunta apareció, hacía tiempo que había tomado una decisión. Pero un día como otro cualquiera llegó hasta mí y, por casualidades de la vida, lo hizo con un chorizo de León entre las manos de mi amigo Pablo. Yo rehusé, agradeciéndole el gesto y, entonces, todavía con cierto reparo, confesé públicamente que hacía más de un año que había dejado de comer carne y pescado ante la estupefacción general.

Por esas fechas, hacía tiempo que sabía que, antes o después, esa cuestión chocaría contra mí y, como suele ocurrir, estaba seguro de que lo más difícil no era convencer al resto, sino a uno mismo. Supongo que por eso no había dicho nada: porque quería poner mis ideas en orden; porque, al principio, la idea del vegetariano se me antojaba similar a la del ex fumador que está condenado a recordar y mitificar aquel último cigarro que se fumó. Ese es el concepto clásico, claro, pero a la inversa, ya que cuando uno deja de consumir animales, las críticas siempre llegan de manos de la salud, no de la ética; de la salud propia (ahí también somos egoístas), no de la del trozo de bicho que tenemos en el plato.

¿Quién invitó al herbívoro?

Paulatinamente, todas esas dudas fueron desapareciendo. Y, tras varios años, sé que no se trata de poder o no poder vivir siendo vegetariano, ni de envidia, ni de problemas éticos que los demás no tienen por qué querer escuchar (totalmente legítimo), sino de desconocimiento; y quizá también un poco de no querer escuchar…y de problemas éticos, pero de aquellos que todos tenemos en la cabeza y, a veces, preferimos ignorar.

To be a dark horse

Hace dos años que decidí dejar de consumir animales. Aún hoy recuerdo que, en esos primeros momentos, no podía quitarme de la cabeza el concepto japonés itadakimasu (いただきます). Por si no lo sabes, itadakimasu, al igual que Gochisōsama deshita, es una forma de agradecer la comida que vamos a consumir. Mucha gente lo confunde con un simple ¡que aproveche!, pero se equivocan. Itadakimasu es gratitud por todos los seres que han participado en la elaboración de la comida desde su primera fase y, en especial, por todos aquellos animales y plantas que han dado su vida para que nosotros podamos alimentarnos; Itadakimasu nos demuestra que, para los japoneses, hay vida en todas las cosas que nos rodean.

Así, una mañana me desperté y decidí que deseaba arrebatar el menor número de vidas posibles y que, entre ellas, por su parecido a nosotros y, sobre todo, por su capacidad de sufrir, jamás serían más vidas animales. No fue solo una opción ética por los derechos de los animales sino que, en el proceso, descubrí que me sentía más sano, más fuerte y tenía muchos menos problemas de acidez (sufro sufría reflujo gastroesofágico).

Dan Bizarro - Bacon jerk (joke; chiste)
También lo consideré una buena oportunidad de seguir luchando por el medio ambiente, pues descubrí que producir un paquete de medio kilo de carne de vacuno supone casi 6.810 litros de agua. (En serio.)

Pero al final, todo se limitó a algo muy simple: en la medida de mis posibilidades, no quería apoyar más ni la explotación ni el maltrato animal inherente en la industria alimentaria.

Pasaron las semanas y, poco a poco, todos los que me conocían me preguntaron si nunca más iba a comer animales; mi respuesta fue: “Siempre que pueda evitarlo, no volveré a hacerlo.” Durante meses mi madre lo repitió y lo repitió; también mis hermanos, mis amigos, mis amigas, los conocidos que arqueaban una ceja sin entender… y tampoco faltó quien me intentase convencer de la necesidad de comer animales: Somos omnívoros, decía todo dios, y llegados a este punto, me convencí a mí mismo de dos cosas: la gente no entiende qué es un animal omnívoro (tú, yo, un cerdo) y, lo que todavía es peor, todos nosotros vivimos asustados por lo que hay más allá de nuestra zona de confort.

El hombre que dejó de ser omnívoro

Soy un hombre viejo y cansado. Pero he matado a este pez que es mi hermano y ahora tengo que terminar la faena.

El viejo y el mar (Ernest Hemingway, 1952)

Para cerrar el tema, decidí explicar a todo aquel que quiso escucharme que somos omnívoros oportunistas, lo que significa que aprovechamos todo lo que podamos llevarnos a la boca, porque no hemos evolucionado para alimentarnos únicamente de carne ni de vegetales, igual que el cerdo, el cuervo o el oso panda. Por esta razón,  mientras mantengamos una dieta equilibrada, podemos alimentarnos simplemente de productos de origen vegetal, que deberían ser los de consumo mayoritario en cualquier tipo de dieta, además. 

Y sí. Hay muchas probabilidades de que comer carne nos hiciese humanos. ¿Pero has pensado en cuánto nos deshumanizan las formas de consumo actual? Quizá eso sería algo a tener presente hoy, cuando la ciencia admite que no la necesitas para vivir, y que hay muchos otros procesos de involución y órganos vestigiales de los que también te podrías preocupar y no lo haces.

Evidentemente, no convencí a nadie, ni era mi intención; lo único que yo quería era que me dejasen en paz. Irónicamente, al paso de los meses descubrí que mi posición tampoco era completamente vegetariana, por lo que antes que después terminé por cabrear a mis conocidos vegetarianos y veganos y al resto del mundo que vive con una dieta que contiene carne y pescado.

Si te preguntas el por qué, te diré que porque como pescado y, en algún momento, he comido carne en estos dos años (una vez).

The New Yorker - Vegetarianism (joke; chiste)

Sí, sé lo que estás pensando ahora. Te acabo de decir que me considero vegetariano, ¿verdad? Déjame explicártelo: a grandes rasgos, considero que el sistema está mal. Te lo expliqué un poco por encima en Del estómago al cerebro y en otros artículos previos como El consumo de carne en el mundo. A lo largo de los años, he visto una total carencia de interés por la salud: de este modo, si la OMS dice que el consumo de carne roja es perjudicial, todo el mundo se indigna porque mueve mucho dinero y, a grandes rasgos, eso no se puede decir (aunque haya estudios sobre ello, no se puede dilapidar el sistema económico, ya sabes), así que rápidamente se excusa.

Lo mismo ocurre con un tipo cualquiera —yo, por ejemplo—, que dejo de comer carne y pescado y, de golpe y porrazo, me vuelvo un completo loco, pues voy a poner en riesgo mi salud por el simple capricho de cambiar mi dieta. Aquí los argumentos no importan; se intercambian los papeles, aquellos que exigen que se críe y se sacrifique (mate) a un animal, me piden explicaciones a mí por mi conducta al comprar a un tercero legumbres, lechugas, soja o quinoa.

Con estas ideas en mente, pensé que faltan estudios serios, que lo cierto es que todo lo que he leído[1], me ha convencido para convertirme al vegetarianismo, pero también me ha convencido de otra cosa: seguimos viviendo en un mundo de carnismo, y mi actitud individual, sea respetuosa o sea crítica, no cambiará el mundo por sí sola; esto, al niño que todos llevamos dentro, le hiere el orgullo, pero no deja de ser cierto, así que si tengo que comer un pescado o un trozo de carne de un animal que alguien mató sin conocer mi punto de vista, no me crea una crisis de identidad.

Portada 'The New Yorker' (2014, abril)
Yo no compro carne ni pescado; y no consumo carne ni pescado. Solo soy un tipo que llega a un sitio, y si le han invitado a comer, agradece su plato al animal que fue asesinado más que al propio anfitrión, y come. Después explico, pacientemente, mi filosofía de vida al resto, y procuro minimizar las posibilidades de que esto se vuelve a repetir: si alguien no lo entiende, llevo un tupperware a la siguiente reunión de empresa, de familia o de amigos, y comparto la comida con el resto si es necesario.

Al final,  ¿soy vegetariano? Lo cierto es que no lo sé. Solo sé que mi ética es mía, mis reglas son mías y jamás dejaré que me digan otra cosa. Supongo que soy el único en la sala que no ve hipocresía en aquel vegano que se come lo que el resto de la mesa va a tirar al cubo de la basura. De algún modo, he encontrado la forma de que esos trozos de vida animal dejen de contaminarme el alma, y para mí es suficiente.

Como dijo alguien mucho mejor que yo, pescar me mata en la medida en que me tiene vivo; yo decidí no pescar más, ni de un modo literal, ni de un modo metafórico, pero no podemos obligar al resto a compartir nuestra verdad.


[1] Uno de los libros que más me ha influido en los últimos años sobre este tema ha sido Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas (M. Joy, 2013).


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