Revista Música

Spinetta: la orilla infinita

Por Bruno
Spinetta: la orilla infinita Como jóvenes "clase 73 y 74" llegamos a Spinetta recién a finales de los 80. En su época hermética de "Tester de violencia" y "Don Lucero". Enseguida empezamos a ir a verlo en vivo. Recuerdo mi primer show de él, en el cine teatro Atlas de Villa Gesell, un verano. Después, ya con los amigos, otro recital memorable en los Lagos de Palermo. El escenario estaba armado sobre una especie de isla y entre Luis y el público resplandecía, en plena noche estrellada, el agua. A los pocos días lo encontramos probando una guitarra en en el Paseo La Plaza. Le contamos que nos había gustado el show y él con mucha ternura nos dijo "gracias chicos". Y eso fue todo. Mis únicas palabras con Luis Alberto.
Spinetta: la orilla infinitaPero hubo más recitales. Alguna vez, con 18, 19 años, nos dejaron entrar para los bises en el ya desaparecido Teatro Pueyrredón, en Flores. Fuimos corriendo hasta el escenario, justo cuando el Flaco tocaba una versión impresionante de "No te alejes tanto de mí". FFWD: 2005, tal vez 2006. Con Flavia recién empezábamos a salir y fuimos a verlo a los Bosques de Palermo (otra vez: noche estrellada, cielo abierto y árboles como escenario). Abrazados, escuchamos a Luis cantar "Durazno sangrando".
Todo esto para decir que en vivo, Spinetta siempre pagaba. Siempre sonó. Las versiones mejoraban los originales y uno apreciaba mejor la riqueza armónica y sonora de los temas (que por otra parte, tan maltratados estaban en los discos, que nunca le hicieron justicia en cuanto a sonido). Además, en lo personal siempre me mató escucharlo tocar la viola.
Spinetta: la orilla infinitaSpinetta será siempre sinónimo de Artista. Esa palabra tan bastardeada. Esas personitas cada vez más difíciles de encontrar. Logró construir un lenguaje y una sonoridad propias (su música sonó siempre sólo parecida a sí misma. En este sentido, el "Planeta Spinetta" es más bien una Galaxia entera).
¿Y qué nos enseñó en sus discos? A abrir la cabeza. A estallar en palabras de pura poesía. A pensar en mundos posibles, con una música que apuntaba al Cosmos (ahí donde Charly fue siempre el genio esencial de la ciudad y el tango, Spinetta fue el otro cenit del par).
Spinetta nos enseñó a ser libres. Así, de una. No hay que ruborizarse al decir estas cosas. Su obra es una invitación al Amor y a la Libertad.  ¿Y qué más? Que la visión artística no se negocia (su carrera apenas tuvo un par de deslices - o mejor dicho, uno solo, "Only love can sustain"- en 40 años). Ojalá los nuevos artistas que vengan se iluminen con la Luz Spinetta y no con las lamparitas de colores que venden en Once.
Esas armonías raras. Esa forma de cantar por momentos exasperante pero absolutamente emparentada con esas palabras y esa poesía. Cada uno tendría sus versos favoritos de Luis. Hoy yo tengo los míos cuando en mi cabeza no para de sonar "Ludmila/ golpeo en tu puerta/ no se si estás despierta aún/ Mi amor Ludmila/ yo veo en tus ojos/ y veo un ancho mar". Mañana serán otros. Y pasados otros más. Seguro.
Spinetta: la orilla infinitaUltimamente no lo escuchaba tanto. Sus declaraciones -un poco en el tono de una vieja quejosa, hay que decirlo- me ponían mal, me bajaban la líbido para escucharlo. Pero aún así, cada tanto vuelvo a sus discos.
No voy a ser original: todo lo que grabó hasta Invisible inclusive es potente, original 100%, creativo y con una energía desbordante. Después le elijo cosas aquí y allá: con el tiempo revaloricé Spinetta Jade (ese Prog Rock que se fue porteñizando, cada vez más Buenos Aires). En el medio, esa joyita que es "Kamikaze".
Su último gran disco fue "Peluson of milk" (1990) inspirado por el nacimiento de su hija Vera. Todavía con una altísima concentración melódica, poética y luminosa. Ahí están "Ganges", "Bomba azul", "Cielo de tí", "Dime la forma". Luego de eso se empezó a desinflar y a repetir un poco. Pero muchos perejiles lo hacen mucho antes. Con menos de la cuarta parte de obra. Ni hablar.
El último rayo de luz fue verlo homenajeado en vida en el show de Las Bandas Eternas. Me hubiera gustado estar ahí. En un plano más íntimo, una mañana de sábado prendí la tele y lo vi cantando "Muchacha" casi a capella con los restantes Almendra. Como un boludo, me puse a llorar delante del televisor. Ahí estaban esos viejitos hippies, los cuatro juntitos en un sillón, todavía afinando perfectos con sus voces inmaculadas. Esos que 40 años atrás habían empezado a armar la cosa del rock nacional porque sí. Porque había que hacerlo.
Mi "playlist Spinetteano" seguirá sonando con "Para ir", "Ana no duerme", "Cementerio club", "Credulidad", "Bomba azul", "La montaña", "Amenabar", "Alma de diamante", "Suspensión", "La llave del mandala", "Kamikaze", "Ludmila", "Cielo de ti", "Algo flota en la laguna", "No te alejes tanto de mí", "Despiértate nena". 
Spinetta: la orilla infinitaY "Los libros de la buena memoria", "El anillo del Capitán Beto", "Durazno sangrando", "La luz de la manzana", "El marcapiel", "Dios de la adolescencia", "Preciosa dama azul", "Alcanfor", "Diana", "Las golondrinas de Plaza de Mayo", "Pequeño ángel", "La herida de París", "Dime la forma", "Fina ropa blanca", "Barro tal vez", "Crisálida", "La sed verdadera". Y otras que seguro se me olvidan
Canciones cósmicas y curativas. Ahora y siempre. Contra todos los males de este mundo, Luis Alberto Spinetta.
UVVD, febrero 2012.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas