Revista Cultura y Ocio

Stand by me

Por Revistaletralibre
Stand by me Stand by me

Por Asun Blanco asun

Es la hora del amor.
Una mujer se abre paso entre el gentío.
Los ojos llorosos,
el pelo revuelto,
tejanos rotos,
tal vez de Calvin Klein,
o de algún mercadillo,
cazadora de cuero viejo,
lleva en sus manos un perfume,
nadie sabe si es francés,
Donna Karan o Madame Rochas,
el gesto firme,
el paso decidido.
No le importa nada.
Nada de lo que la gente diga,
ni sus burlas,
ni sus críticas.
Si supiera quién es,
piensa el anfitrión de la fiesta;
una mujer sin escrúpulos,
piensa otro de los invitados.
Ella sigue su camino,
al margen de todos ellos,
sabe adónde va,
a diferencia de los que la rodean,
que hace tiempo que perdieron el rumbo,
y ya solo asisten a conciertos y a cenas de gala.
Ella sigue su camino,
sin prejuicios,
sin miedo,
el mar está ahí, como siempre,
y las gaviotas,
y la estantería con el último best seller,
y él,
sobre todo, está él,
con su camisa de Giorgio Armani,
y sus pantalones,
siempre tan bien planchados,
y esa expresión dulce,
que nunca cansa,
y esa bondad innata,
que a ella le hechizó,
y su eterna sonrisa.
Ella sigue su camino hacia él.
Nada le aparta,
ni los comentarios insidiosos,
ni las miradas inquisitivas,
atrás quedan muchas noches turbulentas,
muchos sórdidos bares de carretera,
muchos amores de hora y media.
Ella sigue su camino
y llega junto a él
y se para el reloj de la entrada,
y se oye una canción,
Stand By Me,
Stand By Me...

O quizá sea jazz,
Miles Davis.
Sí, es posible,
hay un jazzman en la sala,
tocando el piano,
y cantando con su voz negra,
de tantos siglos de opresión.
Ella no se da cuenta de nada.
Solo le ve a él,
con su mirada de amor sin límites,
y entonces,
en un gesto impredecible,
con el llanto en los ojos,
los ojos que lloran no saben mentir,
enajenado el cuerpo,
la voz rota,
rompe el frasco de perfume francés,
y la estancia se llena del aroma del amor,
de un amor que ya no tiene vuelta atrás,
de un amor sin extravíos,
de un amor que hace callar a los ángeles,
y a los rockeros que están entre el público.
La gente mira expectante,
algunos sienten envidia,
otros, ganas de aplaudir.
La música se detiene,
y el jazzman se inclina levemente ante ella.
Es la hora del silencio.
El amor pasa.
Stand By Me,
Stand By Me…


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