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Star Wars: Los últimos jedi

Publicado el 21 diciembre 2017 por Diezmartinez
Star Wars: Los últimos jediEn una escena clave de Star Wars: Los últimos jedi (Star Wars: The Last Jedi, EU, 2017), el (dizque) conflictuado villano parricida Kylo Ren (Adam Driver) le dice a su ¿pariente? –bueno, por lo menos a su hermana en “la fuerza”- Rey (Daisy Ridley) que deje todo atrás, que mate el pasado, que abrace lo nuevo. En una escena posterior, el último jedi que ahora vive como anacoreta, el legendario Luke Skywalker (Mark Hamill), se resiste a quemar los viejos libros sagrados que contienen toda la sabiduría de la orden en extinción a la que pertenece. Sin embargo, por ahí aparece un viejo conocido que le aconseja que deje de atesorar esos papeles que en realidad no son tan importantes. Y, finalmente, en la última escena de esta segunda parte de esta tercera trilogía de la saga, un niño explotado en un planeta de ricachones vendedores de armas ve hacia el cielo, blandiendo un palo de escoba cual espada láser de juguete que muchos tuvimos en la infancia. Ese chamaco viendo el cielo representa la esperanza de una rebelión temporalmente derrotada a la que, por supuesto, veremos triunfar, qué duda cabe, en el siguiente episodio, programado para el 2019Más claro ni el agua: el director y guionista Rian Johnson –en realidad, la maquinaria de producción y mercadotecnia llamada Casa Disney- nos quiere dar a entender que estamos ante otra generación de héroes y villanos de la saga iniciada hace 40 años con La guerra de las galaxias (1977). O sea, olvídense de Luke, Han, Leia y Darth Vader.Es cierto, en esta nueva trilogía tenemos héroes equivalentes –el Poe de Oscar Isaac pretende ser (brincos diera) el nuevo Han Solo, Rey es la nueva Skywalker aprendiendo a controlar “la fuerza”- pero también señales de que los nuevos villanos pretenden enmendarle la plana a los anteriores, pues desde el inicio Kylo Ren se quita “esa ridícula máscara” con la que homenajea a su abuelo –es decir, ya chole con Vader.Contada así, la película suena interesante y hasta arriesgada en su planteamiento. El problema es una ejecución fatalmente dispareja (por cada buena secuencia de acción hay innumerables escenas en las que los personajes hablan y hablan y hablan, y todo lo que dicen ya lo sabemos), un guion que parte de un McGuffin que no llega a ninguna parte (ese viaje al planeta-casino en busca de un genio decodificador, subtrama que no termina en nada) y una primera hora que avanza a paso de tortuga, con Rey tratando de convencer a Luke que la resistencia lo necesita y blablablá.
Sin duda, Johnson es capaz de realizar algunos momentos notables –la cámara paseándose por el casino de Canto Bight, cual homenaje al clásico Alas (Wellman, 1927); Rey descubriendo su propia imagen reproducida al infinito como si fuera El ciudadano Kane (Welles, 1941); una emocionante y emotiva secuencia de acción de clara raigambre griffithiana en la que pasamos de un escenario a otro y a otro, los diálogos telepáticos entre Kylo y Rey montados anacrónicamente a través del simple corte directo- pero estos chispazos terminan sepultados en escenas repetitivas, diálogos francamente inanes y una duración excesiva (¡152 minutos, la cinta más extensa de toda la saga!) que nos hizo recordar a nuestra santa patrona de la crítica de cine, la sinaloense Cube Bonifant aka Luz Alba, quien en este tipo de circunstancias solía escribir, hace 80 años, “¡tijeras, tijeras, tijeras!”. Una visionaria, ella sí, para que vean.Sta

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